capítulo 5 - Comenzar de nuevo

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Amelia corría sin fijarse en la poca gente que había a esas horas del invierno por la calle. Iba tan asustada y con la respiración agitada que no pudo oír lo que alguien con quien antes de había encontrado, le gritaba cada vez más lejos.

- Eh ¡Que se te ha caído esto! ¡Amelia! - no obtuvo respuesta y tampoco sabía qué hacer con aquellos preciosos pendientes con forma de Luna. Brillaban tanto que era incapaz de apartar su mirada de ellos. Lucían dorados y aún más lo hacían colgados de las orejas de su dueña, quién los había abandonado a su suerte a propósito. No quería saber más de ellos.

Luisita seguía mirando las joyas y cuando levantó la mirada ya había perdido de vista a la morena. Ahora mismo la rubia solo quería encontrar a su dueña y poder devolverle los pendientes. También había pensado en quedarse con ellos porque al fin y al cabo en las dos ocasiones que se ha cruzado con Amelia las dos, acabaron en discusión. Pero en su naturaleza no estaba quedarse con cosas ajenas y menos con algo tan valioso. Ahora solo podía pensar en cómo hacer ara volver a encontrarse con aquella mujer, con la que no había empezado con muy buen pie que digamos. Tras dudar un rato en que hacer, caminó hacia su casa que se encontraba a unos pasos del hotel.

Luisita hacía rato que había dejado de llorar y tras lo ocurrido hoy con su jefa más claro tenía que ese trabajo no era lo que ella quería. Ella podía aspirar a algo más y con alguien que la trate como cualquier persona se merece. Cada día ir. A al trabajo suponía una aventura bastante desagradable para la joven ya que nunca sabía por donde le iba a salir su jefa. Siempre supo que no le caía bien y por eso siempre la había humillado frente a sus compañeras e incluso de algunas clientas, clientas que por cierto, no dejaban pasar ninguna oportunidad de despellejar a cualquiera hablando de sus problemas o incluso inventandolos.

Antes de abrir la puerta de casa, Luisita se guardo con sumo cuidado aquellas dos joyas en uno de los bolsillos de su abrigo. Sacó la llave y entró, procurando no hacer mucho ruido por si los pequeños ya dormían, que a esas horas deberían hacerlo.

Las luces de su casa estaban apagadas lo que la llevó a pensar que ya todos se habían ido a dormir. Y aunque ya no lloraba, aún tenía signos de haberlo hecho recientemente y no tenía muchas ganas de dar explicaciones.

Se sentó en el sofá y se acomodó. Aún tenía puesto el abrigo, así que no tendría que levantarse a coger los pendientes que tanta curiosidad le habían causado. Los sacó con el mismo cuidado con el que los había metido y se pasó un buen rato observando cada detalle, cada brillo, cada rincón de esas pequeñas joyas. Cada vez que las miraba las veía más bellas y sentía al mismo tiempo lástima de la forma en que su dueña se había deshecho de ellos.

No paraba de darle vueltas a cómo podía hacer para volver a verse con Amelia. Recordó su nombre pero no tenía nada más que pudiera localizarla. Rebuscó en las páginas amarillas pero no dió resultado. Aquella noche Luisita la pasó en vela preocupada por como vio a Amelia cuando salió del hotel. Se temía lo peor pero no tenía pruebas de lo que allí dentro había ocurrido horas antes. Lo que estaba claro, es que no podía haberle ocurrido nada bueno a Amelia.

El sol no tardaría en salir, con lo que Luisita decidió echarse un rato para descansar o su jefa volvería a hacérselo pagar durante toda la jornada, aunque tampoco le hacían falta excusas para hacerlo. El despertador comenzó a sonar y Luisita se despertó sin tan si quiera haber podido descansar. Tendría que esforzarse por ocultar sus ojeras ese día, pero antes de ir a su infernal puesto de trabajo debía cumplir su misión: dar con la manera de encontrar a Amelia. Solo sabía su nombre, Amelia Ledesma, a cada vez que en su cabeza sonaba ese nombre más bonito le parecía y en estos momentos se sentía ridícula por lo mal que la había tratado en sus anteriores encuentros con ella. Salió a desayunar ya vestida y maquillada, no era muy de ocultarse tras unas pinturas pero los nervios ante la posibilidad de ver a Amelia le habían hecho volverse insegura, no sabía el motivo ante ese sentimiento pero se sentía inferior ante la morena por la belleza que tenía de pies a cabeza.

Desayunó con bastante calma y recogió todo. Se puso el abrigo y se cerzioró de que los pendientes seguían en el bolsillo bien guardados y así era. Cogió el bolso y con el las llaves y salió. Mientras caminaba pensando en como localizar a aquella mujer, no se percataba de que alguien en dirección a ella se dirigía a buen ritmo y al borde de las lágrimas. Finalmente las dos personas chocaron y Luisita sonrió por primera vez al ver la cara de la otra persona. Era ella, Amelia. En su rostro se veía la desesperación de la noche anterior, y miedo, mucho miedo. No dejaba de mirar a todas partes como si alguien la pudiera observar.

- Perdona no te había visto, otra vez... - Se disculpó la morena tratando de no empeorar la situación como ya había ocurrido en dos ocasiones.

- Tranquila que no pasa nada. Oye, me gustaría hablar contigo. ¿Tienes un momento? - Luisita casi le suplicó poder hablar con ella. Tenía la necesidad de hacerlo y entregarle lo que le pertenecía. También se moría de curiosidad por saber lo ocurrido la noche anterior en el hotel de la plaza donde Luisita vivía. - Es que tengo algo que es tuyo.

- Lo siento de verdad, pero es que voy con mucha prisa, no puedo detenerme, en otro momento. Si quieres te doy mi número o quedamos en un bar y me dices lo que quieras pero tengo mucha prisa - Contestó Amelia cada vez más nerviosa por no poder llegar a su destino pero Luisita no se rendiría tan fácilmente. Era capaz de todo con tal de lograr sus objetivos y no quería o mejor dicho, no podía perder aquella oportunidad de disculparse con la morena y devolverle sus pendientes.

- Te prometo que será solo un momento, pero tampoco quiero incomodarte debido a mí comportamiento contigo en otros encuentros por así decirlo - Dijo tratando de quitarle hierro al asunto.

- Está bien, dime lo que tengas que decirme y no me entretengas más que de verdad tengo algo muy importante que hacer. - Accedió finalmente Amelia.

Las dos jóvenes se sentaron en un banco de la plaza y Luisita comenzó a hablar.

- Verás Amelia lo primero de todo, te quería pedir perdón por como te he tratado las veces anteriores. No fue mi mejor día y se ve que pagué mis frustraciones contigo sin tener tu la culpa de nada. - Luisita lo decía de verdad, tanto, que acabó por ponerse roja de la vergüenza que le daba haberla tratado tan mal. - Espero que aceptes mis disculpas y... - Antes de que pudiera continuar Amelia la interrumpió.

- Está bien. No pasa nada. Todos tenemos días que quisiéramos borrar... - Dijo apartando la mirada y mostrándose triste - Acepto tus disculpas y ahora discúlpame tu a mí pero es que necesito hacer una cosa. - Amelia comenzaba a sentirse nerviosa de nuevo. Temía que en cualquier momento apareciera el que decía ser director de cine. Quizá lo sería o no, pero era lo que menos le importaba en esos momentos a Amelia. Quería salir de allí a toda costa. Pero tampoco quería ser descortés, al fin y al cabo Luisita se estaba disculpando con ella.

- Antes de que te vayas tengo que darte una cosa. - Dijo la rubia mientras se llevaba la mano a uno de los bolsillos del abrigo. - Se te cayeron anoche cuando Salias del hotel... ¿Puedo hacerte una pregunta? - Esto último lo dijo bastante insegura ya que no quería meter la pata.

- Gracias pero puedes quedarte con ellos. Ya no los necesito. - Cuando Amelia vio aquellos pendientes enseguida apartó su mirada de ellos tratando de restarle mayor importancia. - Bueno, depende de la pregunta ya veré yo si la contesto o no...

- Se trata de lo que ocurrió anoche. Vi como Salias a toda prisa del hotel y necesito saber qué ocurrió. ¿Pasó algo con Gabriel de la vega? Mira, sé que no nos conocemos de nada pero también sé que ese hombre no es trigo limpio. Confía en mí, por favor. - suplicó Luisita cogiendo las manos de Amelia, que ya empezaban a temblar.

#Luimelia - Naranjas enterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora