¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Girasoli per lei—
El rubio llegaba con diferentes chicas al restaurante y eso te molestaba en todo aspecto, era tu restaurante, no un club de citas.
—Buon Giorno, quiero pedirles de favor que si van a tener ese tipo de... — miraste un poco mal a la pareja. — presentaciones afectuosas, se retiren del local, es un lugar familiar, como pueden darse cuenta hay niños presentes y esto no es digno al público. — sonreíste lo más falso y profesional que podías, siempre era lo mismo, pero ya habías llegado a tu limite, podías sentir el tic en tu ojo.
Te miro con una sonrisa coqueta, dejando de lado a la muchacha que lo acompañaba, tomo tu mano.
—Por supuesto, Bellissima dama. — beso el dorso de tu mano, provocando un leve sonrojo. «No caigas en su juego ________» pensaste.
—Grazie, espero verlos pronto, con una mejor presentación de sí. — diste media vuelta lo más rápido que podías, con la cara roja, soltaste el aire que mantenías retenido en tus pulmones.
—Pero, ¿Qué paso ahí ________?, ¡Estas muy roja, Oh dio mio! — hablo Antonella, tu confidente y amiga de trabajo.
—Ese tonto, ¿Qué se cree? — lo miraste de reojo. — Estaba con una chica y aun así coqueteo conmigo, ¡Que descarado! — la fémina contraria se reía de ti y tú la miraste con el ceño fruncido. — ¿De qué te ríes stupida? — cruzaste los brazos y la rubia se río más fuerte. — Tenías que ser oxigenada como ese tonto Antonella. —
—Te ves sumamente graciosa parloteando, sobre todo tonta, ¿Qué no ves que se muere por ti? — ahora fue tu turno de reír.
—Ese tipo y yo, ¡puf!, niente da vedere, mia cara. — ella te miro con una pícara sonrisa.
—Nunca digas nunca, dolcezza — al terminar de hablar/susurrar siguieron con sus trabajos, _________ a pesar de ser la jefa del local, también ayudaba siendo mesera, de vez en cuando veía como la pareja sonreía o a veces atrapaba al rubio mirándola indecorosamente y sin pudor alguno, cosa que molestaba a la pelinegra. —
[...]
Al fin la jornada laboral había acabado, todos sus empleados se habían ido, Antonella se había ofrecido a quedarse a ordenar todo con ella, pero le dijo que estaría bien, y aquí estaba cerrando todo, la calle estaba solitaria y la verdad no le preocupo, pensando en que yendo sola a casa sería más cómodo y tranquilo.
—¡Boo! — sintió como unas manos tocaban su cintura, como acto reflejo su mano se alzó, impactando con una suave mejilla, al voltearse la chica, diviso una cabellera rubia, mirando bien y reconociendo al instante quien era.
—¡Sei un figlio di puttana! — exclamó la chica con la cara roja de rabia y vergüenza, puso una de sus manos en el pecho, su corazón estaba a mil por hora.