Conocí una vez un chico de alma vieja.
Pude ver en sus ojos la opacidad de la vida corriendo por sus venas.
Caminaba encorvado casi en todos lados y por extraño que parezca, aún así su metro ochenta intimidaba casi a todos.
Conocí a este chico de alma vieja en unos de esos callejones de los que nunca hablo, ni escribo y mucho menos me atrevo a decir.
Estos lugares son secretos para mí, añejados y con pintura marrón salpicando a sus esquinas, como si las sombras de nuestros cuerpos pertenecieran ahí.
Esos lugares a los que uno va solo, quizá para espantar los pensamientos o para encontrarnos con nuestras pesadillas y en esta ciudad tan bulliciosa encontrar un lugar como estos, no es tan difícil como aparenta.
Cuando voy ahí encuentro a toda clase de personas, a veces me gusta sólo ir a observar al mundo entero, a veces uno encuentra nuevos versos de estos sitios y como siempre conocí a este chico como el resto del mundo que se conoce ahí: Con un trago.
Con esa luz amarilla del local, su piel blanca me pareció enfermiza. Tenía un par de ojos negros que corroboraban mi teoría: Este era un tipo que vivía en el pasado.
Nada fuera de lo normal en estos lugares secretos así que le sonreí con decadencia por que todo el mundo en estos lugares tiende a sonreír y él me regresó su propia versión de saludo con una sonrisa chueca, ladeada, escondiendo secretos.
Le pregunté su nombre- algo que no está muy bien visto en este tipo de sociedades secretas- y me inventó uno muy bueno; que no voy a decir.
Detrás de nosotros llegó uno de esos poetas que desesperado nos ofreció parte de su trabajo pero el chico decidió echarlo de ahí.
Entonces miré sus dedos que entintados de papel y letras sostenían su trago y lo supe de inmediato: Así deben verme el resto de las personas, justo de este modo.
Comenzó a hablarme del jazz que sonaba por la esquina y cómo su corazón bombeaba toda clase de tonterías, que a veces se quedaba despierto en las noches pensando en cosas inservibles, todas en espiral y que cuando su cerebro comenzaba a trabajar mejor, lo odiaba porque lo hacía en los momentos más inoportunos del día.
Lo vi sacar un cigarrillo que durante varios minutos no encendió. Siguió hablando con sus manos entintadas, haciendo énfasis en cualquier pobre alma que estaba acompañándonos esa noche con su mirada, al final después de todo ese parloteo encendió su cigarro sin ofrecerme nada.
La verdad, no recuerdo mucho de lo que yo dije, quizá porque no dije tanto y esque aunque este era un chico de alma vieja, no dejaba de hablar.
Si te soy sincera no me importó que lo hiciera, me dediqué a observar pensando en qué nombre le pondría si fuera uno de mis personajes de mis historias, si ocuparía o no su nombre falso o si lo describiría con la misma ropa de ese día; ese absurdo traje oxford de color café y también pensé si te contaría de sus ojos tristes, repletos de insomnios y pesadillas, de si describiría sus largos dedos manchados de tinta azul, de si te hablaría de su rostro pequeño y el puente de su nariz recta o de los tres lunares de su mejilla, me pregunté más valiente si te contaría a qué tipo de café saben sus labios... No me importó tanto, fue como ver salir de los libros a un personaje pretencioso, ese chico misterioso que seguro te gustaría...
Interrumpió mis pensamientos cuando miró la libreta sobre mis piernas, alzó una ceja cuando se dio cuenta de mis dedos también estaban manchados de tinta, cuando observó mis ojos tristes y me vio las pesadillas en las muñecas, lo supe de inmediato: Me había descubierto.
Le conté la verdad del porque iba a esos lugares apartados del mundo, donde el café valía uno noventa y donde las canciones tristes de jazz sonaban a pecados compartidos. Le sonreí con ausencia cuando le dije que esta también sería una historia algún día y por supuesto; le gustó la idea.
Una vez conocí a un joven con alma vieja.
De esos que a sus veinte años usan trajes baratos para aparentar inteligencia, de esos que leen diez tomos en un día, de esos que no sueñan y suenan a letras.
Una vez conocí a uno de esos chicos... ¿Cómo me conociste tú a mi?
ESTÁS LEYENDO
De lo que corre por mis venas
PoetryEntre esos pasillos de mi alma, siempre hay una ranura que sangra recuerdos.