Había algo en Kibougamine que no se podía obviar, tal vez algo de misterio, tal vez por su exclusividad, por el talento que había tras las brillantes puertas del imponente edificio ¿Qué era? Para Naegi no era más que una sensación de advertencia.
Desde el principio sintió que no encajaba muy bien, su título prácticamente fútil y el no poder comunicarse ya eran problemas grandes después de todo. Los demás podían hacer amigos con facilidad, hablar entre ellos o participar con frecuencia en las clases, Naegi se sentía como un espectador ante esto.
¿Dónde estaba su caballero de brillante armadura en estos casos? Con su montura espléndida y el paquete que había estado esperando toda su vida entre sus manos, listo para salvar su vida social y académica.
Bueno, ese hombre no estaba en ninguna parte para el castaño, tal vez le dieron mal la dirección o el cuento en el que vivía era el equivocado. Pero tampoco podía quejarse del todo, viéndolo bien ese caballero podía perderse todo lo que quisiera, le estaba dando una buena excusa después de todo.
—Buenos días Togami. —Escribió un mensaje antes de salir de su casa, con una sonrisa escondida entre su tapabocas desechable y sus ojos brillando un poco con cierta ilusión.
Sabía que ese chico rubio no era nada parecido a un caballero que venía a salvar su día, tampoco era exactamente un príncipe de ensueño que salvaba a una pobre damisela en apuros. Naegi era un chico, uno gay y orgulloso de esto a pesar de que la modernidad no alcanzara a varias personas, no era una princesa en apuros y tampoco quería serlo; era solo un chico sordo que tenía un amor imposible y que podría ser platónico para siempre.
Sus pensamientos se apartaron de ese carril confuso cuando sintió que su teléfono vibraba, solo pudo ver la pantalla con un sonrojo que lograba cubrir con su tapabocas, podía no ser una damisela en apuros, pero sí actuaba a veces como una colegiala enamorada.
—Buenos días. —Las palabras que escribía Togami siempre eran así, era solo lo justo y no había algo innecesario o ambiguo, todo era tan conciso como las explicaciones que le daba en la biblioteca a la mañana; esas que a veces no entendía por quedarse viendo los detalles del rostro ajeno.
—¿Ya saliste? Yo voy de camino a la Academia. —Escribió rápidamente antes de guardar su teléfono para poder montarse en el autobús, había pocas personas dentro y la mayoría eran tenían uniformes de diferentes etapas escolares.
A estas horas la mayoría de los adultos se habían ido a trabajar y el número se había reducido gracias a la pandemia. El castaño ignoró esto y fue a sentarse solo, también estaba algo paranoico por la pandemia y todo lo que decía su madre durante la cena tenía un tono sombrío, aunque la mayoría eran noticias falsas que él y Komaru ya habían leído por internet.
—Ya estoy aquí, si piensas llegar tarde a la biblioteca te aseguro que no podrás siquiera rogarme para que vuelva a ayudarte. —A pesar de las palabras que leía aquel estudiante una gran sonrisa se notó en su rostro, incluso sus ojos llegarían a delatarlo con facilidad.
—Voy a llegar a tiempo, lo prometo. —Esas palabras empezaban a hacerse conocidas al escribirlas en su teclado, estas eran como un pequeño salvavidas para Togami, quien abandonaba la conversación hasta ese punto.
Naegi solo suspiró al ver cómo su mensaje se marcaba como leído antes de que el heredero se desconectara, ya era un patrón de conducta, pero no lograba acostumbrarse, definitivamente charlar con Togami se hacía más fácil de frente.
Llegó a la academia al cabo de algunos minutos, seguía siendo temprano y no había muchos estudiantes y maestros en el edificio, pero ya era costumbre para el Suertudo Definitivo, además de que estaba algo emocionado al ser la primera vez que veía a Togami desde que la pandemia arrasó con sus clases presenciales. Sus pisadas no resonaban, de todos modos aquel chico no lo sabría, en Kibougamine pasaba bastante desapercibido y tampoco era como si quisiera sobresalir; si lo hiciera solo sería el chico raro y sordo de la clase 78.
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Señas (Naegami)
FanfictionNaegi nunca pensó que podría entrar a Kibougamine e incluso cuando estuvo frente al gran edificio no lo creía, a pesar de todo siempre tuvo un poco más de optimismo que la media, excepto por una pequeña cosa, la entrega de su aparato auditivo se hab...