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Era pequeña, muy pequeña

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Era pequeña, muy pequeña. Apenas tenía diez años pisando este mundo y aun así lucía como un bello ángel danzando en esta oscuridad.

Tuve curiosidad desde el primer día que ella rezó de esa forma. Y admito que mi corazón se enterneció cuando pise por primera vez el Reino Humano con el único fin de ver con mis propios ojos aquel bello ser.

Caminando con una bella sonrisa junto al parque, ella iba rumbo al colegio público que se encontraba justamente a un costado de la iglesia.

Su sonrisa era la mayor luz que ese mundo no sabía apreciar.

Entre las sombras observaba su inocencia, su belleza, su gratitud, todo lo bueno ella lo representaba. Y sí, mi estómago se revolvió al ver que su alrededor estaban seres que lucharían e intentarían arrebatarle esa bondad.

Daba pequeño brinquitos mientras mecía su lonchera de un lado a otro, sus ojitos rasgados como los de un felino yacían puestos en la entrada del colegio. La asechaban como animales salvajes en busca de una presa mal herida y vulnerable.

Y no pude evitarlo.

Bien pude dar media vuelta y no involucrarme en algo tan... banal e irme dejándola a su suerte, al fin y al cabo de eso se trata ese mundo ¿no? Cada quien debe tomar su camino y sus decisiones, pero... bajo un enorme impulso me acerque.

Tome una forma acorde a ese lugar, la de un niño un poco mayor a diez años, y antes de que aquellos animales se acercaran para causarle algún daño, tropecé con ella

Ambos caímos, ella en el césped y yo en el pavimento. Mis rodillas y las palmas de mis manos fueron las que más daño sufrieron.

La sangre fluyó, el dolor se hizo presente pero mi atención estaba fija en aquellos animales quienes bajaron la guardia y dieron media vuelta. Algunas personas observaban la escena debido al pequeño gritillo de la niña quien aún estaba en el césped.

No iban atacarla al menos de que estuviera completamente sola, no eran tontos, no se iban arriesgar.

—¿Estás bien? —Fue entonces cuando mi atención se enfocó en ella. Su voz sonó aterciopelada. Era tan dulce y suave como una brisa de otoño—. No te vi, lo lamento mucho

—Estoy bien —pero sus ojitos se encontraban puestos en las rapaduras en mis rodillas

—Estas sangrando

Apenas me di cuenta del color carmesí que escurría por mis piernas.

—¿Tú estás bien? —pero ella me ignoró, se acercó a mí y tomó mis manos para ver las rapaduras en mis palmas.

Esa muestra tan repentina hizo que me estremeciera y mis ojos se abrieran mientras observaba como ella se encontraba más preocupada por mi bienestar.

—En la escuela la madre superiora puede curarte

—¿Escuela?

—Sí —entonces se detuvo— ¿No eres de aquí?

Diable ››taennie‹‹ Where stories live. Discover now