Cap. 12.- Invasión en Qinghe

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Lo primero que notaron al estar frente a la entrada del Reino Impuro fue que los talismanes que rodeaban la fortaleza estaban rotos y la puerta estaba abierta. Lo segundo fue que no había ni un solo guardia, a pesar de ser notorio. Estaban tratando de dar sentido a lo que veían cuando escucharon ruido provenir de adentro.

Era el sonido de gritos, seguido por hojas de espada en medio de una batalla.

Wei WuXian y Lan WangJi fueron los primeros en entrar al lugar, seguidos por el resto del grupo, encontrándose en el medio de una batalla. Su sorpresa fue mayúscula al darse cuenta de que los discípulos del clan Nie luchaban contra marionetas que habían sido sus compañeros, hermanos y amigos que ahora no eran más que cáscaras vacías movidas por el resentimiento. Sin embargo, lo que los dejó en shock fue ver como la mayoría de los talismanes y la mayoría de las defensas del Reino Impuro habían sido rotas, como si el atacante estuviera familiarizado con las defensas del sitio.

¿Cómo era posible esto?

Por fortuna para Lan Feng, estos cadáveres andantes no tenían atención en él, se movían únicamente por el solo deseo de destruir todo lo que se les pusiera enfrente. Un breve vistazo le confirmó la impresión que tenía cuando entró: las únicas protecciones que seguían en el lugar eran las que Nie HuaiSang había desarrollado en los últimos años. Una idea repentina surgió en su mente, y recordando algo que Lan XiChen le había contado corrió buscando a Nie HuaiSang.

— ¡Líder Nie!— gritó abriéndose paso entre los combatientes.

Una túnica blanca llamó su atención y se dirigió hacia ella con rapidez, chocando contra Lan XiChen en cuanto éste se detuvo. La mirada de su maestro estaba fija en algo, su cuerpo paralizado se estremeció y el primer jade susurró con voz quebrada:

— A-Yao...

Espera. ¿Qué?

Lan Feng miró hacia donde miraba Lan XiChen y abrió la boca con asombro, sin poder creer lo que veía. Nie HuaiSang luchaba contra una marioneta consciente, su túnica dorada se balanceaba al compás de sus movimientos asesinos, cada golpe tenía la clara intención de acabar con su contrincante, algo compartido por el líder Nie, que atacaba de la misma manera alternando entre un sable y un abanico. La sed de venganza era palpable en ambas partes y por un momento Lan Feng se quedó sin habla.

¡Este era Jin GuangYao, en persona! Lan Feng temió que su maestro colapsara ahí mismo y se colocó frente a él, sacudiendo su túnica levemente para llamar su atención.

— Zewu Jun, reaccione, por favor— dijo sin dejar de sacudirlo.

Lan XiChen seguía sin reaccionar. Su mente descarriló al ver a Jin GuangYao como un cadáver feroz y fue incapaz de reaccionar, aún sabiendo que en algún momento Nie HuaiSang necesitaría su ayuda: su espíritu era demasiado débil como para soportar el peso vicioso del sable en su mano y tendría que retroceder para no morir por una desviación de Qi. En ese momento su contrincante podría atacar, asestando el golpe mortal que tanto ansiaba dar. Lan XiChen sabía todo esto, pero fue incapaz de moverse a pesar de la insistencia de Lan Feng, quien se vio obligado a intervenir: en el instante que Nie HuaiSang bajó el sable y Jin GuangYao se abalanzó sobre él, Lan Feng bloqueó el golpe colocándose en medio de ambos.

— ¿Cómo te atreves a interferir?— increpó Jin GuangYao al ver a Lan Feng, retrocediendo.

— No puedo dejar que alguien muera frente a mí de nuevo— dijo Lan Feng con amargura. Era una promesa que se había hecho cuando forjó su espada.

Jin GuangYao chasqueó la lengua.

— Te apuñalará por la espada a la primera oportunidad— dijo, mirando a Lan XiChen—. ¿No es así, Er Ge?

Viento discípulo (1/4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora