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Noches en vela, conversaciones infinitas, corazones que palpitan con la luna y las estrellas que atestiguan, cómo un amor puro se origina. 

-Blue 

El departamento de Lexa podría haber sido considerado amplio si el salón no hubiese estado repleto de cuadros, lienzos, caballetes y pinturas. También podría haber sido llamado elegante de no haber tenido manchas de todo tipo de pinturas en las paredes y suelo.

—Por si no lo notaste antes, mi departamento es también mi estudio — Resaltó fríamente mientras lanzaba las llaves de su auto a un lado, como si no le interesaran, y comenzaba a bajar la cremallera de su hermoso vestido, exponiendo segundo por segundo un poco más de la piel de su tersa espalda.

¿Realmente iba ella a desnudarse frente a Clarke?

—Está algo... desordenado—Observó. No quería ser descortés, pero tampoco una mentirosa.

—Lo sé, y realmente no lo lamento.

—Me gusta que no lo hagas— Y era cierto. Lexa era Lexa, y le gustaba siendo Lexa. No quería que lo lamentara.

Y fue en ese preciso momento en el que Lexa dejó caer la tela azul del vestido de su cuerpo.

Mierda. Fue lo único que logró pensar.

Estaba muy asombrada, pues ahora la pintora estaba completamente desnuda frente a ella y, para empeorar la situación, no había llevado sujetador o bragas durante toda la noche, lo que hizo que se le secara la garganta y emitiera un pequeño carraspeo para aclararla.

De repente hacía mucho calor, y el corazón de Clarke palpitaba tan fuerte contra su pecho que podría haberse salido de allí.

No sabía si era la armoniosa forma de su cuerpo, la forma en que sus múltiples curvas la llamaban, sus largas piernas o el simple hecho de que ella no pareciese tener pudor alguno, pero en ese momento sentía ganas de dejarse llevar por la lujuria, que pensó que algún espíritu sediento de placer se había apoderado de su cuerpo.

Lexa tenía unos pechos firmes, no muy voluptuosos, pero de un tamaño justo en armonía al resto de su cuerpo, una piel que se veía tan delicada como una pluma, y sus largas piernas la conducían directamente a su mayor deseo...

—¿Tienes hambre o solo quieres ir a dormir?

Clarke no respondió. Había olvidado cómo pensar o hablar con solo mirarla.

—Bien, como pareces tan entretenida mirando mis pechos, comeremos algo. Tengo hambre.

***

La pintora seguía desnuda cuando ambas fueron a la cocina.

Clarke permanecía sentada en una de las sillas de la moderna y manchada encimera, admirando fijamente el trasero de la artista sin siquiera disimular,  el cual se movía junto a ella mientras preparaba la cena.

Lexa Woods, sin duda era una obra de arte capaz de robarle el aliento.

Cuando la mujer se sentó frente a ella con los pechos al descubierto no pudo contener un gruñido de frustración que escapó por sus labios, y era tanta la distracción que la otra representaba, que no se dió cuenta de que ahora había un plato de deliciosa comida frente a su cuerpo hasta que la pintora empujó su mandíbula delicadamente para que cerrara la boca.

—¿Quieres que me cubra?

Por supuesto que no quería, pero decirle esto habría sido indecoroso.

LA TATUADORA DE LIBÉLULAS (Clexa AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora