Capítulo 1: Malakai

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"Tú tía ha muerto

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"Tú tía ha muerto."

Una oración. Cuatro palabras. Trece letras.

Solo un mensaje había bastado para que mi mundo se desestabilizara por completo. Mi vida se volvió pedazos en cuestión de segundos. Todo por lo que había luchado, año tras año, me fue arrebatado sin remordimientos, sin explicaciones, sin oportunidades.

Mi familia, mi trabajo, mi todo. Destruido en un abrir y cerrar de ojos.

— El jefe está reacio a revocar su decisión. — me explicaba Coral, una de mis tantas compañeras de trabajo, o ex – trabajo, ya no sabía ni que pensar. — Insiste en que, por tu culpa, los inversionistas se negaron a seguir poniendo su dinero en la empresa.

— Está siendo muy injusto conmigo — declaré al borde del desespero — Yo no quería que eso sucediera, y definitivamente, no tengo la culpa de que aquel mensaje haya llegado en el momento menos indicado.

— Claro que no, y todos acá en la empresa estamos de tu lado. — confesó — Pero no hay mucho que podamos hacer.

— ¿Y la familia de la víctima? — pregunté temerosa — ¿Cómo están?

— Destrozados. — confesó. — Imagínate, tanto tiempo invertido en un tratamiento que ni siquiera duró un año.

Bajé la cabeza, sintiéndome un poco culpable. Lo que sucedió fue que mientras estábamos exponiéndole a los inversionistas como iban nuestros avances con los pacientes congelados, recibí la notificación que me informaba del fallecimiento de mi tía, y en mi estado de angustia, me desorienté y apagué una de las máquinas por accidente.

Todo se volvió un caos en minutos cuando se confirmó que el hombre que estaba dentro de aquella máquina, había muerto.

— ¿Madison? —habló la chica a través del telefono, nuevamente, sacándome de mis pensamientos. — ¿Sigues ahí?

— Sí, aquí estoy. — contesté.

— Señorita. — inquirió una voz femenina a mi lado. Giré el rostro y vi a una mujer de cabello rubio recogido, sonriéndome — Estamos a punto de despegar y debe apagar el teléfono móvil, y cualquier dispositivo electrónico que tenga activo.

— Está bien. — repliqué con una media sonrisa.

En estos momentos me encontraba en el avión que me llevaría hasta mi pueblo de origen, para asistir al funeral de mi tía y detallar los trámites de la herencia. Mi tío había sido muy exigente con que debía estar allí para la lectura del testamento, y aunque eso me importara un comino, debía cumplir la última voluntad de mi tía.

— Coral, necesito colgar, el avión ya va a despegar. — le informé.

— No te preocupes. Hablamos cuando aterrices. — declaró — Yo voy a seguir insistiéndole al jefe para que cambie de opinión, aunque como siempre, no prometo nada.

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