Epílogo

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Llevaba más de un año siendo pareja de Milo, me había mudado con él unos meses atrás y llevaba una semana trabajando tiempo completo en la agencia de la familia Ramírez.

Milo había vuelto a tomar su puesto un poco después de lo que pasó con Verónica y seguía conservando sus acciones. Además, su relación con Elizabeth había mejorado considerablemente después del divorcio y suponía que en parte se debía a que ambos habían ido a terapia para tratar sus problemas.

Aunque Milo me había comentado que había ido al psicólogo un tiempo años atrás, yo le sugerí que quizás podía ir de nuevo, después de las cosas que había pasado en ese tiempo, seria bueno recibir una ayuda.

Milo y Elizabeth habían terminado repartiendo los bienes a la mitad, como se tenía estipulado desde que se habían casado. Al final, las discusiones que habían tenido durante meses habían sido una pérdida de tiempo.

Elizabeth y yo no éramos amigas, pero tampoco seguíamos siendo enemigas. Ella había tenido unos meses difíciles después del aborto, debió tomar terapia específicamente por eso y Milo estuvo apoyándola todo el tiempo y a mí me pareció perfecto.

En cuanto a Verónica... Había desaparecido de nuevo y está vez sin un cheque.

El video que habíamos grabado en la consulta de Verónica se había hecho viral (no habíamos sido los únicos que lo grabaron) y la mayoría de sus pacientes se habían ido con otros psicólogos.

Dulce, dulce venganza. Aunque aún no sabía que habíamos sido nosotros.

Milo había sacados las cuentas de las ganancias que había hecho Verónica con mi libro durante los cuatro años que había estado publicado y él me entregó la cantidad correspondiente. Yo les di parte del dinero a mis madres y a Steve, ya que yo no lo necesitaba con desesperación (lo único que hice fue comprar un nuevo celular y ropa para el trabajo).

En ese momento, estaba en mi oficina revisando unos últimos contratos que había hecho la agencia con unas empresas internacionales.

Aun trabajando, seguía haciendo cursos de distintos idiomas. ¿Qué podía decir? Amaba aprender nuevos idiomas. Además, estaba escribiendo un nuevo libro, el cual si pretendía publicar a mi nombre algún un día.

Milo abrió mi puerta y entró.

—¿No sabes tocar la puerta?

—Tocar la puerta me hace perder tiempo —se acercó a mí y me dio un beso en los labios—. ¿Cómo vas?

—Excelente, me quedan solo dos páginas.

—Qué mujer tan brillante. ¿Es la misma que chocó con el buzón del vecino cuando andaba en bicicleta?

—¡Es culpa del vecino! ¡Nadie tiene buzones en esta época!

Milo rio y me dio un beso en la mejilla.

—Lo que digas, mi vida.

El teléfono de Milo comenzó a sonar, contestó la llamada y se puso el teléfono en la oreja.

—¿Qué pasa? —yo lo quedé mirando—. Bien. Ya voy.

—¿Qué pasó? —le pregunté cuando colgó.

—Llegaron las modelos, tengo que ir.

—Voy contigo —dije, parándome de golpe.

—No voy a estar solo con ellas si es lo que piensas —dijo con una risita.

—No lo digo por ti, me gustan estas cosas. Es interesante ver la ropa y las fotos.

Aunque decía la verdad, en parte, no me gustaba como las chicas solían mirar a Milo. Mucho mejor era ir con el agarrándolo del brazo y que supieran que tenía novia.

¡Ese Es Mi Libro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora