𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑸𝑼𝑰𝑵𝑪𝑬

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Cuando Aran investigaba sobre las religiones —en un intento desesperado por entender la motivación del círculo—, se había topado con cierta información que estuvo a punto de hacerlo cerrar su laptop y continuar por otro camino: según un filósofo e...

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Cuando Aran investigaba sobre las religiones —en un intento desesperado por entender la motivación del círculo—, se había topado con cierta información que estuvo a punto de hacerlo cerrar su laptop y continuar por otro camino: según un filósofo en todo el mundo existen aproximadamente 4.200 religiones vivas e innumerables ya extintas. En casi todas ellas existía, de una u otra manera, la figura del bien y del mal. Daba igual quién tuviera la razón o si ninguno lo hacía, estaba claro que al menos buscaban una forma de entender al universo, comprender los impulsos humanos y dar a conocer lo éticamente correcto o incorrecto según la visión de cada uno. Lo encontró bastante similar a lo que las leyendas hacían, contaban en su mayoría cómo se creaba algo y cada tanto también dejaban moraleja.

Ahora, cuando pensaba en todas ellas nunca se imaginó que realmente la figura del bien y del mal pudiera de alguna manera personificarse, sentirse o demostrarse de la manera en que las religiones las explicaban. Aran siempre entendió que eran ellos mismos, los humanos, quienes cometían los actos y nada más que ellos eran los responsables. Entonces, cuando sus ojos se toparon con aquella imagen frente suyo ya no supo en qué creer.

Primero que nada, su mente fue directo a una explicación científica —lógica—, algo como alucinógenos en el aire, drogas en su organismo que estén corriendo efecto. Debían de ser unas muy potentes y también haber sido suministradas en Carver porque aquello que veían lo observaban los dos. Entonces Aran se fue por la rama de lo inexplicable, esa rama lo hacía temblar y mantenerse estático en su lugar sin poder mover ni un solo dedo.

Los gritos no habían sido de una mujer. En su momento él había reaccionado a correr, pensando que Sara estaba sufriendo, eran tan desgarradores que no se puso a corroborar que así sea. Steve Pine se encontraba frente a Sara que trataba de arrastrarse lejos de la zona del círculo dibujado sobre la tierra, Aran notó el verdadero terror brotando de sus ojos y sus manos aferrarse a las raíces para impulsarse hacia atrás. El olor que comenzó a sentirse era de carne quemada y sulfuro. No había que mirar mucho a Steve para saber que lo que estaba sucediendo no era normal, sus pies no estaban pegados al suelo, los retazos de piel que se veían donde la ropa no lo cubría estaba roja o con ampollas que fermentaban del calor y explotaban largando otro aullido de dolor atragantado en su garganta. Sus extremidades estaban tensas, sus dedos en posiciones desiguales, su cabeza tirada hacia atrás.

Carver cayó de rodillas, a diferencia de Aran él era un tipo creyente, pero creer y presenciar algo de lo que uno sabe a la perfección que jamás ocurriría eran dos cosas totalmente diferentes. Y así era como tenía ante sus ojos lo imposible, algo bestialmente desgarrador y tenebroso puesto que era lo desconocido. Ahora el círculo tomaba una forma más macabra, no se trataban de personas imposibles de comprender que buscaban alguna tontería mística a cambio de la vida humana. Las cosas comenzaban a cobrar sentido, las pistas a encajar poco a poco en su lugar, las palabras a zumbar y a hacer fuerza en sus mentes.

La oscuridad empezó a acechar sus corazones.

La cabeza de Steve comenzó a retorcerse, sus ojos se abrieron y no se vio nada más que oscuridad en ellos. Sara tembló en el suelo, ante aquel cuerpo que ya no le pertenecía al muchacho. Hubo una media sonrisa que la heló, sus ojos conectaron y sintió como si la hubieran hecho tragar un fierro ardiente y quedase atascado en su garganta. No podía respirar, sus manos aferraron su cuello y su boca se abrió boqueando por aire, pero no podía hacerlo.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora