Saúl
Después del fin de semana que he tenido con Sarah y del día movidito de ayer en el trabajo, necesito desfogar antes de embarcarme en la rutina de hoy. Anteriormente, para desfogar, tenía las noches con Sarah y antes de ella, las tuve con otras mujeres. Pero, hoy por hoy, no hay mujer a la vista y no creo que la tenga. Ha llegado el momento de darme un respiro, porque, siempre, toda relación que he tenido sin ataduras, se ha vuelto en mi contra y termino quedando como un capullo integral. Ponemos las reglas de mutuo acuerdo y, luego, parece que dejan de existir. Así que, está claro que hay algo que no funciona en el método, ya que siempre tropiezo con la misma piedra. Tendré que evaluar de nuevo todas las reglas, así como las opciones de las que dispongo, mientras tanto, necesito acallar la mente. Para ello, he decidido salir a correr con Roco, mi perro.
Estoy en casa, listo para salir. Ya he hecho el calentamiento y los estiramientos reglamentarios para emprender la carrera. Llevo algunos días sin correr y creo que me he atrofiado un poco. Cuando pierdes el hábito, el día que vuelves a él es como empezar de cero. Bueno, no del todo, algo de fondo tienes, ya que has desarrollado capacidades, aunque éstas hayan mermado. No me da tiempo a ponerle la correa a Roco cuando me suena en el teléfono. Miro quién me llama, Aaron aparece en pantalla.
— Hola. —me saluda.
— ¿Qué pasa, tío? —le devuelvo el saludo.
— ¿Te he pillado mal? —me pregunta.
— No, qué va. Iba a salir a correr, pero dime. —después de hablar con él puedo salir a correr el ratito que tenía planeado, prisa no tengo.
— Nada. Quería saber qué tal estás. —su tono de preocupación hace replantearme el careto que puedo tener esta mañana.
— Bien. ¿No me ves? —le añado una sonrisa irresistible de las mías, para que vea que estoy bien y que no hay nada por lo que preocuparse.
— ¿La echas de menos? —en serio, ¿tan mala pinta tengo?
— Pues sí, tío. Las otras veces enlazaba una tía con otra y no notaba la ausencia, pero, ahora, estoy solo de verdad. Pero, porque yo quiero, no será por no tener la agenda llena de pibas. —es verdad, hay muchas chicas que me dan su nº de teléfono, hasta las camareras del Starbucks cuando voy a por un Mocca antes de ir al trabajo.
— Conmigo no hace falta que te hagas el fantasma. Ya sabemos que eres un pagafantas —bromea y nos reímos. Sienta bien reírse y ayuda a soltar la tensión.
— La verdad es que sí. ¿A quién pretendo engañar? Si quiero desfogar o me hago una paja viendo porno o salgo a correr con Roco. Hacerse pajas y ponerse en forma está en el manual de todo adolescente pagafantas. ¡Qué bajo he caído! —si lo pienso, ahora mismo podría tener a otra mujer disponible.
— No has caído bajo, te has dado una tregua. A ti y a tu polla, que no la viene nada mal este respiro, la tendrás exasperada. —volvemos a reír. Nos reponemos y vuelve la conversación— Y si la echas de menos, ¿por qué no la llamas? —y encima vuelve una conversación más seria o, mejor dicho, profunda.
— Porque no la echo de menos sentimentalmente. Echo de menos follar con ella, nos lo pasábamos muy bien en la cama. Y sé que ella quiere dar un paso más, tener planes fuera del sexo y yo eso no se lo puedo dar. —es verdad, echo de menos todo esto, pero también su olor, que, encima, le tengo por toda la maldita casa. Así no hay manera de que desaparezca de mi cabeza.
— Ya, pero podrías intentarlo. Ir a algún sitio a comer o cenar, o ir de copas y de fiesta... No te está pidiendo que te cases con ella ni que tengáis una relación seria. Te pide conoceros más y, creo que, eso es muy bonito. Que una persona quiera conocerte después de la mierda de sexo que le das... —y vuelta a la risa. Este tío siempre mete bromas para quitar presión al tema.— No, en serio. Quiere conocerte de verdad, conocer al Saúl que yo conozco. Creo que se merece esa oportunidad. —posiblemente ella sí merezca esa oportunidad, pero ¿yo la merezco?
— No sé, tío. Tengo que pensarlo... No me quiero rayar ahora. —es todo tan reciente que necesito un tiempo, quitar su olor de mi casa y pensar con la cabeza fría.
— Bueno, tío, siempre es un placer hablar contigo, pero te tengo que dejar.
— Lo mismo digo. Hasta luego. —me despido.
— Adiós. —finalizamos la videollamada.
Abrumado por la conversación que acabo de tener con mi mejor amigo, cojo la correa de Roco y se la pongo. Estoy agobiado por el tema de Sarah y necesito salir de casa, necesito coger aire porque siento que me estoy ahogando.
Mientras corro por los alrededores de Central Park, Roco se para en seco con una perrita. Me paro y observo a su dueña, una chica angelical, jovencita, rubia, de ojos azules, bastante guapa.
— No, no no... Kayra, ven aquí. —la rubia parece no tener un buen día. Tiene pinta de que le ha interrumpido los pensamientos Roco al acercarse a oler a su perra.
— Déjalos, son animales. Están en celo. —no pasa nada porque se huelan. Es su manera de conocerse. Si les gusta el olor, puede que tengan temita.
— Al menos, lo tendrás castrado. —supone.
— ¿Qué? Nunca le haría eso. —que manía la de que sean los machos los que tienen que tenerlo cortado por lo sano.
— ¡¿Cómo?! Pues quita a tu perro de en medio. —me manda. ¿Pero quién se ha creído? Que quite ella a su perra de en medio.
— Procrear es el curso de la naturaleza. Y no puedo intervenir en su contra de una manera tan aberrante. —menudo zasca le acabo de dar y se le nota el fastidio en la cara.
— Pues ponle un condón. —sentencia. ¿Pero acaso existen los condones para perros?
— No pienso tocarle la polla a mi perro. Entre machos nos respetamos. —faltaría más.
— ¿Machos, dices? En serio, por favor, quita a tu perro de encima. —y otra vez mandando. ¡Qué imperativa!
— Roco.
— ¿Perdón? —te perdono, rubia.
— Que se llama Roco. Vas a herir sus sentimientos.
— Por favor, Roco. Roquito, bonito, quítate de encima. —dice con voz de niñata mimada.
— Pero no le hables así, que no es tonto. —separo a Roco de la perrita, no quiero que esta mujer me dé un bolsazo en la cara.
— ¡¿Y cómo narices le hablo a un perro?! ¿Me pongo a ladrar? —¡Uf! Qué humillos... Veo que llevaba razón cuando he pensado que tenía pinta de no tener un buen día.
— Pues no estaría mal. Al menos te esforzarías por comunicarte con sensatez. —empiezo a fastidiarla de más. Me gusta este pique que tenemos.
— ¿Tú me hablas de sensatez señor "nunca castraría a mi perro"? —hace comillas con los dedos a la vez que intenta imitar mi voz. La verdad es que queda bastante graciosa su cara hinchando los mofletes para intentar hablar más grave. Sonrío ante tal acción.
— Guau, guau, guau... —comienzo a emitir ladridos mirando a su perra. Ella me responde ladrando, la rubia me mira con incredulidad y mi perro, simplemente, pasa, le es desapercibida toda esta escena.
— ¡¿Pero qué...?! —creo que quiere decir "cojones", pero le corto de inmediato.
— Le estaba diciendo a tu perra que te tiene que sacar a pasear más a menudo, que tienes pinta de vivir encerrada. Y ella me ha dado la razón, ¿a que sí? —me agacho y acaricio a la perra, mientras la rubia me mira roja como un tomate, no sé si de vergüenza o de enfado.
— Vámonos, Kayra. —tira de la correa de la perra ignorando que yo existo y continúa con su camino, dándome la espalda.
— Adiós, princesita. Un placer. —me despido de ella, pero no se digna a girarse ni a mirarme. Creo que, de buena o mala manera, la he marcado. Seguro que no se olvidará de este encuentro, al igual que yo no me olvidaré de su culo perdiéndose a lo lejos.
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AppRoach
RomanceJezz, una tímida e inocente joven, educada bajo el proverbio de ser una buena madre, una buena esposa y una buena ama de casa; rompe con todo este emblema para permitirse ser ella misma gracias a los consejos de su amiga Lya. Saúl, un diseñador gráf...