2° Besos - Kaku-Hidan

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Sabía delicioso. Más que eso incluso.

Sus dedos se estrelazaban con fuerza y sus besos ya habían dejado una marca de saliba por sus cuellos y mentones.

Alguna vez escucho por parte de sus amigos que los besos podían ponerte duro y deseoso, que solo faltaba alguien que supiera dartelos.

Pero, nunca creyo que fuera tan enserio.

¡Adoraba los besos su tío!

Eran fogosos e imparables, aunque odiaba que no pasaran de eso.

Cada día seguía y seguía fantaseando con que ese viejo bastardo volviera a deborarle la boca. Pero, para su mala suerte, esto no había vuelto a suceder.

Su madre lo había abandonado, o bueno, eso prefería decir él.

Su madre lo había dejado al cuidado de su tío cuando él tenía quince, y ahora con dieciocho años y solo tres escasas llamadas al año, que no duraban más de quince minutos, Hidan comprendía que ella no deseaba tenerlo cerca.

Se había refugiado en el calor del hombre mayor, y actualmente se encontraba perdido por culpa de aquel viejo.

Había sido un día bastante cansado y su tío había llegado algo borracho en la noche. Ni siquiera él recordaba como habían terminado tan envueltos, y tan excitados, pero esa noche no se repetía, y eso hacía enojar a Hidan.

Su deseo: Provocar que su tío lo debore a besos unas vez más.

Y hablando del rey de Roma...

Acababa de salir del baño, con una toalla blanca cubriendo su cintura, Hidan se sentía temblar al observar esa piel chocolate que lo llevaban a querer morderle los músculos.

Sin hacerse del rogar, se dirigió hasta la ancha espalda de Kakuzu y le dio un suave mordisquito que alertó al moreno al sentirlo.

Hidan dejó que sus brazos rodearan el cuerpo del mayor y lamió un poco del agua fría que resbalaba por el caliente cuerpo.

Sus dedos se deslizarón hasta llegar al nudillo de la toalla y fue en ese momento, cuando sus manos fuerón apartadas.

–Basta de jugar, es tarde, largate a la ducha y luego ve ha dormir — la voz de orden del mayor hizo que Hidan frunciera el ceño.

–Eres un viejo bastardo, nunca me consientes mis caprichos, ni siquiera un poco.

–No me importa, largo.

Soltó un largo suspiro y se fue a la ducha, se desnudo por completo y por curiosidad se miro al espejo ¡No estaba nada mal! Ese inútil viejo siempre lo regañaba y rechazaba a pesar de todo.

No importaba lo que hiciera, Kakuzu parecía ser de piedra, eso, o él en verdad no le excitaba ni en lo más minimo.

Despues de haberse dado un buen baño, fue a su habitación y se coloco unos shorts comodos, y una camiseta blanca que le quedaba bastante grande, pero que él consideraba lo mejor para dormir.

Bajo a la cocina y busco un vaso para servirse agua. El moreno el cuan aún no se había retirado a la cocina le dió un vistazo rapido y volvio sus ojos al libro frente a él.

–Nunca cambias. ¿Quieres que te ayude a sacar las cuentas?

Kakuzu observo a Hidan con un vaso de agua en las manos y la misma camiseta que se ponía toda las noches y que él sabía bien, olía a perfectamente a manzana, ya que era el olor que tenía el jabon que utilizaba el de cabellos grices, y ese aroma ya había impregnado sus prendas, por otra parte, la presencia de Hidan, daba un regusto más salvaje y cualquiera podía decir que el menor parecía pandillero.

El Callejón De Los Ships.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora