Jezz
Me tiembla todo el cuerpo y el pulso le tengo tan acelerado que no es un movimiento de dilatación y de contracción, sino que es un siseo que se agolpa en mis tímpanos, convirtiéndose en un pitido constante. Una vez en el pasillo, me apresuro a vestirme, rezando para que nadie aparezca entre la oscuridad. ¡Joder! Me he quedado con la corbata. Me la llevaré, porque no pienso recular y abrir la puerta, por mucho que ahora mismo Black Mask esté gritando improperios a la soledad de la habitación.
Me río como una loca en la fría noche. ¿Qué cojones acaba de pasar? Los recuerdos me vienen a la mente, rápidos como el trailer de una película, como si no los hubiera vivido, como si hubieran sido una ilusión, un sueño inverosímil, apenas nítido. Mis carcajadas van en aumento, me llevo las manos a la cabeza. Sigo alucinada, sigo drogada. Me quito la máscara y observo que sale vaho con cada expiración, pero yo no siento frío. Me atrevería a decir que no siento nada en absoluto. Estoy perpleja y abrumada por toda esta noche. Debería irme a casa.
—¡Taxi!
Llego a casa hiperventilando. ¿Por qué he hecho esto? ¡Dios! Perdón por nombrarte en vano, pero ¡¿en qué momento me he dejado llevar?! ¡Que me ha visto desnuda! Yo no soy así y quiero llorar. Y lloro porque la montaña rusa de mis sentimientos está descarrilando. Necesito bañarme, lavar mi cuerpo, porque ahora mismo me siento sucia, me siento una furcia. Necesito quitarme toda esta peste a hombre y pecado sexual que llevo como velo sobre la piel. Menos mal que no terminamos la hazaña y que paré en el momento adecuado. Lya, te odio por meterte en mi cabeza y por convencerme para hacer tus locuras. Yo no soy tú. Yo soy yo, de una manera diferente y, hasta ahora, muy cómoda.
¿Que no estaba contenta conmigo misma por ser tan reprimida? Pues... no pasa nada, soy joven y aún tengo que madurar, aprender de la vida, pero no a base de acostarme con hombres enmascarados. ¡Que esto no es porno! ¡Que esto es la vida real, joder!
Abro el grifo, llevando la palanca hacia el extremo izquierdo, poniendo el agua lo más caliente posible, ardiendo. Me da igual quemarme. Necesito quitarme toda esta noche de encima, borrarla de mi piel, borrarla de mi cabeza... Ojalá me diera amnesia, ojalá haber estado tan borracha como para mañana no acordarme de nada, pero no caerá esa breva. Ni borracha ni drogada. Me he dejado tocar porque sí, porque me lo pedía el cuerpo, la mente y el corazón.
Entro en la bañera y el agua quema mi piel. ¡Joder, escuece! Me enjabono restregando fuertemente mi cuerpo con la esponja, arañándome. Y me baño con mis lágrimas derramadas camufladas con el agua caliente. Me sumerjo en el agua, necesito gritar y soltar toda la rabia acompañada por la tensión. De mis entrañas emana una energía que necesita ser liberada. Sube hasta llegar a mi garganta y chillo desgarrándome por dentro. De mi boca emergen burbujas de aire que, al llegar a la superficie, se desvanecen y, con ellas, la ira se sosiega. Salgo de debajo del agua para respirar profundo. Estoy algo más relajada y me siento agotada, exhausta. Pienso y le doy vueltas a la idea de que puede ser que esté siendo injusta conmigo misma, no debería castigarme de esta forma. Al final, no ha pasado nada. Hice lo que quería hacer, él no me obligó. Yo me dejé llevar porque quería hacerlo, estaba a gusto y me sentía bien.
He terminado. Quito el tapón y el desagüe se traga todo, así de sencillo. Observo como el agua se lleva mi llanto, mi sufrimiento y mi arrepentimiento desembocando en el fondo del pozo. Salgo de la bañera y me abrigo con la toalla. Me acerco al espejo y quito el vaho con la mano, mientras miro mi reflejo. Me observo, soy un alma en pena, una marioneta fácil de manipular. A través del cristal vislumbro lo que no quiero mirar directamente, las marcas que me he infligido sin tener bajo control la fuerza que incidía al frotar. Acabo de romper con todas las creencias que tenía arraigadas desde que era pequeña. He derrumbado la estructura base sobre la que me sostenía y, ahora, estoy cayendo al vacío sin arnés que me salvaguarde. Me he desviado del camino, alejándome del abrigo de mi madre y perdiéndome. ¿Cuándo dejé de obrar como lo haría mi madre? ¿Cuándo dejé de guiarme por su voz en mi cabeza y hacerle caso a la mía? Si esto es lo que pasa cuando decido por mí misma... no quiero este tipo de satisfacción.
Busco, dentro de mí, a la Jezz de ayer, la inocente y tímida Jezz. Y la atisbo brillando en una oscura esquina.
—No te autocompadezcas, porque no tendrás escapatoria —me dicta.
Me seco y me pongo el pijama. Lo mejor será tomarme una tila para que me ayude a relajarme, necesito dormir después de toda esta maraña de sensaciones que he vivido hoy y de sus repercusiones, sentimientos enemigos dentro de mí que hacen que me duela la cabeza y la barriga.
Siento las dudas corriendo por mis venas... Siento su frente sobre la mía... Siento comprensión, respeto, deseo y pasión... Siento su respiración calmada y profunda... Siento mi excitación y, con ella, él me acaricia con la yema de sus dedos. Su sutileza hace que me encienda más y que desee cada vez más. Nos miramos a los ojos y disfruto del magnetismo que él me brinda. Él es el dueño del placer que siento... Me siento intimidada y cohibida por la situación y por él. Pero, a la vez, todo es tan misterioso, erótico y sensual que es imposible no sucumbir a este morboso embrujo. Dejo de lado los pensamientos y los prejuicios, abro la mente y los sentidos. Me permito sentir y disfrutar de los deseos sexuales que anidan en mí... Siento mi vagina palpitar tras el orgasmo, mi respiración es entrecortada y agitada... Le miro, está de espaldas colocándose su máscara. Observo su desnudez, su musculatura, su espalda, su culo y tengo hambre de más... Estiro un brazo en su dirección y me cede las esposas, ahora a quien le toca inmovilizar y dar placer es a mí. Bailo sensualmente sobre él, le toco con pasión, me toco con provocación. Sus ojos son dos fuegos incendiándome y su miembro me avisa de que está listo. Le masturbo y, cuando está muy excitado, cojo un condón de la mesilla. Quiero probar a abrir el envoltorio con los dientes, a lo bruto, pero la máscara me lo impide. Opto por mi destreza manual y no puedo. Me pongo nerviosa y las piedras que he ido soltando a lo largo del camino esta noche, vuelven a mí, sepultándome. Se me agolpan los pensamientos negativos y destructores... Bloqueo. Me siento acorralada, me invade la necesidad de salir corriendo, de huir. ¡A la mierda! No puedo con tanta presión. Su mirada me abruma, mis pensamientos me agobian. Yo no debería estar aquí. Yo no debería estar haciendo esto. Le retiro la mirada, avergonzada, por quién he sido estos minutos, pero, orgullosa, por la decisión que acabo de tomar. Me levanto y recojo mi ropa a toda prisa, mientras él me habla. Le oigo, pero no le escucho. No presto atención a sus palabras de súplica y salgo de allí como alma que lleva el diablo. La adrenalina corre por mis venas como un coche de carreras y no controlo mi fuerza al cerrar la puerta. La cual produce un sonido tan fuerte que se podría considerar un disparo.
Despierto de golpe, cogiendo aire de una bocanada sonora, como si hubiera estado un rato en apnea, llenando mis pulmones de todo el oxígeno existente en la habitación. Estoy empapada en sudor, no sé si por la pesadilla o porque me he excitado con ella. He soñado nítidamente todos y cada uno de los detalles de la noche con Black Mask. ¡Lo que me faltaba! Por si no me sentía ya lo suficientemente mal conmigo misma, mi mente sigue castigándome, pero ¿hasta cuándo? ¿Hasta deprimirme?
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AppRoach
Roman d'amourJezz, una tímida e inocente joven, educada bajo el proverbio de ser una buena madre, una buena esposa y una buena ama de casa; rompe con todo este emblema para permitirse ser ella misma gracias a los consejos de su amiga Lya. Saúl, un diseñador gráf...