𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬

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—¿Cómo sabemos que existimos?

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—¿Cómo sabemos que existimos?

El profesor observa a la clase. Llevaba puesto un chaleco sin mangas en tono petróleo a juego con su pantalón de vestir, su camisa blanca se ajustaba a sus brazos y aquel pequeño mechón negro rebelde que caía por su frente acentuaba su figura. Era extraño, la clase lo veía como un hombre respetable y organizado, imponía orden y firmeza a todo aquel que mirase, pero hacía suspirar más de una vez a algún que otro alumno. Eso era lo extraño, nadie se atrevía realmente a demostrar cuán embelesados los tenía porque él no daba a lugar a ninguna charla de confianza, no si no se trataba de sus clases.

Uno de los alumnos levantó la mano, dudoso; el profesor asintió hacia él dándole lugar a hablar.

—Porque estamos aquí, ahora —dijo sin saber cómo explicarse realmente—. Hablamos, interactuamos unos con otros.

—¿Acaso no hacemos exactamente lo mismo cuando soñamos? —cuestionó el profesor—. ¿Cómo sabemos que no estamos durmiendo justo ahora?

—Nos daríamos cuenta —contestó una chica de la fila delantera—. Digo, no podría ser un sueño colectivo.

El profesor entrecerró sus ojos y sonrió levemente. Todos los años eran las mismas respuestas de siempre, ya podía anticiparlas con facilidad y refutar hasta llevarlos al tema de la clase. Salvo por uno, uno de ellos había sido lo suficientemente brillante una vez.

—¿Y cómo sabes que el resto está soñando si ni siquiera puedes advertir cuando tú misma sueñas? —Esa voz vino del fondo, un muchacho de capucha negra que escondía su cabeza en la sombra que le brindaba la prenda.

El profesor observó junto al resto de la clase, el muchacho había pasado totalmente inadvertido hasta ese momento. La rubia de delante, quien había hecho el comentario anterior, codeó al chico a su lado que había dicho un comentario burlón por lo bajo con la intención de hacerla reír.

El encapuchado dejó ver su rostro pálido, lleno de pecas y pelo rojizo.

—¿Cómo es tu nombre? —preguntó el docente.

—Joys —respondió él—, Carl Joys.

Sus ojos fueron a la primera fila donde Sara Miller mantenía sus labios apretados y trataba de prestar atención mientras que su amiga y su novio reían ahogando el sonido para que el profesor no se diera cuenta de su falta de atención. Joys sabía que se reían de él, eso lo hacía encogerse aún más en su asiento tratando de desaparecer.

Ya estaba totalmente arrepentido de abrir su boca.

—Continúa, por favor —pidió el profesor—. ¿Cómo sabrías que tu mera existencia es algo real?

La clase quedó totalmente inmersa en el silencio, la expectativa de ver qué respondería aquel colorado que apenas era visto por los estudiantes. La clase de pensamiento crítico impartida por el profesor Ketillgud (1) era una de las pocas materias en común entre las diferentes carreras, te obligaba a pensar, a deducir y difícilmente encontraban sentido alguno a pasar cuatro horas semanales allí dentro oyéndolo hablar. Aunque él se las ingeniaba para hacerlas más didácticas, siempre estaba el alumno que se dormía. Ketillgud siempre pensó que Joys era uno de esos alumnos, siempre tan inmóvil en los asientos al final del salón y se sorprendía por el buen nivel a la hora de entregar trabajos o exámenes. Continuamente se preguntaba si realmente él los estaba realizando, la respuesta estuvo clara ese día.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora