Capítulo 11: La sacerdotisa

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Con la sacerdotisa nos habíamos alejado del cuerpo de nuestra Diosa y mirábamos como las pequeñas mujeres intentaban quitarle el sostén.

- ¿Tan pequeñas somos? - preguntó sin esperar respuesta

Yo solo suspiré, ella me miró algo molesta.

- Así que tú eres el esclavo...¿Cómo es pasar el día con ella? - por su tono supe que estaba celosa.

- Es genial, es mucho trabajo, pero soy un afortunado.

- ¿Cómo logra ser tan espectacular siempre? - dijo mirando a nuestra Diosa mientras le subían el sostén con gran esfuerzo.

- No lo sé. Solo es nuestra Diosa.

- ¿Crees que me puedan llevar con ustedes a su hogar?

-Depende de nuestra ama.

- Lo sé- dijo con algo de desesperanza.

Nuestra Diosa ya estaba desnuda y se volteaba para que comenzaran los masajes en la espalda. Las pequeñas mujeres saltaba de su cuerpo para no ser aplastadas.

-¿Ya sabes a quién escoger? - seguía muy seria

- No todavía... ¿Tú quieres ser seleccionada? - le pregunté, la sacerdotisa era bella y le daría el cupo para quedar bien con ella

Se rió.

- No puedo ser seleccionada.

Los masajes en la espalda de mi ama comenzaban.

- ¿Por qué elegiste a Sherín?

- ¿Sherín? - no había pensado en el nombre de la mujer de rulos - oh, bueno...es muy guapa.

La sacerdotisa se molestó.

- ¡Debes probarlas! No es solo por como se ven - ella tenía razón - tienes suerte que la vagina de Sherín es deliciosa.

Me sorprendió su respuesta.

- Yo te ayudaré a escoger a las siguientes.

- ¿Tú has oprobado a Sherín? - debí parece un bobo , porque la sacerdotisa solo sonrió.

- Ven vamos a masajear a nuestra ama.

Caminamos hasta nuestra Diosa. La mujer morena estaba acabando en la boca de nuestra ama. Subimos a sus espalda, todas las mujeres daban pequeñas pisadas y otras frotaban sus bustos en la piel de la Diosa.

 Nuestra ama terminaba de saborear la eyaculación de la mujer morena y comenzaba a degustar a Sherín.

- ¡Deliciosa elección, esclavo!

La sacerdotisa tomó mi mano y caminamos hasta los glúteos, de donde podríamos ver con mayor claridad a todas las mujeres desnudas.

-Saku, es la trigueña bajita de allá. Ella podría ser la siguiente.- me dijo con seriedad- ¡Saku! Ven.

La mujeres corrió hasta donde estábamos.

-Anda, pruébala.

La chica se sentó sobre el glúteo de mi ama y se abrió de piernas. Yo no estaba seguro de hacerlo.

- ¡Vamos! Pruébala.

La sacerdotisa me tomo de la mano, tiró mi brazo hacia abajo y me puso frente a la vagina de Saku, quién solo sonreía emocionada.

- Lámela.

No estaba seguro. La sacerdotisa tomó mi cabeza, la pusó en la vagina de Saku y me presionó sobre ella.

- Lame. - ordenó

Le hice caso.

- Sabe bien ¿verdad? - me preguntó

No pude responder porque tenía mi lengua ocupada, pero sí , era una buena elección. La sacerdotisa puso su pie sobre mí cabeza para evitar que me alejara de la vagina de Saku.

- Shia, tú sigues- le ordenó a una mujer rubia muy delgada que tenía la piel algo tostada, pero  los pechos, trasero y entrepierna pálida, como si recién viniera de una día de la playa con su bikini marcado sol.

Mi ama miró lo que estábamos haciendo en su trasero. Llevó su mano hasta Saku y me la quitó de la boca, literalmente.

-¿Esta es tu elección, esclavo?

Yo afirmé con la cabeza y Saku fue llevada hasta su boca. De inmediato la rubia flaca se ubicó en el puesto de Saku y aplastó su vagina contra mi cara mientras me empujaba con sus manos. También era una buena elección.

La sacerdotisa se agachó junto a mi.

-¿Te gusta?

Solo afirmé con mi cabeza. Se acercó a la vagina de Shia y comenzó a lamer conmigo .

- ¿La escogemos?

- Sí.

Shia se levantó muy emocionada y corrió por la espalda camino a la cuello de la Diosa, mientras veía sus nalgas marcadas por el sol rebotar con cada paso. La sacerdotisa y yo nos levantamos.

-Eso fue fácil. -dijo ella.

- Gracias.

-Ven, caminemos.

Pasamos por los glúteos de nuestra ama y llegamos hasta la parte posterior de los muslos donde nos sentamos a mirar la entrepierna de nuestra Diosa.

- Gracias por ayudarme a escoger.

- No hay problema - seguía muy seria.

Luego sonrió.

- Mira - me dijo apuntando a la vagina de nuestra ama- ya está muy mojada.

- Sí...- el dirigí una mirada juguetona- te apuesto a que si la tocan un poco comenzará a  masturbarse.

La sacerdotisa se asustó. Había entendido que era un reto.

-Pero nos castigaría.

- Te aseguro que no - dije sonriendo- solo necesita un pequeño estímulo y luego lo olvidará.

-¿Estás hablando en serio? - dijo asustada.

-Sí vas ahí y la lames, hablaré con ella para que te lleve a casa.

La sacerdotisa me sonrió con complicidad. Ya era un trato.

Mi enorme amaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora