Diego me esperaría a las 11 en el lugar y yo tenía que inventar una excusa para irme de la fiesta de año nuevo, esto era misión imposible.
- ¿Por qué quieres partir el pastel tan temprano Alex? Aún no es tu cumpleaños.
- Lo sé abuela, pero me siento un poco mal y necesito dormir.
La abuela no me creyó, lo vi en sus ojos, pero aun así partimos mi pastel a las 10. Cuando terminé subí a mi habitación, Natasha y Joseph mantendrían a todos ocupados y entretenidos hasta que yo regresara.
Lou entró por una escalera que coloqué en mi ventana y se acostó en mi cama, ella sería mi bulto en la cama. Salí por la ventana y caminé por la acera hasta que encontré el auto de Lou.
Dejé el auto en el estacionamiento subterráneo y subí por el elevador. Entré al lugar con la sonrisa más brillante que tenía, mi cabello estaba recogido y me puse un vestido color rojo, ese color que él decía que amaba en mí y en mis labios. Reconocí a unas cuantas personas en la sala, intercambié sonrisas y tomé una copa de vino que uno de los meseros me ofrecía. La música de vals sonaba por todo el lugar y yo saboreaba el vino en mi boca mientras cerraba los ojos. Sabía que estaría aquí, pero, ¿Él sabía que yo estaría aquí? Quizá no. Era lo más probable.
Diego me encontró y puso su brazo frente a mí para dirigirme. Caminábamos a lo largo del lugar y entonces lo vi. Un segundo antes yo era un precioso Rubí y cuando abrí los ojos él estaba con un bello Diamante. Cordelia brillaba y se reía colgando su brazo alrededor de Isaac. Él bailaba con ella mientras yo me derrumbaba por dentro. Estaban en su mundo, no existía nada más. Nadie, ni yo, ni los cafés que compartimos, las películas que vimos o nuestros hermosos días en el lago. Esa vida que tuvimos juntos ya era pasado.
Alcé mi copa y bebí hasta la última gota de vino mientras pensaba "Si él es feliz, yo estoy feliz" aunque nada de esto era verdad. Yo no podría imaginar como él la perdonaba por todo lo que le hizo. Levanté mi cara y cruzamos miradas, me vio de pie pero por dentro me estaba muriendo.
Fue una noche terrible, bailaron todas las canciones. Diego intentó hacerme bailar un poco pero cuando se rindió conmigo le pedí que bailara con alguien más. Terminé en el balcón viendo la luna, mientras bebía de mi copa y unas cuantas lágrimas rodaban por mis mejillas.
¿Por qué lloraba? ¿Lo amaba? Si le tenía rencor por ser un mentiroso e intentar jugar conmigo cuando yo ni siquiera quería ser jugadora.
De pronto escuché la cuenta regresiva. Todos nuestros recuerdos pasaron por mi mente, el primer beso y los abrazos por las noches. El sexo, las peleas y las risas. Él y ella riendo toda la noche, bailando y besándose en el centro de la pista. Es así como debía de ser, era lo correcto. Sabía lo que tenía que hacer y sabía que me iría bien. Ya no lo tendría pero yo ¿Realmente lo tuve alguna vez? La respuesta era no, esto no era la gran cosa.
Tres, dos, uno, feliz año nuevo y feliz cumpleaños para mí. Lo olvidaste de nuevo.
Me despedí de Diego para dirigirme al elevador, mi carro estaba en el estacionamiento subterráneo. Antes de que se cerraran las puertas, Isaac entró al elevador.
Nos miramos fijamente por unos segundos y decidí que lo quería. Ya no sería mío nunca pero iba a tener un cierre, mi última vez. Y si, quizá era rencor o poder yo que sé pero lo quería y lo haría.
- Lo sabes – Me dijo mientras me miraba a los ojos.
- Lo sé.
Sé que te casarás con Cordelia porque no fui suficiente o lo que tu familia quería para ti. Idiota. Quería decirle tantas cosas pero ¿Para qué? El final ya estaba aquí.
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Las personas vacías no aman
Teen FictionA través de una serie de experiencias nuevas Alex decide que quiere vivir al límite, quiere comerse el mundo pero no cuenta con que descubrirá la oscuridad en la que vive y los fantasmas con los que carga, cayendo así en situaciones peligrosas y rom...