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—Está bien, Jaskier... No les haré nada —accedió Geralt con pesar a la súplica del omega, y suspiró más tranquilo cuando el rostro contrario se volteó hacia él con alivio.

Le pidió que tratara de dormir después de eso, y cuando por fin escuchó la respiración del zorro volverse más suave, por fin pudo pararse y salir de la cueva, inhalando profundamente mientras se decía a sí mismo que podía hacer esto.

Ahora, Geralt era quien debía cazar. Esta vez, tenía que hacerlo. Ya no sólo para sí mismo, pues el omega lo necesitaba también, y no podía permitirse fallar cuando Jaskier lo había estado alimentando todos estos días sólo a cambio de un techo para dormir.

"No has aceptado al nuevo tú, al que es un lobo" recordó en su mente con el espeso bosque frente a él. ¿Cómo iba a aceptar algo que desde un principio rechazó? Por más que lo pensaba, ninguna idea venía a su mente. Había perdido a sus hermanos, a Vesemir, sus mutaciones y todo lo que conocía, ¿había una sola cosa que pudiera agradecer de su nueva vida?

Entonces cayó en cuenta. Jaskier.

Si se hubiera quedado en Kaer Morhen, si nunca hubiera cedido y tomado su forma animal, si nunca se hubiera adentrado en las montañas nevadas, ni hubiera salido a cazar esa noche en la que se vio atrapado en medio de una tormenta, tal vez, nunca hubiera conocido a Jaskier.

Y eso, por primera vez, le hizo dar gracias por ser un lobo. Un lobo hambriento en el camino de un zorro.

Inhaló profundamente y, tratando de darle aquella vitalidad a sus músculos que hace tiempo no sentía, comenzó un suave trote hacia el bosque. Esta vez, no trataría de recordar cómo era usar sus antiguos sentidos. Ahora, trató de adecuarse a los nuevos y, aunque le llevó horas de concentración y decenas de frustrantes intentos fallidos, finalmente, lo logró.

Geralt estaba jadeando, el vaho saliendo de sus fauces en grandes cantidades. Sus pulmones ardían, las extremidades le temblaban e incluso se sentía algo mareado, pero al fin lo había conseguido, y no pudo evitar sentirse algo orgulloso cuando procesó que un jodido ciervo estaba bajo él, completamente inmóvil luego de largos minutos de forcejeo.

Cuando estuvo un poco menos cansado, tomó al animal de un asta y comenzó a arrastrarlo de vuelta a la cueva, parando cada ciertos minutos y prestando atención a su alrededor antes de continuar. Tuvo que rodear un poco la zona de la caverna en cuanto llegó, pues, aunque el improvisado jardín que Jaskier había creado era un desastre, él no quería dañarlo.

Finalmente, pudo dejarlo en la entrada y, no queriendo hacer más ruido, ingresó él solo. Era completamente de noche, por lo que no le extrañó ver que el zorro seguía profundamente dormido, sin embargo, justo cuando iba a volver a salir, notó de reojo que el omega se estaba moviendo entre sueños, sufriendo pequeños espasmos en sus extremidades y arrugando su rostro en lo que él bien podía reconocer como una pesadilla.

Dudó sobre acercarse o no, pero él sabía lo desagradable que era pasar por ese tipo de noches, por lo que terminó aproximándose lo más suave que pudo, empujando la mejilla del omega con su nariz y llamándolo entre susurros. Luego de algunos segundos, el zorro por fin logró despertar, apretando con fuerza los párpados antes de abrirlos, sin embargo, Geralt no esperaba la reacción que tuvo tan pronto lo vio.

Con un rápido movimiendo, el ojiazul se irguió y retrocedió lejos de él con tal brusquedad que golpeó su lomo contra la pared de piedra, y aunque seguramente sus heridas dolieron, se mantuvo apegado a ella, mirándolo con aterrados ojos cristalizados y una agitada respiración que hacía subir y bajar su pecho blanquecino. Geralt podía entender que se asustara al apenas despertar de una pesadilla, pero no entendía por qué, si los segundos pasaban, Jaskier no mostraba indicios de reconocerlo.

The Colors of the Fox | GeraskierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora