Capítulo 12: Sacrilegio

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La sacerdotisa se sujetaba con mucho cuidado de los glúteos de nuestra Diosa, por la humedad de la piel se hacía dificultoso.  Yo estaba sentado en el muslo, esperando a ver si se atrevería. La pelirroja me miraba esperando la aprobación. Acercó sus rostro a la vulva mojada de la Todopoderosa y me miró nuevamente.

- Solo lame - le guiñé un ojo.

La sacerdotisa pasó su pequeña lengua por los labios mojados de la ama, me miró con un risa asustada y volvió a lamer. El cuerpo de la gigante se comenzó a retorcer. La enorme mano de la Diosa salió por abajo del cuerpo y comenzó a tocarse. La sacerdotisa río y subió al glúteo antes de ser descubierta, yo fui hasta donde estaba ella.

Mirábamos los dedos de nuestra ama penetrar su vagina, mientras su cuerpo se movía. Algunas mujeres en la espalda comenzaron a besarse. La sacerdotisa estaba muy feliz y emocionada, de su rostro se había borrado esa mirada celosa y molesta. Nuestra ama levantaba más sus caderas para poder tocarse mejor.

-Tenías razón - dijo feliz.

- Hablaré con ella para llevarte a su casa...solo si me respondes algo.

-¿Qué cosa? - dijo quitándose un mechón de pelo que cubría su cara

-¿Por qué no eres candidata?

Sonrió muy sensual. Mientras nuestra ama comenzaba a gemir y continuaba con sus movimientos.

-Seria injusto - tomó mi mano - competir contra la vagina más deliciosa de la ciudad.

Llevó mi mano a su frondosa y rojiza vulva e introdujo uno de mis dedos a su húmeda vagina. Luego esa misma mano la llevó a mi cara e introdujo mi dedo mojado en mi boca. Tenia razón no había competencia.

Nuestra ama seguía gimiendo, lo que había provocado un frenesí en las fieles, que completamente desinhibidas llevaban a cabo un gran orgía en la espalda de la Diosa.  Yo deseaba a la sacerdotisa que miraba como lamía su líquido de mis dedos.

Tomó mi mano y caminamos por el trasero de nuestra ama hasta llegar a la hendidura, se agachó y comenzó a lamer los glúteos, en esa posición levantaba su propio trasero, no estaba seguro si lo hacía a propósito pero parecía que me provocaba. Levantaba más su trasero casi a modo de ofrecimiento. Hasta que me dirigió una fugaz mirada y movió sus labios diciendo algo que no logré escuchar, pero que entendí como "¿Qué esperas?" Y luego volvió a lamer descuidada.

Me acerqué hasta la sacerdotisa de cabellera de fuego, tenía temor de ella, era una autoridad y podría no tomarse bien lo que hiciera.  Llegué hasta donde estaba y seguía moviendo su pálido trasero de un lado a otro, mientras su espalda pecosa me llamaba.

Me agaché un poco para tocarla y ella se volteó rápidamente, con una sonrisa me preguntó:

-¿Qué estás haciendo?

No sabía qué responder. Pensé que eso era lo que ella quería. La sacerdotisa seguía sonriendo. Se comenzó a arrastrar de espaldas hasta quedar ubicada en la hendidura entre los dos glúteos de la Diosa, abrió sus piernas y me llamó con un dedo.

No estaba seguro si mi ama aprobaría esto.  Me acerqué a la sacerdotisa y me ubiqué sobre ella. Me presionó contra su cuerpo y me besó.

-¿Esto es correcto?- le pregunté.

- Esto es lo más sagrado que harás- me dijo con una sonrisa.

Estábamos a punto de tener sexo entre las nalgas de nuestra Diosa gigante. Ella tenía razón.

Guió mi cadera y entré en ella. Nos comenzamos a mover al ritmo del cuerpo de nuestra Diosa, la sacerdotisa lo disfrutaba. Con cada movimiento parecía que nos hundíamos en el trasero de nuestra ama. Seguíamos moviéndosnos y al parecer el sudor de nuestros cuerpo y el de la Todopoderosa nos hacía descender más. La sacerdotisa gritaba de placer y clavaba las uñas en los glúteos de la ama para hundirse más.

Parecía que ya habíamos encontrado un equilibrio adecuado entre los calientes y húmedos glúteos. Cuando una de las manos de nuestra Diosa se acercó hasta nosotros, vi el miedo en la cara de la pelirroja. La mano de posó en mis espalda y comenzó a empujarme rítmicamente, nuestra ama guiaba mis penetraciones. La sacerdotisa parecía agradecida y aún más excitada.

Con esta mujer de mi tamaño podía hacer todo lo que no podía con mi ama. Lamía sus pechos pecosos y ella lo disfrutaba. La mano de mi ama aumentó nuestro ritmo y nos empezó a empujar hacia adentro de sus nalgas. Hasta que, gracias al sudor y la presión, caímos defimitivamente.

El trasero de la sacerdotisa cayó sobre el ano de la Diosa y con cada uno de nuestros movimientos pélvicos, este era estimulado. Finalmente eso era lo que hacía nuestra ama: estimularse con nuestros cuerpos.

En la oscuridad y rodeado por el sudor de nuestra ama, que nos seguía moviendo, la sacerdotisa gritaba agradecida.

- Gracias...Mi Diosa- decía agitada.

La mano de nuestra ama comenzó a ir más lento, casi como acariciando mi espalda, era la oportunidad de cambiar de posición. Con dificultad, por el poco y oscuro espacio, le di media vuelta a la sacerdotisa, que se sorprendió por el movimiento, le levante la cadera y volví a la carga. Era como si yo y mi Diosa estuviésemos conectados porque, como sabiendo que había hecho el cambio, volvió a presionar más rápido y fuerte.

Los gritos de la sacerdotisa eran más altos, la Diosa nos presionaba cada vez más fuerte, escuchaba los gemidos de mi ama. No podía aguantar más, me iba a venir. La Diosa también. No pude más y terminé en la sacerdotisa y dentro del trasero de mi ama, mientras sentíamos las contracciones del orgasmo de la gigante.

No fue un sacrilegio, fue sagrado.

Mi enorme amaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora