Samara
Eliam no lo pensó dos veces, apretó el gatillo y disparó sin compasión alguna, con un dominio que me impresionó. La bala viajó por el aire con una velocidad asombrosa y, atravesó la pierna de uno de los hombres. El hombre cayó al suelo, retorciéndose de dolor mientras su pierna se empapaba de sangre, lo que me hizo sentir un escalofrío. Su compañero al ver lo que había sucedido, abrió los ojos y se agachó a su lado, intentando ayudarlo, con un pánico reflejado en su rostro.
—Si alguna vez llega a existir otro encuentro con ustedes, tengan por seguro que la bala se las pegaré en la frente.
Mientras Eliam seguía apuntándolos, el otro levantó las manos en señal de rendición. En ese preciso momento, el sonido de una patrulla policial resonó en la distancia, y ambos hombres se quedaron paralizados.
—Si se mueven, vuelvo a disparar—informó Eliam, con autoridad.
La policía llegó, rodeándolos y apresando a los hombres. Eliam al ver que la situación estaba bajo control, bajó el arma lentamente. Fue entonces cuando me lancé hacía él, buscando el refugio que tanto necesitaba. Mi cuerpo temblaba de miedo y eso hizo que ni siquiera me importara abrazar a mi jefe.
Él había sido mi salvación.
—Gracias señor Eliam, por haber hecho la denuncia.
—Era mi deber.
—La policía llevaba meses buscando a estos dos hombres por intentar abusar de dos adolescentes. Gracias a usted, hemos podido atraparlos antes de que hicieran más daño.
—Me alegra haber podido ayudar—respondió Eliam, aún sin soltarme—. Espero que en la cárcel reciban el castigo que merecen.
La policía asintió con la cabeza, intercambiando algunas palabras que no pude escuchar, y en cuestión de segundos, se alejaron con los hombres esposados. Mi respiración era pesada, y hacía contraste con los latidos frenéticos de mi corazón, que parecía querer salirse de mi pecho.
El susto había pasado.
Debía calmarme, pero era imposible. Una vez que te encuentras en una situación de acoso, nada vuelve a ser igual. La sensación de vulnerabilidad se queda grabada, como una sombra que nunca se aleja del todo.
—Tranquila, Samara—dijo Eliam, abrazándome con mucho cuidado, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romperme—. No te pasará nada malo mientras esté aquí.
Tragué saliva con dificultad, sintiendo como la presión en mi pecho comenzaba a liberar un poco su peso. Hundí mi cabeza en su pecho, buscando consuelo en su cercanía. Era un refugio inesperado, pero necesario. Sentía que, si lo soltaba, el caos podría volver a desatarse, y no quería que eso sucediera. No quería volver a pasar por algo así, jamás.
—Ellos intentaron…
—Ya eso no importa.
Intentó separarme de su cuerpo.
—No—susurré, dejando que esas palabras salieran desde lo más profundo de mi garganta.
No quería separarme de él. En ese instante, él era mi refugio; si me alejaba, me sentiría completamente desprotegida. Era extraño, pero lo único que anhelaba en ese momento era sentirme en casa.
—Debemos entrar al auto—respondió con una voz cálida—. Prometo que adentro, podrá abrazarme todo lo que quiera.
Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y decidí seguirlo. Eliam tomó mi mano con firmeza y me condujo hacia su auto. Abrió la puerta del copiloto y me pidió que entrara. Después, hizo lo mismo y se acomodó a mi lado. Un espeso silencio reinó en el lugar, donde solo se escuchaba el sonido de nuestras respiraciones. Miré a través de la ventanilla, absorta en mis pensamientos.
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Mi perfecta melodía, (BORRADOR)
RomanceSamara Piragibe solo tiene en mente conseguir un trabajo. En sus planes no está enamorarse, menos después de haber sido víctima de las infidelidades del hombre que según decía amarla. Pero aunque intenta a toda costa no caer, termina sintiendo cosas...