- ¿Estás bien?
- ¿Qué te ha pasado?
Todas estas preguntas y más acribillaron la cabeza de Louis, quien al abrir los ojos se encontró en un parque, tirado en el suelo, rodeado de la gente de su pandilla.
- ¿Qué haces ahí?
- ¿Te encuentras bien?
- ¡Reacciona!
Se sintió mal, le dolía mucho el estómago; no estaba en condiciones de soportar un interrogatorio como aquél.
- Estoy bien- dijo simplemente, y estiró los brazos para que le ayudasen a levantarse.
Pero no estaba nada bien, ni mucho menos. Al incorporarse, echó un generoso y repugnante vómito de sangre, y se desmayó, no tardando en recuperar el sentido.
- ¡Al hospital!- gritó uno.
- No, no...- murmuró él. No debía ir a ningún hospital, no... a cualquier sitio, menos a ese...
Se soltó de los que le llevaban agarrado, y les dijo de nuevo que estaba bien, que sólo tenía que volver a su casa para dormir un poco, y de esa forma se recuperaría.
Edward, que no tenía un pelo de tonto, le miró fijamente.
- Vale, chicos, no os preocupéis; yo me encargo de él. Le llevaré a casa- dijo.
- ¿Y qué haremos nosotros? ¿Por qué no podemos acompañaros?- preguntaron los otros cuatro chicos.
- Vamos, hombre, por un día que no esté el jefe no os morís, joder- respondió Edward, y acto seguido fue hacia Louis. Ambos se alejaron.
- Tronco, ¿no habrás vuelto otra vez con esas putas drogas, no?- el tono de Edward era mezcla de reproche y preocupación.
- Te prometo que no he tomado nada...- respondió Louis.
Entonces Edward le soltó de golpe, y él cayó al suelo; no se sostenía en pie.
- ¡Vamos, no me jodas! A esos les engañas, pero a mí no- el chico ya se estaba enfadando; no soportaba que Louis intentase engañarle, y menos aún cuando las cosas eran evidentes.
- Te digo que no he tomado nada...- insistió él.
- ¿Qué era? ¿Otra vez heroína? ¿O cocaína? ¿Tal vez algo nuevo?
- ¡Que no he tomado nada!- chilló Louis. Al levantarse, una pastilla amarilla le salió del bolsillo y cayó al suelo.
Enfadado, Edward se lanzó al bolsillo de su amigo. Como se imaginaba, había pastillas de todas las formas, tamaños y colores en él.
- ¿Te crees que soy gilipoyas?- gritó, y dio un sonoro puñetazo a Louis-. ¿Qué hacías con todo eso?
- Un encargo- murmuró el chico. Volvió a soltar un vómito de sangre.
- ¿Qué es lo que te has hecho? ¿Cuál de todas tomaste?
Louis veía borroso, pues se estaba volviendo a marear, pero aun así pudo distinguirlas claramente: una pastilla triangular de color rojo, muy pequeñita; otra blanca y redonda, que podría pasar más que de sobra por un medicamento cualquiera; y otra amarilla y alargada, medianamente más grande que las otras dos.
Espantado y sin saber qué hacer, Edward no pudo evitar gritarle, histérico:
- ¡¡Imbécil!! ¡¿Querías suicidarte o qué?! ¡¡¡Lo que has tomado es como una bomba, idiota!!!
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Proceso Ligspea
HorrorUn ritual satánico nada más nacer, que culmina con el asesinato de la madre del recién nacido, iniciado a lo oculto; un suicidio; una vertiginosa carrera de violencia, droga y crimen. Las palabras de una vieja loca: "Siete pecados: soberbia, avaric...