Prólogo

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Los copos de nieve caían en una bella danza, era hipnotizante verlos; el vidrio empezaba a empañarse debido a la diferencia de temperatura, me acurruque en el pequeño asiento que tenía la ventana mientras daba un sorbo a la taza de café en mis manos. Adoraba el invierno, mi momento favorito era este, estar sentada viendo caer la nieve con la manta envuelta en mi cuerpo mientras tomaba algo caliente.

La nieve era fascinante aunque lograba traerme aquel recuerdo que tanto intentaba olvidar, ya habían pasado exactamente un año.

Era sábado, todo estaba demasiado tranquilo. Mis padres estaban trabajando, mi mejor amiga en la escuela ya que hoy había una feria la cual había decidido no asistir; se sentía raro estar los sábados en casa porque estaba tan acostumbrada a estar en aquel gimnasio todos los días y desde que deje de ir... me sentía inquieta con un gran vacío en mi.

Mire la pelota que reposaba sobre la cama, siempre la tenía cerca porque era lo único que me quedaba. Mi teléfono sonó, le di otro trago al café mientras veía el mensaje que me acaba de llegar.

"¿Crees que será hoy?"

Era un mensaje de Mai, mi mejor amiga, recibía este mensaje todos los días desde aquel accidente y la respuesta es la misma.

"..no hoy no."

"Está bien, recuerda que la llave está en donde siempre si decides cambiar de opinión. Yo creo que hoy es el día, no hay nadie en los gimnasios están entretenidos con esta feria."

No le respondí, se que sólo quiere ayudarme pero se que no volverá a ser lo mismo que antes, ya no podré volver a jugar. Mi vista volvió a aquella pelota y luego fue a todos los trofeos que había en el estante junto a esa fotografía de todo el equipo.

Era muy feliz con tan poco...

Limpie el vidrio empañado para ver el paisaje de las montañas nevadas. Un año atrás la tarde estaba igual, una tormenta de nieve, seguramente me estaba advirtiendo.

Ahora que lo pienso muchas cosas me habían dicho que no debía ir a ese torneo, el auto no andaba, el tráfico hizo que llegara tarde y la tormenta de nieve había retenido mi salida pero yo aún así deseaba estar ahí, no podía fallar.

Cinco sets, todas estábamos cansadas, los músculos nos dolían ya que ninguna estaba acostumbrada a partidos tan largos como ese. Pero no íbamos a rendirnos, teníamos que darlo todo.

El último set había comenzado, los nervios y la adrenalina recorrían por nuestro cuerpo. El partido estaba muy parejo, el grito de la gente en la tribuna: 26 a 25, mis piernas estaban entumecidas, creí que en cualquier momento iba a fallar. El equipo contrario tenía el punto a favor, no iba a dejar que lo lograrán; vi como aquella chica salto a rematar, la trayectoria de la pelota era justo frente a mi y estaba decidida a que no iba a dejarla caer a pesar de que era la armadora tenia que recibirla ya que no iba a dar tiempo de hacer el cambio y las demás se encontraban lejos, todo ocurrió tan rápido... Corrí detrás de esa pelota, pude sentirla rozar mis dedos pero un crujido detuvo todo, el dolor inundó todo mi cuerpo, el silbato sonó indicando que el otro equipo había ganado.

Todos vinieron a mi cuando se dieron cuenta de que no podía levantarme, los paramédicos llegaron. Termine en el hospital con un yeso en la pierna y el doctor mirándome con tristeza.

—No podrás jugar por un largo tiempo...

Ahí fue cuando deje de escuchar, solo veía como mis padres y el doctor movían sus bocas pero no salía ningún sonido de ellas. Pude sentir como mi corazón empezaba a romperse, el vóley era todo lo que tenía y ya no podía jugarlo más.

Todavía puedes volar (Nishinoya Yuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora