3 *REFLEXIÓN

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REGALA AMOR

“Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.” Lucas 10:25-28 (RVR 1960)

Un mensaje claro y sin confusión.  Amar a Dios sobre todas las cosas y con todo nuestro ser, es nuestro primer mandamiento. Pero el Señor nos habla de alguien más al que debemos amar, y si Dios nos  manda hacerlo,  es porque para Él es muy importante. ¿Sabes de quién se trata?  De tus padres, hijos, hermanos, amigos que conviven contigo, de aquel que te encuentras pidiéndote algo cuando vas por las calles y te extiende su necesidad. Estoy seguro que El Rey bien puede con su grande y poderosa diestra darle a ese ser más de lo que nosotros le podemos dar pero el anhelo de su corazón es ver realmente realizado su amor en ti, en mí, en todos aquellos que hemos sido beneficiarios de ese amor.

Cuando Él nos manda a amar al prójimo como a nosotros mismos, es porque Él quiere dar su amor a través nosotros. "Jesús dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron dejándole medio muerto." Lucas 10: 30 (RVR 1960)

Esa es la condición en la que el Señor un día nos encontró, hemos venido a Él heridos, hambrientos, muertos espiritualmente por todos los pecados y la inmundicia que teníamos, así estábamos; sin embargo Él no pasó de largo, como aquel sacerdote  y levita que descendían  por aquel camino y al verlo no se detuvieron a ayudarlo. El fue ese samaritano que iba de camino, se acercó a él, y viéndole fue movido por misericordia, y acercándose vendó sus heridas echándoles aceite y vino y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuido de  él.  Lucas 10:31-34 (RVR 1960)

Esto nos enseña el Señor, que nosotros también  debiéramos hacer lo mismo. Nada nos cuesta a nosotros compartir las buenas nuevas de Jesús, llevar una palabra de aliento, dar un abrazo, conceder a otros el favor que con apuro y prisa nos piden. Solo requiere de nosotros abrir nuestra boca y ponernos en manos del Espíritu Santo para que nos use como un instrumento suyo. Estoy seguro que encontrarás muchas personas heridas en el camino que aun no conocen a Jesús, ni disfrutan de sus bendiciones como tú.

Tu familia, amigos, compañeros  de trabajo y otros seres queridos pueden ser esas personas que necesitan conocer a Dios. Aprovecha cada oportunidad que tengas,  para compartir y mostrar el amor de Dios.

¡ Comparte a Jesús!

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