Capítulo 2

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(El siguiente capítulo contiene escenas sexuales entre un adulto y un menor de edad, lees bajo tu propia responsabilidad, no quiero ser funada.
Los actos en esta historia no deben ser romantizados.)

Vergüenza

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Vergüenza.

Quiso gritar cuando sintió los labios de ese demonio, era tan asqueroso sentirlo tan cerca, cada parte de su cuerpo le gritaba que se alejara, y su mente intentaba darle ideas para liberarse de ese toque que le parecía tan desagradable. Quiso golpearlo en la entrepierna, con lentitud levantó su rodilla, y antes de siquiera levantarla, él le apretó con fuerza el muslo provocándole un dolor ardoroso en la pierna, sintió como hilos gruesos de sangre le bajaban por el muslo, los labios del peliplata dejaron los suyos y se dirigieron rápidamente a su herida.

La lengua tibia y resbaladiza lamió su piel, tembló ante el asco que experimento, aquella criatura estaba comiendo su sangre como si de un manjar se tratase, su cuerpo desnudo se erizo, las luz del sol iluminaba toda la habitación dando una vista clara de todo lo que sucedía.

Sesshomaru disfrutó aquel sabor, era dulce como la miel, pero también sentía un ligero sabor a frutas, simplemente delicioso, lamió todo rastro de sangre, observó con lástima como un pequeño hilo que se había caído sobre las sábanas. Miró la piel blanca con el rasguño, y su boca se abrió para dar una gran mordida, su paladar explotó con el sabor de la sangre, un gritó de dolor rompió el silencio, muchos olores deliciosos se mezclaron en el aire, era la combinación perfecta entre sangre, dolor y miedo.

Su pene se puso duro de inmediato, ¿Cuando fue la última vez que había estado con una mujer? No lo recordaba, su boca soltó la carne que mordian sus dientes, lamió la zona, evitando el menor desperdicio de aquel líquido carmesí, los quejidos adoloridos acompañaban el silencio, miró mejor aquel pequeño cuerpo, era algo robusto, sus pequeños pechos apenas y se notaban, miró más abajo, en su pubis, estaba totalmente lampiña, seguro ni siquiera había presentado su primera menstruación, aquello mato su lívido, se levantó molesto de la cama, no le gustaban tan pequeñas.

Su piel ardía en aquella zona donde el demonio la había mordido, le dolía tanto que ni siquiera podía soltar un chillido, solo podía derramar sus lágrimas en silencio, sentía demasiado pesado el cuerpo, no podía tomar la sábana y cubrir su desnudez, sus mejillas se sonrojaron, aquel demonio había dejado su cuerpo al descubierto.

Lloró de impotencia, no le gustaba como se sentía en ese momento, su cuerpo le dolía, era demasiado pesado. Sus pensamientos viajaron a su padre ¿Estaría en alguna fosa común? ¿O su captor era tan poco compasivo que habría dejado los cuerpos a la intemperie, que sirviera de alimento para los animales salvajes? El dolor en su corazón no hizo más que aumentar, ya no tenía nadie para cuidarla, estaba sola, y más indefensa que nunca.

Sus ojos, llenos de lágrimas, lloraron cansados hasta que, sin darse cuenta, se quedó dormida.

Su cuerpo, cansado y hambriento, despertó de su sueño debido a un fuerte dolor en una de sus manos,  sus ojos hinchados, aún cargados de sueño intentaron ver algo en la oscuridad de la habitación, entonces, entre la penumbra, alumbrado apenas por la luz de la ventana, miró una figura de hombros anchos, y un largo cabello plateado, que mordía su mano.

Sintió como unos delgados hilos de sangre bajaban por su piel, un gemido de dolor escapó de sus labios, aquello dolía mucho, pero también sentía que su cuerpo era más ligero, era tan extraño, los ojos ámbar la miraron, sintió temor, esos ojos parecían brillar en la oscuridad, los dientes que mordian su mano se incrustaron con más fuerza en su carne, soltó un grito de dolor y lágrimas gruesas salieron de sus ojos.

¡Duele! ¡Duele! Gritaba en su mente—¡Basta por favor!— gritó llena de dolor, su mano se sentía como si en cualquier momento sería destrozada—¡Por favor!— lloró amargamente al sentir como aquella mandíbula apretaba con más fuerza su carne.

Sesshomaru se sentía intoxicado, el dulce sabor de su sangre llenaba calidamente su estómago, el olor a miedo y dolor llenaba el aire, todo aquello era un estimuló que lo había hecho ponerse tan duro como una roca, una de sus manos bajó hasta su adolorido miembro, comenzó a estilumarse de una manera rápida, casi salvaje, mientras los gritos de dolor llegaban a sus oídos, su pene, palpitaba complacido por los sonidos que aquella pequeña boquita soltaba.

Debido a la fuerza con la que se estaba masturbando no le llevó mucho alcanzar la liberación, apretó los dientes mientras el clímax lo golpeaba fuertemente, sintió como la carne en su boca se destrozaba, y un grito casi ensordecedor llenaba la habitación. Su mandíbula soltó lentamente aquella mano, por la poca luz pudo ver como aquella figura femenina respiraba agitada, la piel le brillaba por una fina capa de sudor, miró como entre sus pequeños pechos aún en desarrollo, un hilo blanco de semen se deslizaba de manera perezosa.

Un sentimiento lo golpeó como una ola, vergüenza, sentía vergüenza por sus actos, sacó totalmente de su boca la mano de aquella humana, nunca, ni siquiera cuando comenzaba a descubrir la sexualidad, se había masturbado, siempre hubo una hembra dispuesta a complacer esa necesidad de su cuerpo, pero esta vez, el deseo había sido tanto que no podía, ni quería buscar a otra hembra, se levantó de la cama espantado, aún podía sentir el sabor de su sangre, la habitación aún olía a miedo y dolor, es más, él seguía exitado, incluso más que antes.

Se limpió con molestia los restos de sangre de la boca, ella solo era una asquerosa humana, y lo había rebajado a cometer un acto tan bajo, había pensado en dejarla morir esa noche, pero ahora su decisión era otra, la dejaría vivir, y la humillaría el doble de lo que ella lo humilló esa noche.

Ella se volvería su mascota, la domesticaría tan bien, que hasta sus antepasados sentirían vergüenza.

Continuará...

Demonio (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora