Eliam
Colgué la llamada y dirigí mi mirada hacia el frente. Observé en silencio a las personas que estaban frente a mí, cada una sumida en sus propios pensamientos. Noté que Claudia se encontraba mirando a Samara con atención; incluso abrió la boca, como si quisiera expresar algo, pero se contuvo. La vi inhalar hondo, acomodarse en su asiento y, voltear a mirarme con una sonrisa que parecía querer transmitir más de lo que las palabras podían.
Era encantadora. No podía negarlo, y eso me hacía sentir un poco incómodo.
Claudia siempre tenía una manera de captar la atención de todos a su alrededor, y su alegría era contagiosa. Además, siempre buscaba iniciar una conversación, haciendo preguntas que a veces me sorprendían por su profundidad.
—Les presento a Claudia—me atreví a decir, intentando romper la tensión—. Es una clienta importante de nuestra empresa. Por eso es fundamental que la conozcan; puede que no sea la primera vez que la vean.
Mi hija mayor murmuró algo que no pude escuchar, pero su tono me hizo entender que lo hizo con desagrado. Me sentía realmente mal por lo que ella había tenido que presenciar en mi oficina. Recordaba con claridad ese beso que había compartido con Claudia, un beso que después me pareció el peor error de mi vida.
¿Cómo pude haber sido tan tonto para dejarme llevar?
—¿Puedo hablar?—preguntó Alisa, mirándome a los ojos. Asentí, no muy convencido—. Gracias, Eliam, por darme la palabra. Quisiera que antes de comenzar con esta agradable cena, hiciéramos un brindis. Un brindis, por mi color favorito. El azul.
Respiré profundo, tratando de mantener la calma.
¿Qué le pasaba?
Ese no era su color favorito, al menos no que yo supiera.
—¿El azul?—cuestioné, dejando escapar un tono irónico que no pude evitar.
—Sí—afirmó, sin mostrar ningún tipo de vergüenza—. El color de la elegancia.
No tenía la menor idea de qué tipo de juego estaba tramando, pero sabía que mi hermana siempre ocultaba algo. Desde pequeña, había sido así; era provocadora y desafiante. Si alguien no le caía bien a la primera, tenía la firme convicción de que nunca le caería bien. Su actitud siempre me había intrigado y, a veces, me exasperaba.
Por mucho que intenté evitarlo, mis ojos se desviaron hacia Samara, quien se relamía los labios mientras miraba un punto fijo en la mesa. Parecía nerviosa, inquieta, y no entendía por qué. ¿Le afectaba tanto que estuviéramos vestidos del mismo color?
Ella llevaba un vestido azul, del mismo tono que la corbata que yo llevaba puesta. Ambos estábamos perfectamente combinados, como si hubiéramos planeado los atuendos juntos, aunque en realidad no había sido así. Y la idea de que eso pudiera ser una simple coincidencia, no encajaba dentro de mi cabeza.
Todo apuntaba a que mi hermana era la culpable.
—Por favor, Claudia, brinda conmigo—suplicó Alisa, con un tono persuasivo.
—No consumo mucho vino.
Alisa sonrió de una manera divertida, una expresión que me dejó en claro sus intenciones. Se llevó la copa a los labios y, tras dar un sorbo, la dejó sobre la mesa, antes de volver a mirar a Claudia con curiosidad.
—Supongo que solo lo haces en citas.
—No sé a qué te refieres—replicó Claudia, con una mezcla de sorpresa y confusión en su voz.
—Claro que lo sabes.
—Es mejor que cenemos—intervine, mirando a mi hermana. Estaba perdiendo la paciencia, y sabía que debía poner un freno a esa conversación.
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Mi perfecta melodía, (BORRADOR)
RomanceSamara Piragibe solo tiene en mente conseguir un trabajo. En sus planes no está enamorarse, menos después de haber sido víctima de las infidelidades del hombre que según decía amarla. Pero aunque intenta a toda costa no caer, termina sintiendo cosas...