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Entre más tiempo pasaba con ella, más me daba cuenta que no podía escapar

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Entre más tiempo pasaba con ella, más me daba cuenta que no podía escapar.

Conforme Jennie fue creciendo, su enfermedad avanzó.

Era muy raro que pudiera caminar sin cansarse o que le diera un ataque de tos que la obligara a detenerse. Y pese a ser ya una señorita, su belleza poco a poco se marchitaba como la de una bella flor a quien le ha llegado el invierno.

Traté, enserio traté de alejarme de ella en múltiples ocasiones, siendo grosero, indiferente, inclusive agresivo, mostrando al verdadero yo, el yo quien todo el mundo habla y escribe en sus estúpidos relatos.

No pude, no pude alejarme de ella y ella no quiso alejarse de mí.

Según Jennie, yo era un ángel disfrazado de un bello hombre.

Solté un largo suspiro mientras escuchaba la campana de salida del colegio; no bromeaba, no volví a poner un pie dentro de ese lugar.

Conforme fui creciendo en esa forma humana, más notaban mi presencia y ya tenía suficiente con la mirada desaprobatoria de la madre superiora y de los constantes regaños que le daban a Jennie para que se alejase de mí.

Mis ojos se encontraron con cada compañero de Jennie, tenía bien vigilado a cada uno de ellos, analizado y sentenciado un castigo merecedor por ser tan estúpidos con un ser tan bondadoso.

Ellos me miraron curiosos, siempre me paraba junto al mismo árbol y esperaba a Jennie desde que tenía diez años.

¿Quién era yo?

No querrían saber.

Erguí mi cuerpo y caminé en cuanto vi a Jennie cruzar la puerta, y lo que vi no me gustó en lo más mínimo.

Si bien es cierta la frase que el celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta, ninguno tuvo idea de lo que imaginé en ese momento.

Era una maraña de emociones agobiantes que no podían soportar.

Jennie era amable por naturaleza, así que nunca obtendrías una grosería de su parte.

Patéticamente me restó quedarme junto al barandal de hierro de las escaleras mientras esperaba a que terminara de hablar.

—Entonces... ¿lo pensarás? —Sonreí ladinamente y algo fanfarrón al escuchar aquel chico.

Estaba nervioso, no dejaba de mover sus manos ansiosamente y podía jurar que podía escuchar su corazón latir deprisa como si hubiera corrido un maratón.

Si no podía verla a los ojos mientras le propones salir, no eres merecedor de ella, así de simple.

Jennie acomodó uno de sus mechones tras su oreja y luego me miró sobre su hombro, una acción que consideré extraña. Era como si necesitara mi aprobación para aceptar.

Diable ››taennie‹‹ Where stories live. Discover now