XVII. Lago Moraine, Canadá

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Nota: no leer sin haberse asegurado de haber leído el capítulo llamado "Arlon, Bélgica".

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Ojos verdes con pintas doradas escanearon ávidamente el paisaje en busca de imperfecciones. No pudieron encontrar ninguna. Ese era, probablemente, el paisaje más bonito que aquellos ojos habían visto jamás.

SeHun tenía una conexión con aquel lago que no tenía con ningún otro. No sabía por qué, pero la primera vez que había estado ahí mismo, en la orilla del lago ahora congelado, a sus tiernos doce años de vida, se había sentido como estar en casa. Fue como si perteneciera a un lugar, y era ahí: a lo más bonito que sus ojos alguna vez habían visto.

Sin embargo, a los veintiocho, se dio cuenta de que habían cosas —y personas— aún más bonitas en la vida. Entendió, entonces, que aunque había llegado a creer que ya lo sabía todo, aún le quedaba muchísimo por conocer.

El día que SeHun vio a Byun BaekHyun en la playa, lo supo. Fue como si lo hubieran golpeado en la cara. No sabía nada, absolutamente nada. ¡Había sido tan tonto en creer que había sabido algo antes de conocerlo! Esos ojos azules que le arrebataron el aliento le abrieron la puerta a un mundo completamente nuevo.

Asumió, también ese día, que los ángeles existían, porque nadie más que BaekHyun podía haber llegado a encajar mejor en la descripción de uno.

Cuando SeHun lo vio a lo lejos esa tarde de verano, su corazón se había saltado un latido. Le fue imposible no acercarse, no mirarlo. ¿Quién hubiera dicho que una persona así de hermosa estaría caminando entre los mortales? Quería verlo de cerca. Su rostro era familiar, lo había visto en fotos, en las sombras del rostro de su madre, en sueños cuando las palabras de Helena, que sonriente le hablaba de su hijo, tallaban la forma de extraños encuentros con un chico de ojos azules como el mar, piel rubia como la arena más limpia y cabello dorado como el sol.

BaekHyun había sido hasta ese entonces un rostro borroso en su memoria, alguien ajeno que le traía mucha felicidad a una persona cercana a él. Entonces se acercó y habló con él. "Byun BaekHyun". Ese era el nombre de la persona más hermosa que SeHun había visto alguna vez, y que se presentó en carne y hueso delante de él, cobrando su verdadera forma.

Las fotos no le habían hecho justicia, decidió. Ni siquiera las palabras de su madre, que siempre habían estado llenas de alabanza. Ni sus pinturas. No. Nada estaba a la altura de la perfección que era BaekHyun en persona. Era como ver el sol personificado, como estar sosteniendo en manos un universo entero. Estar a su lado se sentía como si SeHun estuviera dando vueltas en un tornado, falto de aire, pero flotando en él.

Nunca imaginó que se enamoraría tan fuerte de BaekHyun, pero tenía sentido. Después de una primera intensión tan intensa, conocer el corazón de BaekHyun fue como si el oro más puro y brillante se hubiera solidificado en los sentimientos más hermosos que alguien nunca le dedicó a él.

No podría haber sido más afortunado de que su amor fuera correspondido de una forma tan hermosa, con tanta intensidad, con tanta pasión, con tanta sinceridad.

Ya habían pasado años, tres exactos desde la última vez que había estado con BaekHyun, pero todavía le faltaban las palabras cuando trataba de describir lo que había sido compartir los meses más bonitos de su vida al lado suyo. Quizás jamás las encontraría. Simplemente no existían las palabras adecuadas para explicar todo lo bello que vivió con él. Todas las cosas hermosas que experimentó. Cada enseñanza que le quedó grabada a flor de piel, como si el sol hubiera hecho una quemadura en su corazón que nunca iba a volver a sanar. Era un ardor que con gusto deseaba recordar, porque aunque le supiera tan triste el haber tenido tan poco tiempo juntos, también había sido lo mejor que le sucedió en la vida. Lo más bello. Aquello que jamás olvidaría.

Where We Belong ✿ SeBaek/BaekHunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora