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Un ruido sordo, y luego todo lo que Geralt oía era el aleteo del águila alejándose.

Le tomó unos segundos reaccionar. Desde su lugar, podía ver la espalda del zorro tirado en la nieve, pero no se atrevía a acercarse hasta identificar el más mínimo movimiento, algo que le indicara que seguía respirando. Sólo conocía a Jaskier desde hace una semana, no podía perderlo tan pronto, no cuando apenas había empezado a tomarle cariño.

Tragó saliva y por fin decidió acercarse, rodeándolo lentamente para quedar frente a su rostro. Estaba inconsciente yrespiraba, pero tensó la mandíbula con el estómago revuelto al observar lo desastroso que lucía.

Su pelaje estaba enmarañado, habían manchas de sangre fresca donde las garras del águila hirieron su piel, y sus patas delanteras estaban completamente sucias con tierra húmeda.

De pronto escuchó un quejido, y rápidamente dirigió todos sus sentidos de vuelta al rostro del omega, quien apretó con fuerza los párpados antes de abrirlos un poco. Parecía desorientado, pero sus ojos se encontraron con los suyos antes de que pudiera decir algo.

—Geralt... —masculló el ojiazul con dificultad, y al ver que podía hablar, Geralt por fin dejó salir el aire retenido, el miedo apenas abriendo paso al enojo.

—Jaskier, ¿qué estabas...? ¿Por qué me desobedeciste cuando dije específicamente que no vinieras solo? —gruñó entre dientes—. De verdad, primero el oso y ahora esto. Dime, ¿qué estabas pensando?

—Lo siento —murmuró el omega, soltando un gemido por lo bajo y desviando su vista. No estaba intentando ponerse de pie aún, y tan pronto como se había enojado, Geralt comenzó a preocuparse por su anormal quietud, analizándolo con más detenimiento. El estómago del zorro subía y bajaba con rapidez, como si le costara respirar.

—Jaskier —llamó con más suavidad, la duda en su tono de voz—. ¿Puedes pararte?

Unos segundos pasaron, la respiración del omega seguía siendo agitada, pero finalmente intentó erguirse lentamente, soltando un adolorido ladrido en cuanto apoyó una pata sobre la nieve.

—Yo... creo que me la rompí —explicó entre jadeos, la pata que había intentado apoyar temblaba levemente y se mantenía encogida contra su pecho.

—¿Dónde más te duele? —preguntó en seguida, acercándose a olfatearlo y arrugando la nariz al notar cómo, en el lomo anaranjado, la sangre continuaba saliendo de las heridas que las garras dejaron. El pelaje estaba mojado y aplastado por el líquido rojo, y con cada segundo que Geralt escuchaba los adoloridos jadeos, más sentía su corazón acelerarse con desesperada preocupación.

—¿En todos lados? Creo que mi cola está bien —dijo el omega tratando de bromear, sin embargo, su voz quebrada estuvo lejos de lograr aligerar el ambiente.

Geralt echó un vistazo a su alrededor. No había rastros del águila, pero temió que la sangre llamara a otros depredadores. Volvió su mirada a Jaskier, notando que aún parecía mareado y, por último, revisó de nuevo su lomo, descubriendo que al menos las garras no habían herido la zona de su cuello, así que tal vez podría tomarlo y llevárselo de ahí sin provocar más daño.

—Tengo que llevarte a la cueva, Jaskier —murmuró, mirando las iris azules hasta que estas se esforzaron en observarlo de vuelta—. Es peligroso si nos quedamos aquí, ¿podrás aguantar que te cargue? —preguntó por lo bajo, sus orejas estaban alerta a cualquier ruido cercano, pero también a los pequeños quejidos del omega.

—Sí, está bien... —se las arregló el zorro para responder, asintiendo con poca convicción y acomodándose entre temblores para dejar expuesta su nuca. Geralt lo rodeó, ajustando sus dientes al pellejo del zorro lo mejor que pudo y levantándolo con el máximo cuidado posible, esperando cualquier queja para detenerse.

The Colors of the Fox | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora