Capitulo 7 - Trabajo Real parte 2

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Frendel extrañado de no ver al amanecer a Maira en su oficina, llego a pensar en que posiblemente se había quedado dormida, dirigiéndose a la habitación de la joven y tocar la puerta con preocupación; tocaba varias veces sin obtener una respuesta del otro lado, llamando a una encargada de las llaves para que abriera.

Frendel: (Será mejor que la revise antes que el señor venga y la mande a trabajar)... Lady Maira, perdone entrar de esta manera, venia a...

La joven estaba recargada en la cabecera de la cama, con una expresión de cansancio y dolor; este se acercó a ella pidiendo que la señorita de las llaves llamara al doctor de urgencia.

Frendel: Lady Maira, ¿Qué le sucede? ¿Le duele algo?

Maira: Solo me duele el pie, no es nada grave...

Fredel sujeto las sábanas de la joven, moviendo las a un costado e observando la condición de su pie; se encontraba de un tono morado e inflamado, esa torcedura no era del momento, llegando a una ligera sospecha de los acontecimientos.
Cuando llegó el doctor, se dispuso a tocar el pie analizando si estaba fracturado pero no, solo era sobre esfuerzo en la torcedura común; colocando hierbas en el pie y vendar lo, de paso le recetó medicinas a tomar e dándole la indicación de no ingerirla con el estómago vacío.

Fredel: Lady Maira, me podría explicar, ¿cómo sucedió?

Maira: Solo me tropecé distraída porque no quería que se me cayera ninguna hoja, no pensé que terminaría así de grave.

Alexander: ¿Estas segura? En el segundo piso escuché que ayer varias personas te iban a ir a molestar, que cosas, ¿no creés? Casualmente, no las encuentran.

Tanto Maira como Fredel dieron un sobresalto del susto ante la llegada inesperada de Alexander, temblando ligeramente y observándolo de lejos.
El peli negro recargado en el barco de la puerta, se encontraba cruzado de brazos e bostezando ligeramente.

Frendel: B-Buenos días mi señor, como usted dice, esto parece un caso de molestar a Maira por haber sido elegida por usted, solo son envidias.
(Deben sentir celos de la señorita, una joven tan bella al lado de un príncipe frío pero bondadoso)

Maira: No pasó nada, es cierto que fueron a molestar pero yo me caí, el príncipe Aldo me ayudó, eso es todo.

Alexander: Comprendo mejor la situación ahora, bueno, si no paso nada me retiro a trabajar; tienes el día libre, ni te levantes. Fredel, déjala descansar y acompáñame.

Fredel: Mi señor...esta bien...(¿Cómo es capaz de dejarla sola en ese estado? ¿Dónde dejo ese lado bondadoso del primer momento que la conoció?)

Ambos hombres salieron dejando sola la habitación de nuevo, Maira simplemente se recostó con la intención de dormir y recuperar el tiempo de sueño no conciliado antes.
Alexander le indicó al personal de él, atender cualquier llamado que hiciera Maira en caso de necesitar algo; dirigiéndose hasta la parte del palacio que le pertenecía a Aldo, tocando la puerta de su oficina y entrando aún sin obtener una respuesta para pasar, Fredel estaba sorprendido de tal comportamiento que incluso podría decir que estaba molesto.

Aldo: Alex, es de mala educación entrar sin recibir la autorización, agradece que estoy solo y nadie notó esa falta de modales.

Alexander: Dime que paso ayer cuando la encontraste, detalla todo, tienes tiempo.

Aldo: Tranquilo, primero debes calmarte; ayer los trabajadores del rey fueron a buscar a Lady Maira para molestar la, por lo que vi, le metieron el pie para hacerla caer y ofender la. Me encargué de buscarlos e encerrarlos en la prisión subterránea.

Alexander: ¿Quieres que me tranquilice? Maira está en cama sin poder dar ni siquiera un paso por el dolor y me pides estar tranquilo...vayamos a la prisión, yo les daré su sentencia directamente. Fredel, ve a llamar a mi grupo de caballeros y que esperen en mi oficina.

Fredel: Si señor, si me permiten, me retiro primero. (¡Así se habla señor! Estoy tan orgulloso de él que se me quieren salir las lagrimas~)

Aldo: Mm, pobrecita, está bien, te voy a ayudar solo por ella; merece justicia ante terminar en tal estado.

Alexander: No te atrevas a tocarla de nuevo, date prisa, te espero allá.

Alexander salió a paso rápido dirigiéndose a las afueras del palacio en dirección a una torre vigilada por muchos guardias donde le abrieron paso para que entrara y fuera descendiendo por las escaleras en el subterráneo, dando hasta las celdas donde estaban los empleados bastante asustados y rogando piedad. Aldo corriendo detrás de él, llegó unos minutos después agitado e observando como todos estaban asustados ante la presencia del segundo príncipe.

Aldo: Alex, estaba jugando, no te pongas así. Estas son las personas que la molestaron, ¿qué harás con ellos? ¿Matarlos? ¿Exclavisarlos en países vecinos o venderlos?

Alexander: ¿Qué clase de persona crees que soy?...No haré nada de eso, solo los mandaré sin armas ni armaduras al frente de la guerra contra nuestro enemigo, si regresan con vida los mandaré a trabajar en el campo. Suerte con no morir.

Aldo se quedó boca abierta ante tal orden que dio Alexander a los culpables de la herida de Maira, no se quería imaginar que medidas tomaría si le llega a pasar algo más grave a la señorita de cabellos verdes.
Sonrió el hermano menor, indicando les a los guardias a donde mandarlos de acuerdo a la sentencia y retirándose junto a su hermano mayor a distancia.
Alexander se dirigió a su oficina con la intención de elegir un guardián experimentado y seguro para Maira lo más rápido, para que alguien la cuide todos los días en cualquier momento del día.

Aldo aprovechando el tiempo, pregunto a las sirvientas donde estaba la habitación de Maira, entrando una vez encontrando la y apreciando a esta dormida. Tomo haciendo en la orilla de la cama, tocando la cabellera de la joven e sintiendo la suavidad de esta.

Aldo: (¡Wow~! Realmente tiene el cabello suave y sedoso, es bastante linda para estar con un lobo feroz)...Mm, tiene los labios muy pequeños.

Acerco un dedo hasta rozar los labios de Maira, acción que fue intervenida por otra mano la cual sujeto su muñeca con bastante fuerza; al subir la vista, su cuerpo tembló observando a Alexander quien también lo veía con una expresión de enfado. El príncipe Aldo, se levantó huyendo de la habitación por salvar su vida en esos momentos, dejando los a solas en el lugar. Alexander acomodo la cama donde se había sentado Aldo, borrando cualquier silueta dibujada y tapando mejor a Maira, ¿por qué se ponía así por ella? Ni él lo entendía, solo tenía esa preocupación porque nada le pasará y sonriera.

Acerco su rostro al de ella, juntando sus frentes y revisando su temperatura, no parecía estar alta; tomó un poco de distancia tapando los ojos de la contraria en caso que despertara e beso delicadamente la frente de Maira, alejándose de ella y saliendo de la habitación. Alguien más parecía estar afuera esperando, una silueta con ojos amarillos esperaba las órdenes del príncipe.

Alexander: Quedate en la puerta haciendo guardia, no dejes que nadie entre a menos que sea el doctor y si se levanta, la sigues.

La silueta asintió la cabeza, poniéndose frente a la puerta parado montando guardia de acuerdo a la orden de su señor.

Fin del capítulo

Salvando al ProtagonistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora