Capítulo 14

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Gene estaba descubriendo que Flores de Cristal tenía dos dimensiones. Por momentos el caserón parecía una fortaleza de concreto. Los secretos quedaban ocultos en sus múltiples dormitorios, un escándalo en la planta baja ni siquiera alteraba el sueño de quienes habitaban el primer piso. Sus peculiares dueñas recorrían los pasillos como muñequitas vacías. Salían sin despedirse y regresaban sin un saludo.

Pero algunos días las paredes se volvían de cristal. Era entonces cuando los gritos destruían la ilusión de paz, los sollozos atravesaban las paredes o las risas les devolvían algo de humanidad a esas mujeres agotadas emocionalmente.

En ese ambiente, Gene podía deslizarse como un fantasma. Quizá por su caminar silencioso o esos ojos entrenados para convivir con las sombras, de alguna forma acababa siendo testigo de escenas cada vez más inesperadas.

En ese momento caminaba por el pasillo hasta el living. Se disponía a salir, pero unas voces lo detuvieron.

—¡Ada! ¿Dónde dejaste el cartel de La casa de reserva el derecho de admisión? —escuchó el grito de Kalah—. Se ha metido otro pejelagarto.

—Estás siendo inmadura —suspiró una voz masculina—. No has cambiado nada.

—¿Quieres saber qué no ha cambiado? Mi opinión de ti. Ya sé lo que vienes a preguntar, y mi respuesta sigue siendo negativa. No. Ni siquiera necesito pensarlo. Preferiría volver con mi ex que aceptar tu oferta. —Soltó una risita—. Es broma, jamás volvería con un tipo que cree que es buena idea llevar a su novia a un hotel transitorio como regalo de primer aniversario.

—Eres exasperante, ¿nunca vas a superarlo?

—La mayoría de las mujeres quieren más que sexo en su primer aniversario, hombre. ¿Sabes qué es? —Ella se inclinó hacia él, clavando un dedo en su pecho—. Comida. Quería un cono pizza. De esos especiales que solo hacen en temporada y no sé qué hongos raros le agregan. Se acerca el festival de invierno, espero que la señora Carmín prepare algunos...

El hombre la miraba como si se hubiera vuelto loca.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora?

—No sé, tengo hambre y estoy divagando. Lárgate, no eres bienvenido aquí.

—Kalah, Kalah... —El hombre tronó los dedos para recuperar su atención antes de seguir hablando—. Estoy siendo serio. Eres una mujer sola tratando de mantener una casa gigante. Estás al borde de la quiebra. Si el banco se apodera de todo, terminarás con las manos vacías.

—Te equivocas en una cosa. —Ella levantó un dedo, confiada—. No estoy sola. Tengo a Cellín. Tengo a Ada.

—Ada tiene su propia vida, no puedes esperar que renuncie a su privacidad si quedas en la calle. Y Celinda es una...

—¡No te atrevas a decirme que es una carga! —gruñó furiosa.

Su interlocutor levantó ambas manos en petición de tregua. Bajó la voz, su tono apaciguador.

—¡No iba a decirlo! —Él se frotó las sienes. Luchar contra la corriente podía ser muy estresante. Su voz salió con calma, pero implacable—. Me preocupo por ti, K. Piénsalo. Podrías dejar atrás esta carga que es Flores de Cristal, comprar un apartamento en la ciudad y entrar a la universidad como siempre soñaste... Mantener a flote este barco sobrecargado te está hundiendo. Ni siquiera tienes tiempo para una cita.

—Gracias por recordarme lo miserable que es mi vida. Y lo seco de mis horizontes románticos. Es bueno para mantener mi ego estable.

—Eres imposible.

La montaña de las cenizas azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora