Capítulo 2

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- ¿Estás bien?

- ¿Qué te ha pasado?

Todas estas preguntas y más acribillaron la cabeza de Louis, quien al abrir los ojos se encontró en un parque, tirado en el suelo, rodeado de la gente de su pandilla.

- ¿Qué haces ahí?

- ¿Te encuentras bien?

- ¡Reacciona!

Se sintió mal, le dolía mucho el estómago; no estaba en condiciones de soportar un interrogatorio como aquél.

- Estoy bien- dijo simplemente, y estiró los brazos para que le ayudasen a levantarse.

Pero no estaba nada bien, ni mucho menos. Al incorporarse, echó un generoso y repugnante vómito de sangre, y se desmayó, no tardando en recuperar el sentido.

- ¡Al hospital!- gritó uno.

- No, no...- murmuró él. No debía ir a ningún hospital, no... a cualquier sitio, menos a ese...

Se soltó de los que le llevaban agarrado, y les dijo de nuevo que estaba bien, que sólo tenía que volver a su casa para dormir un poco, y de esa forma se recuperaría.

Edward, que no tenía un pelo de tonto, le miró fijamente.

- Vale, chicos, no os preocupéis; yo me encargo de él. Le llevaré a casa- dijo.

- ¿Y qué haremos nosotros? ¿Por qué no podemos acompañaros?- preguntaron los otros cuatro chicos.

- Vamos, hombre, por un día que no esté el jefe no os morís, joder- respondió Edward, y acto seguido fue hacia Louis. Ambos se alejaron.

- Tronco, ¿no habrás vuelto otra vez con esas putas drogas, no?- el tono de Edward era mezcla de reproche y preocupación.

- Te prometo que no he tomado nada...- respondió Louis.

Entonces Edward le soltó de golpe, y él cayó al suelo; no se sostenía en pie.

- ¡Vamos, no me jodas! A esos les engañas, pero a mí no- el chico ya se estaba enfadando; no soportaba que Louis intentase engañarle, y menos aún cuando las cosas eran evidentes.

- Te digo que no he tomado nada...- insistió él.

- ¿Qué era? ¿Otra vez heroína? ¿O cocaína? ¿Tal vez algo nuevo?

- ¡Que no he tomado nada!- chilló Louis. Al levantarse, una pastilla amarilla le salió del bolsillo y cayó al suelo.

Enfadado, Edward se lanzó al bolsillo de su amigo. Como se imaginaba, había pastillas de todas las formas, tamaños y colores en él.

- ¿Te crees que soy gilipoyas?- gritó, y dio un sonoro puñetazo a Louis-. ¿Qué hacías con todo eso?

- Un encargo- murmuró el chico. Volvió a soltar un vómito de sangre.

- ¿Qué es lo que te has hecho? ¿Cuál de todas tomaste?

Louis veía borroso, pues se estaba volviendo a marear, pero aun así pudo distinguirlas claramente: una pastilla triangular de color rojo, muy pequeñita; otra blanca y redonda, que podría pasar más que de sobra por un medicamento cualquiera; y otra amarilla y alargada, medianamente más grande que las otras dos.

Espantado y sin saber qué hacer, Edward no pudo evitar gritarle, histérico:

- ¡¡Imbécil!! ¡¿Querías suicidarte o qué?! ¡¡¡Lo que has tomado es como una bomba, idiota!!!

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