Capítulo 1 La llegada

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Mi nombre es Steve, estoy esperando que llegue mi Diosa a su casa luego de estar destruyendo una ciudad cercana.

Una noche de verano una luz iluminó los cielos y ella apareció, esto hace ya 6 meses. Con su casi 20 metros de alto nos había conquistado con su crueldad, sadismo y creciente lívido. Su nombre es Luna. Por mi parte, yo no era más grande que el tamaño de su mano.

Construyó una casa a su medida alejada de la urbanidad, los pocos que se atrevieron acercase terminaron siendo devorados por ella. Pero necesitaba a alguien que se encargara de las tareas del hogar y ese soy yo, su pequeño esclavo. Su esclavo favorito.

Podría aplastarme con sus enormes pies en cualquier momento o de un bocado tragarme, pero prefirió darme este puesto como su esclavo. No soy más que su juguete, con el que se entretiene, alargando el tiempo de espera para cuando decida comerme de una vez. Aunque también creo que me ha tomado cariño, sin dejar de ser cruel conmigo. Sigo siendo un punto insignificante al lado de ella y me lo hace saber.

Pero sin duda he tenido suerte de no morir como los demás, tuve suerte de conocerla como lo hice y eso me ha mantenido con vida.

Mi diosa se acerca y el piso vibra con sus enormes pisadas. Como su buen esclavo me ubico frente a la puerta para recibirla con una reverencia. Al abrir entrar me deslumbra con su belleza, su cabello negro cae sobre sus hombros pálidos, viste muy casual: con un top verde que deja al descubierto su delgado estómago y su ombligo, un short de mezclilla y sandalias.

Mi diosa es todo poderosa como me lo ha hecho saber con sus castigos. Una tarde de diversión y destrucción la dejan muy cansada. Me arrodillo ante ella, pero pasa por mi lado como si no me hubiese visto. Su enorme pie pasa muy cerca de mi pequeño cuerpo. Camina con sus enormes zancadas hasta el sillón y, como siempre, se recuesta en él. Yo se qué tengo que hacer y corro para llegar hasta donde está ella. Me debo apurar para no molestar mi ama, pero cuando estoy en caminó grita:

- ¡Esclavo! - con un alarido cansado, y completa su oración casi lamentándose - ... estoy muy cansada.

Ella me ve acercándome hasta el sillón, es nuestra rutina, baja su pie hasta el suelo para que yo me pueda subir a él. Su enorme pie con la sandalia está frente a mí. Fue una larga jornada atacando a las ciudades vecinas: sus pies huelen, pero es mi ama y debo ser agradecido con todo lo que ella me da. El sudor de sus pies me dificulta poder afirmarme y me debo sujetar a una de las correas de sus sandalias y uno de sus dedos, con las uñas que me obligó a pintar rojas la noche anterior. Sube su pie conmigo en él, mientras intento no caer. Junta sus pies en el sillón.

Sé cual es misión. Sus pies sudorosos y cansados necesitan liberarse del calzado. Intento apurarme, el broche es enorme para mí. Abro el del pie izquierdo, quitándole algo de presión. Con un gran esfuerzo mío, ayudado por un movimiento de ella, logro quitar su sandalia que cae al suelo. El pestilente olor de la planta de su pie queda liberado y se toma el ambiente, caigo de rodillas. Es mi ama y soy devoto a ella, pero me cuesta soportar este olor.

- ¿Qué esperas para quitar la otra? - Gruñe molesta con los ojos cerrados. Intenta descansar.

Ella sabe lo que me pasa, solo quiere jugar conmigo un poco. Salto hasta el otro pie y realizo el mismo procedimiento, suelto el broche, muevo la correa, pero no quiero quitársela. Debe apestar como el otro pie. Ella lo nota y para apurar el proceso pone su pie desnudo sobre el otro y empuja la sandalia. El olor me invade. No pude quitar su segunda sandalia y seré castigado. Balancea su pie frente a mí.

- ¿Qué pasa que no lo besas? - pregunta juguetona, parece como si estuviera entre el sueño y despierta.

Me pone el pulgar en mi cara, no sé si puedo hacerlo esta vez. El olor es demasiado.

- ¡Esclavo! - grita.

Me acerco hasta su enorme pulgar y lo beso con dificultad. Escucho una risilla de ella. Cuando voy a darle un segundo beso caigo en el engaño: ella pone toda su planta del pie sobre mi aprisionándome contra el empeine del otro. Estoy atrapado bajo su pie, el olor de un largo día, es mi castigo. Debí haberme apurado. Comienza a frotar me con sus pies, el sudor de ellos funciona como lubricante y me muevo con facilidad sobre su piel.

- Eres un mal agradecido- La escucho mientras sigue frotándome- te dejo besar mi pies y te niegas.

Ruego piedad.

Ella continúa su castigo. Empapado en el sudor de su pie y mareado con el olor sufro una erección.

- ¡op! ¿Qué eso esclavo? Siento cosquillas en mis pies.

Me sigue frotando. Creo que esta vez no sobreviré, cuando se detiene y retira su enorme pie de mi cuerpo.

- ¿Has aprendido? - pregunta mirándome aún mareado

- Sí mi ama - respondo cayendo de rodillas, no sé si me escuchará

Beso su pie en agradecimiento. Ella sonríe, entrelaza sus manos y las pone tras su cabeza. Es una belleza absoluta.

- Ahora ven a saludar a tu ama- Dice con una voz cruel pero sensual.

Mi enorme amaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora