1º Carta

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Fort Lauderdale, 9 de Julio de 1999

Una carta normal comenzaría diciendo: "estimada" o "querida" o tal vez "amada" pero ¿Cómo escribirle una carta a un ser desconocido? Eso no me lo enseñaron en la escuela por eso, usted, para mí, no es nada que un ser desconocido y como no sé cómo llamarla solo será Marianne, la mujer que tal vez luego de una aventura desdichada me engendro, me dio a luz y me abandono pero amo tengo la necesidad de expresar lo que siento, aquí dejo escritas estas palabras como respuesta a la acción de mi abuela, pues considero que ya era tiempo de saber la verdad, y aunque duela, lastime es la única manera de sentirse en paz consigo misma, contigo y mi persona, porque me conoce, porque soy más fuerte de lo que parezco y por qué sabe que tarde o temprano nuestros caminos se cruzaran y quería que yo estuviera lista para ese día, por eso, hace unos días atrás, me contó como llegue a sus vidas y cuando su relato termino, no pare de llorar por un par horas. Hasta que me quede dormida entre sus brazos.

Recuerdo que me sentó en la sala, saco un álbum con recortes de diario, fotos y comenzó a contarme como llegue a sus vida. Fue una noche lluviosa y fría de noviembre de 1983

Buky, el salchicha de la familia, enemigo de todo ser vivo en el vecindario, no dejaba de ladrar, a tal punto que logro que el viejo William E. Shatner se levantara de su cama, dejara a su esposa Costantine y le fuera a abrir la puerta del desquiciado animal. Pero para su sorpresa, no había ladrones, ni gatos, ni extraterrestres de orejas puntiagudas: solo había un canasto con un bebé casi muerto dentro de él

De inmediato, me tomo entre sus brazos, me llevo a la sala, siempre perseguido por el perro loco, le grito a su esposa para que le levantara y muy nervioso marco el famoso 911

A los pocos minutos, una ambulancia y un patrullero estaban delante de la casa pequeña con una blanca verja de madera. Los vecinos curiosos, salieron a ver qué pasaba por tanto alboroto.

Los paramédicos me revisaron rápidamente y mientras esperaban al detective del caso, la abuela se cambiaba rápidamente para acompañarme al hospital más cercano.

No recuerdo, obviamente, nada de ese viaje en ambulancia, pero mientras esta iba con las sirena prendida a toda velocidad, el pobre ingeniero retirado, sentado en la mesa de su cocina con una taza de café, comenzaba a contestar una serie de preguntas que no sabía responder.

El detective a cargo comenzó con su trabajo, comenzó ¿a qué hora la encontró? ¿Cómo la encontró? ¿Noto algo inusual? Y lo único que pudo contestar es que su viejo perro Dachshund no dejaba de ladrar. Y gracias a él, a Buky, cansado que esa vieja peste perruna no lo dejará dormir fue y abrió la puerta y allí estaba yo, con los labios morados por principio de hipotermia, apenas cubierta por una manta sucia y gastada en una canasta que vaya uno a saber de que era.

Poco después llego el forense y metió en una gran bolsa de plástico el canasto donde estaba. Busco huellas, alguna otra pista que le indicará quien me había abandonado, pero el viejo can casi lo asesina al tratar de tocar al abuelo. Estaría muy loco y senil pero nadie se metía con sus amos...

Mientras el abuelo lidiaba con la policía y los curiosos que no se iban de la vereda, la abuela, veía como un doctor asistido por dos enfermeras luchaba para que no me fuera de este mundo. ¡Como si yo fuera un gigante! Según el informe, apenas llegaba a los 50 cm de largo...

Mientras una me cortaba la poca ropa que tenía y me sacaba el pañal sucio, la otra intentaba colocarme en mi piel pálida los sensores en tanto el doctor, un muchacho joven, daba órdenes como antibiótico, lavar esa herida, exámenes de sangre y no sé cuántas cosas más... y la abuela me contó que esas 3 personas no me dejaban de hablar, me llaman "cariño", "preciosa niña" y en medio de todo ese caos, la frase más graciosa que a una enfermera le oyó decir "si te vas ahora, no vas a conocer a tu príncipe azul y no podré ir a tu boda".

Cartas a mi MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora