Capítulo 2

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Hubo una mañana en la que todo cambió. Para mí, obviamente, y en consecuencia, de mis alrededores más cercanos. También fue la primera vez que experimenté lo duro que mi padre podía llegar a ser.

Todo empezó cuando me desperté. Debía ser bien entrada la mañana, pues oía muchos pasos sobre mi cabeza. Alguien llamó a la puerta, y después de oír un vago "adelante" por mi parte, Dos, Siete y Tres entraron de sopetón en el sótano, con una máscara indescifrable en la cara. Dos y Seis se giraron y montaron guardia en la puerta, dejando ver un pasillo de metal, muy oscuro. Tres se acercó a mí.

- Ponte algo medio aceptable. Te vamos a sacar de aquí. - Estaba demasiado en shock como para responder. Demasiadas cosas, demasiado rápido. Cuando por fin recuperé la voz, no me salió nada más que:

- Pero... pero Padre.... no... ¿qué?....

- Él estará de acuerdo. Además, no tiene por qué saberlo.

- ¿Por qué? - pregunté, mientras que Tres hurgaba en mi armario. Sacó esto:

- Póntelo. Rápido, no tenemos demasiado tiempo. - Miró hacia atrás con nerviosismo. Dos y Siete no hablaban.

Me metí en el baño y me lo puse a toda velocidad, me asee lo mínimo indispensable y me llevé un neceser con mis cosas

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Me metí en el baño y me lo puse a toda velocidad, me asee lo mínimo indispensable y me llevé un neceser con mis cosas. Cuando salí del baño, Tres sostenía una maleta con toda mi ropa en ella.

- ¿Qué?... ¿Cómo?... - pregunté, confundida.

- No importa ahora. Simplemente, vámonos. - Tres cogió la maleta y salió del sótano. La seguí. Dos y Seis me franquearon como si de escoltas se tratasen.

Miré a mi alrededor, asombrada. No era ni de lejos tan acogedor como mi sótano, pero había luz natural filtrándose por una trampilla que nos llevó al exterior. Me quedé la última dentro de la trampilla, y aunque llevaba trece años queriendo salir, de pronto dudé. Quise salir, pero mi cuerpo no respondía a mis deseos. Al notar esto, Dos me miró sin comprender. Alargó una mano hacia mí, y se forzó a sonreír.

- Vamos. ¿A qué esperas? - me encogí de hombros.

- Llevo mucho tiempo queriendo hacerlo, pero.... no sé. Me da la sensación de que sólo acarrearía problemas.

- No más de los que ya tenemos - bufó Seis. Tres le lanzó una mirada de advertencia. - ¿Qué más da? Si ya ha salido.... nos van a castigar igualmente.

- Sólo si nos pillan. Y no vamos a dejar que eso pase, así que Ocho, date prisa, porque no... - Tres le interrumpió.

- ¡Cállate! El caso es que o te das prisa, o vuelves a ese sótano, y probablemente nos castiguen sin poder ir a visitarte. - Aquello me hizo reaccionar. Agarré sin vacilar la mano de Dos, que me impulsó hacia arriba con energía. Vi a Siete sonreír misteriosamente. Rodé los ojos y seguí a Tres, que ya se alejaba en dirección a otra puerta, grande y espaciosa.

No me dio tiempo a mirar a mi alrededor. Estaba siendo arrastrada por Dos, y mi cabeza seguía asimilando lo que había pasado en los últimos treinta minutos. Había visto hacer una maleta en tres segundos, había salido de mi sótano, atravesado la Umbrella Academy (porque había llegado a la conclusión de que estábamos allí) por una tubería de oxígeno y había salido al exterior. El sol me quemaba la espalda y el cogote, y tenía calor, pero no me importó. El aire me golpeaba en la cara, y me dolía la muñeca por los tirones que me pegaba Dos.

Aún así no me quejé. No quería que cambiasen de opinión y me volviesen a llevar al sótano, sin posibilidad de salir al exterior.

No gracias. Otra vez no.

Un ruido a mi derecha me indicó que alguien salía de una de las múltiples puertas que rodeaban la plaza. Miré, y vi a Seis salir a la plaza, sin vernos. Sin previo aviso, una criatura salió de Sies, pero no una criatura cualquiera. Era un monstruo. Contaba con tres cabezas provistas de colmillos enormes, cuatro musculosas patas negras, garras del tamaño de la palma de un niño de dos años y las orejas, altas y puntiagudas.

Aunque parezca mentira, lo primero que pensé fue "Pues sí que está en forma." Cuando caí en la cuenta de que ese monstruo, un Cancerbero, había salido de la tripa de mi amigo, me dio tal patatús que me quedé pálida y tiesa, con escalofríos recorriendo mi cuerpo y los vellos de punta. Jadeé.

Craso error. El monstruo - de por lo menos tres metros de alto - volvió sus tres cabezas con ojos inyectados en sangre hacia mí, y avanzó lentamente.

Al ver el comportamiento del Cancerbero, Seis nos vio, y palideció. Dos, Tres y Siete se dieron cuenta de que no les seguía, y volvieron la vista hacia mí. Comprendieron lo que estaba pasando y reaccionaron con velocidad. Tres se interpuso entre el monstruo y yo, Dos chilló a Siete que hiciese algo, y Siete rodeó al monstruo en un arco amplio, y fue con Seis, probablemente a explicarle lo que pasaba. Yo no podía hacer más que frotarme la muñeca dolorida, y observar al monstruo, que corría hacia mí.

La voz de Cinco dijo algo a mi derecha, pero yo fui vagamente consciente de que había aparecido de la nada. Siete terminó de explicar todo a Sies, que rápidamente y con esfuerzo, absorbió al monstruo como si fuese lo más normal del mundo. Cayó al suelo, inconsciente, pero nadie se movió, hasta que una voz conocida les hizo reaccionar.

- ¿Qué ha pasado aquí? ¿Y qué hace Ocho fuera del sótano? - era , que había bajado hasta la plaza, y hablaba ahora, iracundo. Yo no podía hacer más que mirar horrorizada el lugar donde había aparecido el Cancerbero. - ¿Cómo se os ocurre dejarla salir?.... es inconcebible que hayáis traicionado mi confianza así.... no lo puedo permitir... dejarla ver eso... os dije que no la dijerais nada... enseñado todo... tres latigazos. Cada uno. - esas palabras me hicieron reaccionar. Levanté la mirada hacia mi padre.

- ¿Qué? ¡No puedes hacerles eso! ¡Intentaban defenderme! - todas las miradas se volvieron hacia mí. Nadie, ni yo misma, esperaba que dijera eso. Padre me miró con incredulidad, pero en seguida recobró la compostura.

- ¿De lo que han causado ellos mismos?

- No... eh... sí... digo... - me quedé en blanco. Tras poner en orden mis ideas, exclamé - ... ¡Fue un error!

- ¿El qué? ¿Que te sacasen del sótano, incumpliendo directamente mis normas? ¿Que te enseñasen sus... algo que no deberían? Han incumplido todas y cada una de las normas que les puse, y serán castigados. Tres latigazos, cada uno.

- Que no.

- ¿Qué quieres hacer? ¿Recibirlos tú? - respondió . No dije nada - eso creía. - acto seguido, se dirigió a sus alumnos. - Se os aplicará el castigo mañana...

- ¡No! Yo los recibiré - dije, impulsivamente. Me di cuenta de lo que había dicho un segundo después de haberlo dicho, pero ya era tarde.

El daño estaba hecho. 

La hija perdida de Reginald Hargreeves - T/N y Cinco-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora