Cachimba del rey/Uruguay 🇺🇾

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Al llegar la primavera una pequeña tribu de charrúas se establecía en la zona. Buscaban esta región porque en esa época era buena para la pesca y caza; abundaba el agua dulce que surgía en ojos cristalinos y bondadosos como los del dios tupá. En esa tribu había dos indios niños llamados timbó-guazú (árbol fuerte) y guidaí (luz de luna). Timbó-guazú estaba destinado a ser el jefe de su tribu; tenía doce años y ya presentaba el cuerpo de un gran charrúa, su mirada era serena y profunda, su cabeza erguida, sus brazos ya tenían la potencia de los de su padre y la piel del yaguareté que lo cubría había sido trabajada por sus manos. En la época de los fríos y las lluvias timbó jugaba con los niños de su edad o ayudaba a su padre en la caza, pero cuando llegaban los días lindos y regresaban a los arenales, andaba todo el día con guidaí, su gran amiga indiecita, frágil como un junco, dulce y suave como las plumas del urú. Lo que hacían los niños era salir a buscar un ojo de agua, el de ellos, pequeño pero cristalino. Su agua, de tan pura, era blanca y por eso la llamaban: hicé-morotí (agua blanca). Nadie más le conocía, era un secreto que tenían desde muy pequeños, siempre la encontraba primero guidaí, timbó se hacía el perdido o desorientado, para sentir el placer de oír el alegre grito de su amiguita: ¡timbó...timbó-guazú...! ¡hicé-morotí...! Ese año guidaí no pudo ir el último día a beber de hicé-morotí, pues su padre resolvió emprender la marcha antes que el resto de la tribu. Días después, triste se despidió timbó de su agua blanca. Llegó el invierno y la tribu creía haber recibido la yarará, que es la ira del dios añá, el dios del mal, porque guidaí, la dulce indiecita, la charrúa más bonita, se moría de tristeza... se entregaba al dios tupá. Timbó se acercó a su amiguita moribunda, sus ojos de guerrero no lloraban pero en su garganta tenía un nudo que no lo dejaba hablar. Guidaí lo miró largamente y sólo dijo: ...¡timbó! ¡hicé morotí...! Esa noche timbó desapareció de su campamento y corriendo por la costa del río dulce emprendió la marcha hasta encontrar su secreta fuente. Llenaba de agua un cuenco cuando derepente se posa frente a él un guirá-pará y le dice: "corre timbó-guazú a llevarle el agua a guidaí y ten por seguro que sanará... has de saber que ha dicho el gran tupá que quien de esa agua bebe se queda o vuelve..." guidaí se salvó con el agua de hicé-morotí, su tribu quiso beber del agua del dios tupá, pasó mucho tiempo y... nadie habló de volver a los viejos campos de caza. Es que hicé-morotí cumplió con el destino que le impuso el dios del bien: "el que bebe de tu agua se queda o vuelve..."

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