No está bien.

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No.

No quiero un "está bien"

Existo en este lugar triste y roto, lejano de todos, incluso de mi.

Soy yo de pie en un laberinto, mirando a una salida que no logró vislumbrar, un eterno espiral de dudas que no encuentran respuestas y tú vienes con un simple: "Todo va estar bien".

No se siente bien.
Nada está bien.

Hay veces que nada se siente bien. Pero estoy aquí, de pie preguntándome cómo salir de estos pasillos infinitos, preguntándome si soy lo suficientemente valiente para dar un paso al frente del precipicio.

Me siento acorralada.

Soy mi propia prisionera, la eterna búsqueda de la llave que me llevé afuera. La eterna lucha conmigo misma.

¿Cuándo dejaré de luchar?

Estoy cansada de luchar.

Quiero ver esos lugares prometidos, esos de los que todo el mundo habla: Esos páramos infinitos, verdes como la primavera, un río que no tiene fin que se deja ir con el arroyo, el susurro del aire cantando en mis oídos, una canción que reconozca mi corazón.

Quiero ver la luz después de este pasillo, una que me dejé ciega por un momento y tenga que parpadear cien veces hasta acostumbrarme al resplandor.

Quiero sentir la arena bajo mis dedos, las cosquillas de un pasto o del océano. Quiero saborear nuevos besos y que no me sepan a marchitos, quiero ver en ellos vida antes de imaginarme la muerte del amor, quiero ver el cielo infinito, que el azul vuelva a ser mi color favorito.

Que las rosas me fascinen por las espinas y los girasoles se abran al sol, que mis margaritas tengan pétalos infinitos y que me sienta mejor.

Quiero salir de este pasillo y creer realmente esas palabras que te encanta decirme; que estaré bien, que voy a estarlo... voy a estarlo... tengo que estarlo.

De lo que corre por mis venasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora