CAPÍTULO 20. Buenas noches, príncipe

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Los detectives quedan mudos ante la confesión, sus bocas se abren pero de ellas no sale sonido alguno. Las manos de Shibazaki tiemblan compulsivamente y sus miradas están perplejas.

Muchas cosas pasan por la cabeza de Shibazaki. El nombre de "Mamiya", le encaja como un golpe seco en sus recuerdos.

¿Realmente hablaban de la misma persona? ¿Su amigo fallecido por el que fue destituido de detective al intentar hacer justicia a su muerte?

-Shibazaki... -se inclina hacia él. -No puede ser...

Shibazaki siempre había luchado contra la idea de que Mamiya se había suicidado, ahora nadie podría negar que tenía razón. Aun así, recalcar que los superiores estaban equivocados no era su prioridad, tampoco lo que le importaba en este momento.

El viejo policía desconcertado, se detuvo a pensar si había hecho bien en luchar por su justicia. Había perdido su puesto de trabajo por una persona que estaba involucrada con la muerte de niños. No sabía cómo sentirse, era su amigo y ante todo su compañero, pero seguía siendo un criminal, un asesino a sangre fría que arruinó la vida niños débiles e inocentes de la crueldad del mundo.

A veces hay cosas que es mejor no desterrar para evitar conflictos, para mantener la paz y la esperanza a cuesta de la ignorancia. El viejo detective tenía que aceptar que su amigo era un criminal, y que tendrían que sacar a la luz la verdad que el gobierno había estado ocultando durante estos largos años.

El gobierno había estado relacionado con asuntos turbios de los cuales no quedarían impunes, la justicia llegaría tarde, pero pagarían por sus acciones.

Niños inocentes siendo utilizados para experimentos en beneficio del país, demostraba la cara oscura del poder y del dinero, de un gobierno corrupto manejado por personas que se hacen llamar humanos. ¿Hasta cuándo seguirían sucediendo estas cosas sin que nadie hiciera nada al respecto?

-Shinzu Mamiya fue el político que hizo posible tú descenso en la policía, ¿verdad? -pregunta Hamura mientras caminan bajo la lluvia.

Cada uno llevaba un paraguas.

Ya no relampagueaba y la lluvia casi había cesado, no quedaba más que el murmullo de Hamura intentando ponerle fin al silencio de Shibazaki. Desde que salieron de la casa del anciano había estado callado, comenzaba a preocuparlo.

Finalmente habían descubierto la oscura verdad detrás del plan atenea, las ambiciones de un país que dejó un rastro de sangre a su paso.

-Él fue llamado el monstruo del centro político de Japón.

No hay respuesta ni expresión que pueda aclararle a Hamura lo que está pensando.

Shibazaki camina con la mirada pegada al suelo, ignorando a quien le está hablando.

No hay opción, tengo que salvarla.

Cuando visualizo las luces de la noria titilando, giro a la derecha desviándome de la autopista. La lluvia cae y mis manos amenazan con resbalarse, pero me aferro al manubrio y acelero hasta el fondo.

El vidrio del casco se empaña, mi visión se vuelve nítida momentáneamente a la vez que exhalo. Tengo la ropa empapada y el viento golpea. Siento frío, mucho frío. Pero no cabe duda de que nada es menos aterrador que el frío que sentiré si la pierdo...

Nine debió acelerar el plan. Debe estar en la oficina preparando los últimos toques, arreglando los desperfectos, asegurándose de que el sistema funcione correctamente.

El Amor no tiene escapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora