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Kayden Stone

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Kayden Stone

No está mal volver a empezar.

Al fin y al cabo, la veré casi todos los días cuando venga a entrenar aquí y prefiero la paz porque sus ataques bipolares me generan cierta jaqueca.

Admito que si llegué a molestarme por el comentario que hizo en la cafetería, sin intención me recordó cosas de mi vida que he preferido mantener en el olvido y dejar atrás.

—Mierda, la pelea es en unos días y no... —Es Maxis— Joder, no haces nada bien.

Colgó el teléfono y nos miró a ambos.

—¿Te ocurre algo? —preguntó Paige.

—Es normal que esté alterado, ya te acostumbrarás a verlo así —él me miró mal.

—Tan gracioso, Stone —rodó los ojos y se enfocó en los de Paige— ¿Y cómo te fué con éste? Imagino que los entrenamientos con él fueron un dolor de cabeza.

—De hecho no —admito que su respuesta me sorprendió—, la pasé bien. Digo, es muy bueno entrenando, tuvo paciencia y no me llevó nada recio.

¿Acaso pasó de odiarme a amarme? Da igual, me gusta que se esté tomando la tregua de una buena manera, no lo esperé así.

—Vaya —respondió Maxis asombrado— Si es así... creo que el indicado para entrenarte es él.

Paige abrió los ojos y casi se atraganta con un mechón de su propio cabello castaño, tuve que contenerme para no reírme en su cara.

—¿Qué? —musitó, pero Maxis y yo fuimos capaces de escucharla.

—Lo que oyeron, —suspiró— yo estoy bastante ocupado y si sincronizan tan bien, prefiero que él se encargue.

—Yo no tengo ningún problema con entrenarla —solté, ella me miró un poco estupefacta—, ¿A ti te molestaría?

—No... —respondió lento— me parece bien.

—Perfecto entonces —sonrió Maxis—, hablaré con Maury para explicarle las razones... quizás le moleste.

Es normal, seguramente a su novio no le gustará saber que un tipo al que no conoce de nada entrenará a su chica, más cuando ha visto que no nos llevábamos muy bien y lo que más amaba Paige en el mundo era discutir conmigo sin siquiera conocerme.

—No, tranquilo, no le molestará —ella sonrió.

—Tú —me miró Maxis— sigue entrenando a Paige.

—Como usted diga, querida damisela —él me miró mal y desapareció de nuestro campo de visión— Sígueme.

Le hablé a Paige y comencé a caminar hacia el área de ejercicios seguido por ella.

Sus Cinco Vidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora