Capítulo I

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-¡Nos vemos el Lunes!- Grité mientras salía del Dojo.

-¡Adiós!- Me contestaron de vuelta.

Caminé por las calles oscuras mientras le escribía un mensaje a mi madre. Es así de controladora, voy a cumplir 17, y aun quiere saber cuando he salido de Tekwondo. Si no se lo digo se vuelve histérica y se imagina que lo peor me ha pasado, como si una nave extraterrestre bajara del espacio y los ETs me obligaran a ir con ellos a no se qué planeta. Parece que no de da cuenta de que voy a una clase de artes marciales, y que me se cuidar por mi misma.

Continué caminando durante un buen rato hasta que por fin llegué a mi casa. Vivía en una urbanización con muchos edificios. La gente a menudo los alquilaba para el veraneo, ya que de aquí a la playa tan solo hay 15 minutos en coche. Subí por las escaleras de la urbanización y entré en mi portal, poniéndome a salvo del calor asfixiante que hacía fuera. Pulsé el botón del ascensor y esperé impacientemente, mordisqueandome las uñas. Cuando el ascensor llegó entré y me recargué sobre la pared después de haber pulsado el botón del quinto. Cerré los ojos con cansancio pero se me abrieron rápidamente al notar que el ascensor se detenía y sus puertas se habrían. Entró un chico joven. Guapo. Muy guapo. Tan guapo que creo que no entraría en la categoría de guapo, sino que entraría en la categoría de dios. Era alto, mucho más alto que yo (mido 1,65). Tenía el pelo castaño claro, peinado hacia atrás y unos bonitos ojos verdes, que me observaban fijamente. Le devolví la mirada mientras decía un Hola, que no me dió tiempo a terminar de pronunciar cuando me empotró contra la pared.

Sus ojos se volvían cada vez mas oscuros

-MIA- Dijo con voz ronca, mientras ponía sus brazos a ambos lados de mi cuerpo, creando una barrera entre mi libertad y yo

-¿Qué haces? ¡Suéltame! - Dije mientras oía un gruñido de su parte. Me estaba poniendo nerviosa por momentos, no sabía lo que estaba pasando. Me quedé bloqueada, mi mente no podia pensar en tipos de ataques, sino que en lo unico que pensaba era en la proximidad de su cuerpo. Podía sentir el calor emanando de él. Las puertas del ascensor se abrieron, y un vecino entró, aproveché que el chico que me tenia acorralada se había girado para ver lo que había causado que las puertas se abrieran y me escabullí por debajo de su brazo. Corrí rápidamente hasta la  puerta de mi casa, conseguí meter  la llave en el cerrojo tras varios intentos, y al entrar respiré por fin, a salvo.

Mia y solo miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora