El Orgullo de un león

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Jack


Aracne y yo hicimos migas con rapidez, ella no hablaba mucho pero me escuchaba siempre y parecía que daba igual el tema en particular. Durante sus visitas casi diarias a mi Panteón cuando las clases terminaban aprendí mucho del mundo que se habría cada día mas a mi.

Era agradable y amigable, me ayudaba a cocinar por las noches y no tardo en invitarme a ver a sus mejor amiga: Nemea.

Aracne: Sabes Jack, Nemea y yo vamos a quedar el sábado por la tarde para practicar el combate, naturalmente llevaremos ambrosia para curar nuestras heridas, si quieres puedes venir con tus amigos.

Las practicas de combate eran legales en aquel mundo, siempre y cuando fueran en el prado de combate, el único lugar en el que las moiras, tejedoras del destino, habían decidido no dar ningún presente a la muerte. 

-Me parece una gran idea Aracne, sin embargo no se si les parecerá bien a Jor y a Fenrir.

Aracne soltó una agradable risa mientras su cuerpo arácnido, situado de la cintura para abajo, se convertía en las caderas y piernas de una mujer. Sus múltiples ojitos y dos grandes ojos seguían brillando en su rostro, dándole una apariencia exótica.

Aquella noche no dormí muy bien, estaba ansioso por enfrentarme a Aracne y a su desconocida amiga Nemea, finalmente había convencido a Fenrir para que viniera conmigo, sin embargo con Jor no hubo forma ya que descendería a la tierra para ver a su novio.

"¿Seremos mas fuertes que ellas dos?"

Al día siguiente cuando llegamos al prado de combate vimos a dos figuras esperándonos.

???: ¿Estos son los de primero... No les falta músculo?

Aracne: No te pases Nemea.

Aracne miro a Nemea seriamente y luego me dedico una sonrisa para a continuación dirigirse a mi compañero.

Aracne: Tu debes de ser Fenrir

Yo sin embargo deje de centrarme en la conversación y mire a la otra chica, Nemea.

Tenia el pelo encrespado y dorado como la hierva seca de la sabana y una melena densa como la de un león macho adulto, sus ojos eran ámbar y su piel de un color ligeramente moreno, debía de medir aproximadamente un metro ochenta y sus cuerpo era fuerte.

De sus pantalones tejanos sobresalía la cola de un león y sobre su melena estaban dos orejas redondas y felinas.

Nemea nos miraba con una mirada ardiente que nos calcinaba la confianza, parecía un león mirando una manada de cebras en una meseta sin lugar donde esconderse.

Nemea: ¿Quién de vosotros es el dragón?

- Yo, yo soy Yandrak el dragón dorado.

Nemea se acerco a mi con tranquilidad invadiendo mi espacio y me miro desde arriba debido a que me sacaba unos diez centímetros, tras esto me miro y acaricio mi mejilla.

Mis pulsaciones se agitaron con rabia por la mirada de superioridad que me lanzaba de forma continua pero no fui capaz de hacer nada.

-¿Puedes apartarte un poco?

Dije armándome de confianza, ella sonrió y aparto su mano para darme un ligera bofetada en la mejilla.

Nemea: Tu pelearas conmigo.

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