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—Castillos—
Recuerdo cuando nos conocimos, éramos compañeros de la facultad de Derecho, sin duda tener rivalidad en aquellos tiempos mozos era lo más divertido que pude vivir. Cuando trabajábamos juntos en algún proyecto de la universidad éramos dinamita pura, siendo los primeros en la clase, tú y yo... Juntos.
Era la envidia de tus seguidoras en la universidad cuando se enteraron que me habías pedido ser tu novia, me creía una reina a tu lado y tu me hacías sentir como una sin dudarlo, no dejabas que ningún chico se me acercará al principio creí que era parte de tus celos y miedo a perderme; Lo dejaba pasar, sin percatarme de las señales, alejaste a mis amigos diciendo que eran malas influencias para mí, te creí.
Al terminar la universidad me pediste matrimonio, lloré, era lo mejor que me podía pasar, caí en el abismo y no había retorno, los primeros tres años de nuestro compromiso era todo miel sobre hojuelas, después de ese tiempo mi infierno comenzó, me prohibiste salir a trabajar.
—No necesitas salir a ningún lado, puedo mantenerte. — fue lo que dijiste, yo acepté sin pensarlo, me imaginé una vida en donde tu llegarás te diera el típico beso de despedida y llegada, cocinando lo que más te gusta, y pasar el resto del día a tu lado como la feliz pareja que supuestamente éramos, que ingenua era.
Hicieron una fiesta de ex universitarios de nuestra generación, iría la facultad de Geología, Antropología, Derecho y Arqueología, había optado por usar un largo vestido escotado, con una aventura en la espalda, color azul oscuro, me maquille los más lindo que pude, para ti, me reclamaste.
—Si irás así, no vamos a ningún lado, pareces una cualquiera, ¿Qué dirán de mí ________?, que el gran abogado DIO tiene como esposa a una zorra, o te cambias o te pones un Blazer, un saco o lo que sea, así descubierta no vas. — baje la mirada ante la tuya, era tan filosa que pensé me matarías, pero te hice caso —otra vez— ya se hacía tarde, así que me coloque un saco que cubría mi espalda y escote, no quería dañar tu imagen me dije a mi misma esa vez.
Llegamos a la fiesta, me dejaste en una de las mesas, sola, te fuiste a saludar a tus amigos y yo solo te observaba a lo lejos, pensé que me presumirías como solías hacerlo en la universidad, no fue así.
Jonathan se acercó a mí, lo conocí por que era nuestro compañero en alguna que otra clase, era todo un caballero, se la paso conmigo toda la velada, hablando, riéndonos de anécdotas de la universidad y ligeros momentos que pasamos juntos, te acercaste y me halaste del brazo de una manera bruta que pensé «Me arrancará el brazo»
—¿Qué haces con mi mujer Joestar? — tu voz salió tan furiosa, tan brusca, por primera vez tenía miedo de ti, por un leve momento pude visualizar tus ojos literalmente inyectados en sangre.
—Solamente hablaba al final fuimos compañeros, No te alteres DIO. — él era honesto sin embargo le propinaste un buen golpe en la mandíbula que lo hizo caer de sentón al piso.
