Dos chicas las cuales, estaban en la habitación de una de ellas, estaban con vestidos elegantes, ambos eran blancos con algunos pequeños adornos de perlas, lazos, alguna que otra piedra de cristal...
Pero sobretodo, el más precioso lo llevaba una de esas dos amigas, quien sonreía felizmente enseñando sus dientes relucientes del mismo color que su gran prenda de ropa.
Se miraba al espejo, alucinando lo bien que estaba con ese vestido de boda a la vez que la otra estaba detrás de ella, subiendo la cremallera del vestido por detrás.
Una vez hecho esto, posó las manos en cada hombro de la perfecta nuvia, apoyando su mentón en el mismo sitio a la derecha.
Ella también curvó los labios al ver que su amiga se casaría apenas en una hora.
— Estás preciosa .— halagó con un tono suave y tranquilo.
— Gracias, realmente me costó escoger, todos eran muy bonitos .— tocó cuidadosamente la tela de la parte de abajo del vestido, sintiendo lo suave que era —. ¿Te acuerdas?
Ella dió una pequeña carcajada al recordar ese día - Sí... Se veía perfectamente que los querías comprar todos. Te encantaban tanto que hasta pensaste en vestirlos todos al mismo tiempo .- esa idea tan absurda hizo que nuevamente riera, esta vez acompañada por su amiga.
— Realmente lo amo mucho... .— miró hacia abajo, sonrojándose al rebobinar el momento que se declaró a su futuro esposo y levantó la cabeza para voltearla y dirigir sus ojos al rostro que se veía de perfil de la contraria —. ¿Crees que seré una buena esposa para Daichi?
Se quedó callada por unos segundos, observándola mientras procesaba su pregunta, para decir finalmente —. Claro que sí .— se recompuso y aclaró su garganta —. Vamos, te pongo el velo ya nos vamos, el chófer ya nos está esperando y Daichi de seguro muere por verte ya.
Asintió energéticamente y terminó de prepararse con la ayuda de la otra.
En un par de minutos la nuvia acabó de arreglarse, dándose un último vistazo en el espejo y colocándose uno que otro pelo rebelde que estorbaba, siendo tranquilizada por su acompañante que le dijo un "Estás perfecta" para después acordarse de una cosa.
Sacó de una pequeña cajita de joyas, un pequeño adorno de pelo, al cual lo cogió y se acercó a su amiga que iba a punto de casarse, con una gran sonrisa, lo colocó en su cabello.
— Ahora sí .— la otra se observó de nuevo al espejo, admirando el ornamento a la vez que lo tocaba con las yemas de sus dedos con suavidad y delicadeza.
— ¿Cuándo lo compraste?
— El mismo día que te pidió matrimonio .— se puso al lado de ella, sonriéndole.
— ¡Me encanta...! .— se volteó para abrazarla con fuerza y besarle la mejilla —. ¡Realmente eres mi mejor amiga! ¡Nunca me fallaste!
— Nunca... Nunca lo haría. Pero, ¡bueno! ¡Vamos ya bajando!
Ambas se apresuraron a bajar por las escaleras, con cuidado de que el vestido no se manchara ni se enganchara con nada.
Al salir por la puerta, la ayudó a que se sentara a la parte de detrás, sin que la ropa se doblase.
Una vez dentro, el coche empezó a moverse, dando a entender que en menos de diez minutos, estarían las dos en la iglesia, donde esperaba el novio y los invitados con toda la emoción del mundo.
Las dos chicas miraban por la ventana, cada una en su sitio.
La dama de honor notó como sus ojos se cistralizaban, percatándose que no podría aguantar más las lágrimas por la emoción.
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