C U A T R O

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Capitulo cuatro : "Lindo"






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Ocho vivía confundido. Había iniciado un nuevo día, probablemente en donde se presenten compromisos, molestias, golpes y gritos. En sus mañanas, acostumbraba a recostarse sobre su cama y observar el poco interesante techo que lo cubría del clima que se presentaba a las afueras de la mansión. En esa clase de momentos, apreciaba tener el silencio que gobernaba en su habitación y, por supuesto, en su ser. Pensaba, buscaba con obsesión respuestas a un presente, un pasado y un futuro. El chico estaba muy interesado en los viajes en el tiempo, principalmente en la posibilidad de llegar a un futuro en donde pueda tener una vida maravillosa, un futuro en donde pueda vivir sin el peso que su padre le daba tras ser su apuesta más comprometedora, o quizá, volver a un pasado, y evitar ser comprado como carga por su padre. Entendía la capacidad de sus habilidades, pero terminaba por ser realmente molesto el nacer con un destino ya escrito. Claro, esa clase de pensamientos se quedaban en su cabeza, nunca podría permitir que algún miembro de su familia descubra su forma de pensar, nunca podría permitir que su familia se enterase que, cada noche, en la oscuridad de su habitación, tenía pensamientos... Pensamientos que no se asociaban mucho con el ideal de ser un héroe. Se sentía asfixiado, quería irse de ese lugar pero tenía miedo, miedo de su padre, miedo de sus hermanos, miedo de la gente en general. Si hubiera sido su elección, habría decidido evitar su nacimiento. A veces imaginaba a su madre, el cómo, en un instante tenía la panza vacía y de la nada, un niño crecía a toda velocidad, exigiendo escapar de ese lugar. A veces imaginaba la posibilidad de haber sido amado, aunque no planeado. Quería cariño y, la única forma de ser aunque sea mínimamente algo en esa casa, era siendo el más adaptado, el más aceptable. Decidió dejar de pensar, y comenzar a avanzar.

Pensó en dirigirse a la habitación de Cuatro y exigir respuestas sobre los sucesos, pero tan rápido como llego esa idea a su mente, se desvaneció. Después de todo, no era muy bueno expresándose y mucho menos, entendiendo a las personas. Esto siempre había sido de ese modo. De hecho, no había mucho que esperar. Reginald le había educado como un arma. Nada más ni nada menos.

Con el paso del día, los hermanos debían admitir que fue algo bastante perturbador apreciar como en medio del entrenamiento, el octavo miembro; preso del nerviosismo, comenzó a pintarse de un suave tono rosa, principalmente en el área de las mejillas.

No solo eso. Cuando Seis se acercó a verificar el estado del protagonista, tal y como había ocurrido con el ojiverde, comenzó a permitir que sus mejillas se tornaran rojas. Casi parecía una fiebre contagiosa, pero más de uno en el lugar llego a pensar lo tierno que era ver nervioso al "Mejor de los mejores". Claro, Reginald no estaba muy feliz, pero no podía hacer mucho, Ocho había destacado como en cualquier otro día de entrenamiento, su trabajo continuaba siendo impecable.

En cuanto a la pieza central de esta historia, estaba teniendo otro de esos momentos que le permitían mostrar su faceta más humana. Ocho nunca lo admitiría en voz alta, pero la mirada de Cinco durante todo su entrenamiento había sido esa parte fundamental para mantenerlo desconcentrado por el resto del día.

Era perturbador ver a Ocho con una sonrisa en la cara por mucho tiempo.

Para Ocho, ese día había sido inolvidable. No por el hecho de que la mirada de Cinco le brindará seguridad, atribuía su emoción al saber que, al parecer, su técnica en la batalla había mejorado lo suficiente como para llamar la atención del egocéntrico niño que le gustaba. Se sentía imparable.

¿Qué más podían esperar?, Continuaba siendo un muchacho... Probablemente, si al día siguiente el quinto chico le obsequiará un golpe en toda su cara fuera del entrenamiento, se emocionaría.

Lástima que el joven Ocho no sabía que esas miradas no eran de admiración. Su teatro se veía bastante creíble para muchos, cualquiera que pasará junto a él siquiera llegaría a notar su discapacidad pero... Cinco no era cualquiera. Cinco estaba sospechando y, planeaba llegar al fondo de esto.

Por otro lado, desde una perspectiva completamente distinta, específicamente dada por Seis: Ocho parecía una pequeña estrella en el fondo del mar; un tesoro escondido pero maravilloso; una sombra increíblemente brillante. ¿Para qué negarlo?, Ocho no solo era un montón de destrucción, aun si el mismo se convencía de serlo... Para nada, el chico era guapo. Lo malo es que parecía demasiado metido en ser perfecto, que no lo notaba.

No solo era Seis... Incluso, en aquellos momentos dónde la lucidez parecía irse del cuerpo de Uno, este podía aceptar sin prácticamente ningún problema, las extrañas cualidades con las que contaba el muchacho ojiverde que lo hacían verse increíblemente atractivo.

—Si fueras chica, intentaría conquistarte—. Una de las tantas conversaciones que habían tenido en Griddy's Donuts desencadenó una conversación ligeramente comprometedora entre los presentes. Uno declaró a Ocho tales palabras, casi sin vergüenza, incluso iluminándose por su propia sonrisa al notar como su hermano comenzaba a ponerse nervioso.

—¿Por qué no simplemente lo haces?. Sería interesante ver a "El gran Uno en acción". A mí me pareces hasta trabajable con un poco de alcohol—. Diálogo el último dígito con una voz muy suave, esforzándose en un buen tono y una correcta articulación, mientras que su pequeña sonrisa tímida era tapada por el vaso de café entre sus manos.

—Ocho es adorable—. Por primera vez en toda la noche de ese día, Cinco abrió la boca. Ocho apretó su vaso para luego darle un gran sorbo a la bebida dentro de este, después de unos segundos, con la lengua llena de dolor al haber consumido un líquido de temperaturas tan altas, soltó un jadeo de dolor que incentivo a todos en la mesa a reír. Todo parecía tan tranquilo.

Ocho deseaba pausar ese momento y quedarse para siempre en él.

Después de todo, era egoísta.

É C O U T E   ||   Number Five.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora