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¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias por todo el amor que le dieron a este pequeño fic. 

Seguimos el día de hoy. 

¡Mil gracias por leer!

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—Son celos, amigo.

—¿Qué? —Shorter subió sus piernas a la mesa antes de balancearse en la silla, él se acomodó los lentes de sol cuando se frotó el ceño. Que imagen más ridícula, la profesora lo regañaría apenas regresase al salón.

—Sí... —Él frunció la boca—. Dijiste que te enfada verlos juntos ¿verdad? —La expresión constipada de Aslan fue suficiente respuesta—. Esos son celos.

—Pero no me molesta ver a Griffin y a Eiji juntos. —Al contrario, encontrar a sus dos personas favoritas riendo antes de que él se les pudiese unir era su deleite.

—Tal vez tienes miedo de que ese tal Sing te lo quite. —La sangre se le heló ante el mero pensamiento.

—¿Quitármelo? —Un compulsivo tartamudeo escapó en esa pregunta.

—Quizás quiere robarte a Eiji. —No existió explicación más lógica en la inocencia de la juventud—. Si se la pasa pegado a él debe querer quitarte tu lugar.

Aslan tenía diez años cuando conoció los celos.

Aunque él había aprendido a hacer amigos sin problemas el moreno era diferente. Estar con el psicólogo no se podía comparar a las risas que retumbaban en su salón o a las andanzas en bicicleta que él tenía con el recién transferido Shorter Wong. El sentimiento era tan diferente. Cada vez que él contemplaba esos grandes ojos cafés el pecho se le llenaba con una cándida sensación, su estómago burbujeaba como si hubiese un ejército de mariposas atrapado en su interior y el rostro le ardía. Pero es que Eiji Okumura era tan bonito. Lo que más le gustaba a Aslan era su sonrisa, él era su persona especial, por eso se quería casar con él, para compartir aventuras hasta que envejecieran, sin embargo, había un problema con ese brillante plan.

Sing Soo-Ling.

Él odiaba cuando ese sujeto visitaba Cape Cod, Aslan casi parecía ser invisible cuando ese gigante de dos metros se paseaba por la casa de Eiji como si fuese suya y acaparaba toda la atención. Y era injusto. ¡Sí! ¿Quién se creía ese tipejo? Ni siquiera él se había ganado el derecho para entrar a curiosear al dormitorio del japonés, ¿por qué él sí podía? A él no le agradaba ese oportunista. Además ¿Qué debía hacer con sus celos ahora que los conocía? No le gustaba la sensación, lo hacía sentir enfermo, pero no podía evitarlo, verlos juntos lo enfadaba.

—¿No quieres ir a Manhattan conmigo? —El pequeño Aslan no pudo concentrarse en comerse sus galletas cuando ese entrometido habló—. Eiji, ni siquiera terminaste la carrera como se debe cuando te mudaste a este pueblo, deberías retomar la universidad. —Era verdad, el moreno se las había arreglado para avanzar con herramientas online cuando puso su consulta.

Dear future husband.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora