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Y su dulce sonrisa, que por cierto me parece fascinante, resplandece como una estrella a punto de estallar...

Lexa hacía tan poco ruido al caminar que de no haber estado observando la acera no habría notado su llegada.

Se sentó a su lado con un encendedor en la mano y el cigarrillo encendido dentro de su boca.

¿Por qué Clarke no se había marchado cuando tuvo la oportunidad? Ni siquiera ella misma lo sabía.

—Es una bonita noche ¿No crees?

Se sintió confundida ante una pregunta tan casual en una situación que la atormentaba.

—¿Perdón?

Lexa la ignoró.

—Podría pintar este cielo, estoy segura. Captar el brillo de la luna será algo difícil, pero puedo hacerlo. Siempre puedo hacerlo...

—¿Estas bromeando? — su mirada azul se posó en Lexa con incredulidad.

¿Cómo podía interesarse más en pintar el cielo que el hecho de que sus brazos seguían estando más libres de tinta que los de un bebé?

—Por supuesto que no —Afirmó. Sus ojos verdes  no se separaban del cielo nocturno, y eso comenzaba a frustrarla — ¡Mira la luna! Puedo jurar que se ve mas grande que nunca... Y las estrellas... jamás había visto tantas.

Le encantaba la forma en la que los ojos de Lexa apreciaban el cielo nocturno, y cómo sus palabras salían de sus labios con adoración, pero estaba tan preocupada por sí misma que no pensó en el hecho de que la chica realmente estaba disfrutando la vista. 

—¿Puedes dejar de comportarte como una idiota e ir al grano?

—¿De qué estas hablando?— Cuando se volteó a mirarla, Clarke pudo notar algo de disgusto en su rostro. Tenía el ceño fruncido y sus labios formaban una fina línea. Se asemejaba a una niña a la cual le habían quitado un dulce.

—¡Sabes de lo que hablo, Lexa!¡De mis brazos!

—Son bastante lindos — Halagó con una sonrisa — Pero siendo sinceras prefiero tu trasero.

En otra situación se habría sonrojado.

—¿Puedes dejar de ser tan irritante y ...?

—¿Quieres un cigarrillo?— La interrumpió mientras sacaba uno de entre sus pechos, donde seguramente tenía una gran reserva. Clarke se enojó al notar que Lexa, de nuevo, había pasado por alto sus palabras.

—No fumo, Lexa — La chica simplemente se encogió de hombros y volvió a guardar el cigarrillo, dando una calada al que tenía entre sus labios para luego alejarlo con sus dedos y soltar el humo.

De no haber estado tan preocupada por sí misma habría notado como Lexa parecía poner todo de sí misma en esta simple acción, y la delicada forma en que sus dedos tomaban el cigarrillo, casi con ternura, para finalmente dejar escapar una nube gris con un suave suspiro.

—No se lo digas a nadie, por favor — Suplicó con temor.

—¿Qué cosa? ¿Que no fumas?

—¡Lexa! ¡Sabes de lo que hablo!

—En realidad no —Afirmó mientras la miraba—... Y es frustrante — Reconoció.

—No le digas a nadie que no tengo tatuajes — dijo mientras su mirada azul transmitían la desesperación y temor que sentía.

La chica de ojos verdes solamente la miró completamente confundida y luego le sonrió con dulzura. Estuvo a punto de acariciar la mejilla de la tatuadora, pero se retractó a último momento.

LA TATUADORA DE LIBÉLULAS (Clexa AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora