XII. Dulce dulce

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-El sol aún no hacía su aparición, pero Anika y Dago ya estaban listos para salir. Anika estaba por caer al piso a dormir, pero logró resistir, por su vida y porque estaba bajando las escaleras.

–¿Qué hacemos con Ethan?

–No te preocupes, dejé una nota, pero en realidad como esto es parte del juego, no debería ni notarlo. Ya sabes, como conmigo, es como si siempre hubiese existido.

–Vale... –pensó en lo de hace unos días –. Oye, Dago.

–¿Qué? –su reacción no le gustó nada a Anika.

–Nada.

Paso al lado de Dago, quien no entendía nada, pero en realidad, no era solo él, ella tampoco entendía nada. Al salir por la cocina, se quedó mirando el estacionamiento y los autos en él, si tan sólo tuviese la edad necesaria y supiese conducir... Pero aun así prefería las motos de su padre, que por ende... ahora eran suyas, la única restante. Pero ahora tendrían que caminar para tomar un bus y luego el tren, que por suerte te dejaba en la entrada del aeropuerto.

Hubo un incómodo silencio todo el camino hasta el tren, y cada vez que Dago quería decir algo, ella evitaba la conversación con velocidad. Llamaba a alguien en su celular, hacia como que buscaba algo en la mochila, se perdía en la vista aburrida de la ventana y le decía que se callase porque estaba pensando y la desconcentraba. Hasta que finalmente se puso audífonos y escuchó música a todo volumen, para no escucharlo.

Pero al subir al tren, fue más complicado mantener el silencio, es más, ella misma lo rompió. Se vio a ella escapando ese día y las piernas le temblaron.

–¿Lo decías en serio...? –fue apenas un susurro y bajo la cabeza.

–¿Dijiste algo?

–Nada, lo siento –Dago se puso a la altura de Anika y le levantó el mentón con delicadeza –. ¿Qué?

–Quiero que me respondas.

–¿Responder qué? –superficialmente, ella no había entendido, pero por dentro, sabía a lo que se refería.

–Se sincera, ¿Vale? –asintió con la cabeza –. Anika, ¿tú quieres ser...?

–¡Chicos! El tren va a partir, ¡tomen asiento! –un guardia los interrumpió, justo como debía ocurrir.

Suspiraron y tomaron asiento. Anika estaba agotada, tantas mentiras, tanto aguante, y tanto ocultar cosas. Sabía que moría con cada cosa de este tipo que decían, no por ser una fanática de ellas, sino porque le avergonzaban hasta en lo más mínimo. Tenía que dejar de tomarle tanta importancia a todo. Ya no importa, ya no importaba más. No volvería a importar.

–Sí –dijo con firmeza mirando al chico –. ¡Diablos! Que no me mires así, ¡ya te respondí!

–En serio... –río suavemente –. Eres increíble.

La tomó de los hombros y la acercó a él para abrazarla, ella inconscientemente escondió su cabeza entre su hombro y su cuello, sintiéndose segura. Ella misma se sorprendía de si respuesta, era su hermano, incluso si se conocían hace poco... No, él perfectamente podría no ser su hermano, él llegó por un deseo. No se conocían, de todos modos, no podía estar tan terriblemente mal.

A pesar de todo, Anika evitó conversaciones otra vez, y Dago no hizo ningún intento de insistirle, se sintió satisfecho sosteniendo su mano, y más tarde, viéndola dormir.

Cuando llegaron al aeropuerto Anika se aseguró de que el arma siguiese en su bolso. Estaba agotada, dormir sólo le había dado más sueño y no podía pensar en algo razonable para pasar el arma por las puertas detectoras de metales. Sus poderes estaban como última opción. Así que sólo espero a que el Conejo tuviese un plan.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2016 ⏰

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Deseos de Muerte [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora