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Me dejé caer de rodillas sobre la hierba húmeda y helada. Era una mañana fría y el rocío aún no se evaporaba con los primeros débiles rayos del sol.
Era así como sentía mi alma en ese momento, tan helada que el sol era débil para calentarme.
Me miré las manos, no era lodo lo que me ensuciaba, era sangre. Era la sangre de mi familia. Intenté desesperadamente quitármela pero me era imposible, así me lavara incluso con alcohol, así se quedaría por siempre.
La angustia llenó de lágrimas mis ojos y grité desesperada. No solo tenía sangre en las manos, todo mi cuerpo estaba sucio. Yo estaba sucia.
Ni siquiera los golpes que di al suelo, ni las uñas que se me levantaron cuando clavé los dedos en la tierra fue suficiente dolor para equipararse con el que sentía mi corazón.
Grité con todo mi sufrimiento, pero allí, en lo alto de la montaña, nadie podría escucharme, excepto por ella.
En un segundo estaba junto a mí.
Me moví desesperada por alejarme, ella caminó sin esfuerzo sobre las rocas y el lodo.
Deseaba gritarle que se alejara, que no la quería cerca, ya no quería nada de ella.
Sin embargo, se inclinó frente a mí, mirándome como si sintiera lástima e intentó tocarme.
—¡No! —grité, me alejé un poco más.
—Basta, Josephine, deja de hacerte daño. No conseguirás nada de este modo.
Sentía la garganta obstruida, como inflamada, había tanto por decir y no podía hacerme escuchar. Solo podía llorar. Estaba agotada por correr y por gritar. Intenté huir de ella y su padre, más bien de toda esa estirpe de muerte. Todos eran hermosos, desde la madre hasta ella. Ella, de quien me enamoré como una estúpida. Creí que podría amarme, creía que su familia me aceptaría. En lugar de ganar, perdí todo. Todo, incluso mi vida.
—Josephine —murmuró ella.
—¡Aléjate de mí!
—Ya no puedes seguir huyendo.
—¡Déjame en paz!
—Lo único que puedes hacer es volver conmigo.
—Jamás, ¿me entendiste? ¡Jamás!
—Sé que sientes furia ahora mismo...
—¡No sabes lo que siento, Bianca! ¿Cómo podrías?
—¿Crees que nací ayer, Jos?
La miré despectiva, estaba furiosa, tal como ella lo había dicho, me sentía humillada y sentía que no podía caer más bajo.