𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑬

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Mientras Hada Kang se mantenía entretenida mirando los dibujos animados en la televisión vieja, empotrada en una esquina del techo de la habitación de hotel, Aran arrastró a Sara, ya duchada y cambiada, de la muñeca hasta el estacionamiento donde ...

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Mientras Hada Kang se mantenía entretenida mirando los dibujos animados en la televisión vieja, empotrada en una esquina del techo de la habitación de hotel, Aran arrastró a Sara, ya duchada y cambiada, de la muñeca hasta el estacionamiento donde se apoyaron en la parte trasera de su vehículo en la calma de la tarde.

Aran necesitaba varios días de sueño profundo, las pronunciadas ojeras bajo sus ojos lo demostraban. Pero, antes que nada, necesitaba aclarar lo que en su cabeza venía dando vueltas. Hasta ahora había actuado automáticamente, tratando de ponerse a salvo primero. No obstante, ya no lo soportaba más.

—¿Qué ocurrió en el bosque, Sara?

Él la observó fijamente, repasando su piel y los lunares que serpenteaban por su cuello. Ella trató de que su insistente mirada no le pusiera los pelos de punta, trató de respirar con normalidad y apagar su mirada para que no denotara ningún sentimiento de profunda desesperación.

Necesitaba ocultar todo lo que pudiera dentro de sí.

Debía hacerlo.

—Hay cosas que es mejor no saberlas...

—No puedo proteger a nadie si no me cuentas. —Aran se alejó del auto y se paró frente a ella tratando de atraer vanamente su mirada—. No encuentro una explicación racional por más que la busque, sé que tiene que haber alguna. Necesito que me lo cuentes.

Sara sabía que Aran no era un creyente, era obvio que su instinto le diría que toda esa locura no podría haber pasado. E ignorarlo hubiera funcionado tanto para ella como para él, pero claramente ya no podía dejarlo estar. Nadie lo haría, la curiosidad siempre era mucho más embriagante y peligrosa.

—Aran, no me creerías aunque te lo dijera —trató de ser franca—. Sucedió frente a tus ojos y aún le estás dando vueltas.

El detective refregó sus ojos y suspiró. No le encontraba forma a lo que presenció en ese bosque. Y también le carcomía el simple hecho de que Sara hubiera decidido callárselo, se preguntaba qué podría tenerla tan asustada. No era propio de la muchacha eludirse, menos de él.

—¿Podemos intentarlo? —le suplicó.

Sara lo miró, por fin, a los ojos. No quería que él se abriera paso por ese mundo, eso lo dejaría demasiado expuesto y las verdades podrían llegar a salir a borbotones de un segundo a otro.

La realidad era muy peligrosa. También lo era esta insostenible ceguera.

—El círculo... ¿recuerdas lo que dije sobre el nombre? —Aran asintió rememorando sobre los círculos del infierno—. Ellos lo creen, no son solo fanáticos y desquiciados. Realmente lo consiguieron Aran, están utilizando a su idealizado infierno para sus propios fines.

El corazón del detective casi se detuvo.

—No entiendo.

Sara se observó las manos, trató de buscar palabras sutiles que no lo hagan desesperar.

EL CÍRCULO ©  |  #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora