Capítulo 6

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Hoseok despertó confundido, no se dió cuenta cuando su cuerpo no soportó más y quedó dormido. Pero ahora parpadeando fuerte para enfocar recordaba exactamente dónde estaba. Se sentía dolorido y enfermo por haber dormido sobre la base fría de metal de la jaula. Sentía la garganta reseca y su estómago no paraba de quejarse con sonidos porque se estaba muriendo de hambre.

Con temor levantó la vista para mirar a su alrededor, todos los demás ya estaban despiertos, de nuevo en aquella posición, o se preguntaba si acaso dormían en aquella posición. Cuando escuchó la puerta del lugar abrirse dió un pequeño salto del susto y luego vió como iba abriendo las jaulas una por una y guiando a los demás hacía una puerta al fondo del salón lleno de jaulas.

Lo dejaron a él de último por ser el nuevo.

Reconoció al hombre que vino a abrir su jaula y lo miró con temor, era aquel hombre que sospechaba que podía leer las mentes. Cuando abrió la jaula lo tomó del brazo jalandolo hacia afuera y luego empujándolo un poco hacia adelante.

Sintió sus piernas débiles por la mala posición en la que se mantuvo desde que había entrado a la jaula por lo que le costó un poco caminar hacia aquella puerta, cuando estuvo cerca el hombre lo tomó de nuevo del brazo y lo puso de pie frente a la pared. Se paró frente a él provocando que Hoseok jadeara con temor.

— Dame la ropa — le dijo extendiendo la mano frente a el y mirando hacia un lado.

La ropa era lo único que le quedaba de sus pertenencias, y ahora que ese hombre se la estaba quitando ya no tenía nada. Respiró nerviosamente por la boca al entregarle la ropa al hombre, entonces fue empujado al interior de aquella sala.

Para su sorpresa las personas se estaban bañando, parecían duchas de cárcel. Él hombre lo empujó hasta que finalmente logró meterlo bajo el chorro de agua helada. Un grito salió de su boca por el fuerte cambio de temperatura pero el hombre no lo dejó moverse, manteniéndolo bajo el chorro sostenido del brazo.

Hoseok jadeó sintiendo su cuerpo entumecerse un poco.

─ Lavate, rápido ─ le dijo el hombre.

Él asintió y comenzó a lavarse con sus propias manos ya que no había siquiera un jabón en el lugar, solo agua helada. Se asustó un poco cuando de repente el agua dejó de caer y todos regresaron a sus jaulas sin necesidad de que nadie los empujara cómo a él.

Hoseok se preguntaba qué les pasaba a esos adultos, ¿Por que no hacían nada?

Se quedó temblando en el interior de su jaula, desnudo y mojado esperando a secarse ya que no les habían dado nada para hacerlo. Cerró sus ojos sintiendo helados incluso sus párpados.

Un suave lamento salió de sus labios, su mente le decía que ya no soportaba más, pero su cuerpo seguía luchando. De pronto hombres comenzaron a entrar con unos trajes muy llamativos y hasta elegantes. Sacaban a los demás uno por uno y los ayudaban a colocarse aquellos vestuarios y luego éstos salían por la puerta por donde él había entrado, pero nadie venía por él, se preguntaba qué estaba sucediendo mientras mantenía su mirada en aquella puerta.

No fue hasta que escuchó aquella voz, que ahora le era tan familiar, y vió aquellos profundos ojos azules mirarlo mientras el hombre sonreía de forma escalofriante, que su cuerpo tembló y el terror volvió a azotarlo.

─ ¿Listo para aprender? ─ Le preguntó acercándose a la jaula.

Hoseok instintivamente se corrió hacia el lado contrario de la jaula intentando alejarse de él. Miró que el hombre que leía la mente estaba junto al de ojos azules. Cerró sus ojos mientras escuchaba cuando abrían la jaula y pronto lo llevaron del brazo hacia otra habitación dentro del lugar.

Tiraron de sus brazos hacia arriba y no le costó saber que estaba siendo amarrado.

─ P-Por favor, déjenme ir... ─ Rogó mientras intentaba entender qué pasaba.

─ Oh, parece que nuestra nueva atracción aún no entiende que no debe hablar ─ dijo el de ojos azules.

Hoseok cerró sus ojos de nuevo temblando, esperando recibir un golpe que nunca llegó, en cambio una le tomó fuerte el hombro y lo sacudió un poco .

─ Sólo las personas hablan y tú no eres una persona─ le dijo aquel hombre con su rostro a escasos centímetros del suyo.

Hoseok lo miró directo a los ojos, no había forma en que él pudiera creer que él no era una persona, que él no era un ser humano.

─ Aún cree que es una persona— dijo el hombre que leía la mente.

Entonces el niño se asustó al ver que ellos realmente si estaban leyendo su mente.

─ Cuando acabemos con él pensará algo diferente y al cumplir la edad será nuestro nuevo espectáculo ─ dijo el de ojos azules con una sonrisa.

Comenzaron a hablar sobre lo que le esperaba y poco a poco fue sintiendo cómo perdía las esperanzas y aquellas palabras le daban ganas de vomitar.

El hombre se deleitaba hablando sobre el futuro del niño, teniendo en consideración que aún era muy joven para algunas cosas, pero sabiendo que mientras iba creciendo él le iría enseñando los castigos que se recibían en Cirque du Soleil por incumplir las reglas.

─ P-Por favor... ─ Rogó Hoseok pero nadie lo escuchó, aquellos hombres reían y reían.

Las horas comenzaron a pasar entre gritos, reglas y ruegos hasta que la noche cayó y lo regresaron a su jaula. Se sentía completamente agotado y podía sentir su cuerpo ardiendo, no comprendía qué era lo que sucedería con el, aún era muy pequeño para entenderlo.

Moría de hambre porque le dijeron que sólo las atracciones recibían comida y mientras él creyera que él era una personas no probaría ni un tan sólo bocado, solamente le habían dado unas cuantas gotas de agua.

El hombre de ojos azules lo miraba con una sonrisa en el rostro, pronto lograría quebrar a ese niño y entonces ellos ganarían la mejor atracción que el circo podía tener.

Un espectáculo de luces.

Sabía que el niño aún era muy pequeño para una presentación, pero eso sólo le daba más tiempo, más tiempo para formarlo a su antojo y entonces cuando el pequeño fuera mayor de edad podría usarlo en su espectaculo y ganar dinero con él.

Escuchó un gemido lastimero salir de la boca del niño, la noche estaba demasiado helada, y aunque las demás atracciones recibirían una manta, Hoseok no, porque él aún creía que era una persona.

─ ¿Que eres? ─ Le preguntó antes de irse.

El niño levantó la vista mirándolo directo a los ojos, las lágrimas aún cayendo por su rostro. No hubo necesidad de palabras porque el hombre aún podía ver aquel brillo en los ojos de Hoseok. Ese brillo que quería destruir.

Hoseok aprendió algo ese día, y aunque ésta no era la verdad, para él si la era y para todos en Cirque du Soleil... la vida sería un castigo, un castigo muy cruel...

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Cirque du Soleil | JungHope | Libro 1 ☆ (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora