Me desperté sin saber dónde estaba, parecía que ese lugar no era afectado por ninguna circunstancia todo estaba perfecto.
El cielo estaba despejado a lo lejos unas montañas podían divisarse, no recordaba nada, ni siquiera podía recordar mi propio nombre.
Estaba sentada al borde de un pequeño lago mirando con extrañeza mi reflejo en el agua, sentí como una mano tocó mi hombro haciendo que me sobresaltara, era un hombre de tez morena algo joven que me sonreía con su mano extendida.
—Cariño ¿Qué haces aquí sola? — Preguntó sacando frutas de una cesta que había colocado en el suelo.
—¿Cariño? ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? — Repliqué alejándome de él.
—Soy tu esposo ¿Quién otro podría ser? Has estado durmiendo demasiado, siempre te despiertas confundida. — No creí ni una sola palabra de lo que decía, pero él parecía despreocupado caminando con destino a las aguas cristalinas del lago.
Podrías ver cualquier criatura que nadara en su interior, algunos peces de distintos tamaños, colores y formas comenzaron a saltar mientras sentían la presencia de aquel hombre.
—¿Quieres tocarlos? No son peligrosos —, dijo mientras se quitaba los zapatos.
Tomó mi mano para hacerme entrar al agua con él, la corriente que se sentía era dócil lo que permitió que todos los peces se reunieran a nuestro alrededor.
Nunca había visto peces tan distintos juntos, acerqué mi mano para acariciar uno, su piel era diferente de lo que pensé, era suave similar a tocar un cachorro.
Unas avecillas hicieron un hermoso canto que sonaba como una linda y lenta canción, me acercó a su pecho pasando sus manos por mi cintura.
Pasé las mías por su cuello sentía como si estuviera bajo algún tipo de dopaje mis acciones parecían no seguir mis órdenes, comenzamos a movernos con lentitud en el agua, pero sentía como si estuviera en el césped.
Nuestros ojos no dejaron de mirarse ni por un segundo, se aproximó totalmente a mí mientras bajaba un poco su cabeza nuestros labios estaban a punto de unirse, de pronto, escuché un estruendo con un pitido que estremeció mi cabeza.
Todo comenzó a cambiar por tonos grises, el olor que se percibía era putrefacto en ese momento recordé todo, el arconte estaba en el suelo inmovilizado por el pitido que continuaba soñando.
A pesar de que la misión estaba casi completa la ira que recorría mi interior debía ser aplacada, por esto, nos transporté a la dimensión estelar.
Aparecimos en un bosque con tonos violetas, comencé a patear con violencia su torso, manteniéndolo en el suelo repartía golpes por su cara hasta que vi como empezaba a sangrar.
Los beneficios de la dimensión estelar es que este era mi territorio haciéndolo igual de frágil a cualquier mortal, saqué mi espada apoyándola contra su pecho.
—Es suficiente, ahora detén tu mano —, gritó la coronel mientras tomaba mi mano.
—¿Por qué lo haría? Estoy harta de tu forma de llevar las misiones, casi beso a ese arconte. —
—No tengo fuerza física para detenerte en este lugar, a pesar de ello, debes obedecer las órdenes de tu superior, al menos, escucha a la parte de tu mejor amiga que te habla. — Solté la espada dejándola caer en las manos de la coronel.
—Los demás van a hacer que la profecía se cumpla. — Osdeus tomo mi brazo con su mano sangrienta, sentí un ardor que recorrió todo mi cuerpo dejándome de rodillas en el suelo.
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Hija De Guerreros 🛡️
FantasyLa realidad está dividida en dimensiones con variadas razas que viven en cada una de ellas, algunas conocen la existencia de las otras, las demás solo lo ven como un mito. Karlesti es un neutrino que por la inminente muerte de sus padres fue dejada...