Y ahí llegaba ella, se habían mudado con su madre a una aldea en Tokio llamada Konoha. Sakura detestaba tener que dejar su lugar y sus pocos amigos, pero su madre había conseguido un buen trabajo en el pueblo, además, deseaba recuperar a su antigua nena dulce. Desde hace ya un año, se había dado cuenta de que su supuesta niña buena era un peligro para ella misma y para la sociedad. La madre de la chica había pasado muchísimas noches en vela esperando que su hija regresara de sus salidas nocturnas, Sakura pasaba mas tiempo fuera que dentro de su casa y lo peor era que aunque la retara y castigara dejándola sin salir, la pelirrosa se las arreglaba para escaparse y desaparecer. Su madre había pasado mucho tiempo dejándola sola y la chica había aprendido a cuidar de ella misma. No le iba mal en el instituto y salvo los problemas ya mencionados tenía una relación muy estrecha con su madre, eran como carne y uña. Se llevaban espectacularmente, aunque cada dos por tres tenían grandes discusiones por la actitud rebelde de la chica. Es así que, nuestra pelirrosa se dirigía en la camioneta de su madre a su nuevo colegio. Sakura tenía cara de pocos amigos mientras escuchaba algo de música con su mp3, miraba las calles percatándose de que a pesar de todo, el lugar parecía lindo y se veía muy alegre. Al llegar frente a un enorme edificio la mujer frenó el auto y miró a la joven.
- Cariño esta es la escuela De La Hoja, tienes todo lo necesario solo debes pasar por la dirección para que te expliquen y te muestren todo, por favor no hagas que te echen a la primera. - La mujer le sonrío dulcemente y le dio un beso en la frente. Sakura suspiró y fingió una sonrisa para su madre.
-Ya ma tranquila. Prometo que no me van a echar, por lo menos no ésta semana. - Esto último lo dijo en un susurro sarcástico, la mujer sonrío y su hija bajó del auto.
La ojijade despidió a la mujer con la mano alegremente hasta que la camioneta desapareció por la calle y en menos de un segundo esa felicidad falsa que tenía se desvaneció en el aire. Sakura tomó aire profundamente, encendió su música al tope emprendiendo camino hacia dentro del edificio. La mayoría de los jóvenes que había la miraban con caras raras, algunos con asco, otros con curiosidad, y algunos parecía que le tenían lástima, ella los ignoró olímpicamente. Cuando entró al Hall del lugar buscó algún mapa o alguna señalización que indicara donde estaba la dirección, al no encontrarla suspiró frustrada y miró a su alrededor en busca de alguna persona para preguntarle. Vio demasiadas caras hasta que se percató de una chica de espectaculares ojos perla y cabello largo azulino, decidió acercarse a ella.
-Hola, ¿Me podrías decir dónde está la dirección?- Dijo Sakura con tono cortante mientras miraba fijamente a la joven, quien se puso algo nerviosa y miró hacía el piso jugando con sus dedos índices.
-Etto.Etto.. Si es por el pasillo aquel al fondo a la izquierda. - Sakura Frunció el ceño ante la reacción de la peliazul, le pareció molesta puesto que no había sido tan ruda con sus palabras.
-Gracias. - Dijo y desapareció por donde le indicó la ojiperla.
Al llegar al despacho se encontró con una mujer de pelo negro muy corto y tez pálida, para sorpresa de Sakura había un chanchito con collar y ropa sobre la mesa.
"Ok primero la nena esa que se pone nerviosa por una estúpida pregunta y ahora tienen un chancho sobre el escritorio.. y encima tiene collar. No, ¡pero si estamos en el lugar mas normal del mundo!".
- Hola soy Sakura Haruno, soy nueva en el instituto y me dijeron que tenía que venir acá para que me explicaran todo. - La mujer la miró un tanto enojada al principio por la forma ruda de hablarle y luego la saludó dulcemente.
- Hola Sakura-Chan, yo soy Shizune la secretaria de Tsunade-Sama ella en estos momentos está ocupada, si puedes esperarla unos minutos.-. Por alguna razón la mujer estaba algo nerviosa, Sakura apenas comenzaba a indagar en el por qué y como si fuese una respuesta, se escuchó desde el depacho:
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Entre Fierros, Música y Rebeldía.
RomanceCaminaba en la lluvia sintiéndose débil y triste. Sus saladas lágrimas se entremezclaban con las frías gotas que caían del cielo y ella apenas se percataba de ese detalle; parecía que el clima seguía su estado de ánimo. Se detestaba a ella misma por...