Un día más en el trabajo, qué bien.
Los treinta y cinco grados que hacían en el exterior no permitían que dentro de la casa hubiese una gran diferencia de temperatura y aún así, él debía de arrodillarse en el suelo para limpiarlo y dejarlo sumamente brillante, como a su jefa le gustaba.
El sudor caía por su frente al igual que su negro cabello. Se lo tenía que hacer hacia atrás cada vez que agachaba la cabeza y se estaba comenzando a exasperar.
No le faltaba mucho, había aprovechado la hora de la siesta para hacerlo ya que Gyda estaría plenamente dormida.
Sabía que no quedaba más que media hora para que su turno terminase y nada le alegraba más que eso.
Quería llegar a su casa para poder darse una buena ducha que relajase sus músculos para luego descansar un largo rato antes de ir a la fiesta de cumpleaños de su primo en la noche.
No tenía muchos ánimos de asistir porque al otro día debía de estar de pie temprano pero era lo mínimo que podía hacer por quien le había salvado más de una vez.Escurrió el trapo luego de haber secado la última parte del suelo y suspiró. El silencio de la casa a esa hora era un placer para el dolor de cabeza que mantenía a aquellas alturas.
Se levantó para luego tirar el agua sucia del balde y se sentó en la silla que le correspondía a un lado de la pequeña mesa en la cocina.
Miró todo a su alrededor, viendo cada cosa limpia y en su lugar.
A veces se preguntaba si valían la pena aquellos noventa y cinco centavos a la hora, pero luego cuando pagaba sus cuentas y se encontraba libre de deudas confirmaba que sí, lo hacíanAunque no significaba que el limpiar una casa tan grande como lo era la de los Lothbrok no le provocara un desgaste físico considerable que la mayoría de las veces no podía reparar en su único día libre.
Sabía que aquella casa de cinco dormitorios y tres baños algún día estaría completa. La señorita Lothbrok estaba embarazada de su segundo hijo y sólo faltaría dos más para completar las habitaciones.
Luego tendría que limpiar el desorden de cada niño más el que frecuentaban a crear los invitados que se instalaban en la casa que estaba a un lado de la piscina, genial.
Se colocó un trapo húmedo en la frente cuando sintió que su temperatura no disminuía y se recostó nuevamente en su asiento, esperando que finalmente llegaran las cuatro de la tarde.
Su turno comenzaba en la mañana desde las ocho y terminaba a las cuatro.
Aquellos noventa y cinco centavos multiplicados por ocho seis días a la semana daban un total de ciento ochenta y dos dólares al terminar el mes, los cuales eran más que suficientes para poder sobrevivir él solo.Agradecía su resistencia al compromiso amoroso ya que se ahorraba en gastos externos. A sus veinticuatro años aún no estaba casado y no tenía planeado hacerlo pronto.
Las mujeres de su círculo no encontraban atractivo el que un hombre hiciera el mismo labor que ellas y muchos le habían tachado de débil por no pertenecer siquiera al grupo de arado en la estancia del viejo George.
Él sabía que ser una especie de nodriza bajaba varios niveles de atractivo en él pero hacía un tiempo había querido renunciar y no lo había conseguido, gracias a su jefe.
Ragnar Lothbrok.
Aquél hombre le había ido a buscar al campo de maíz donde había conseguido trabajo aquél verano luego de presentar su renuncia tras su primer año de trabajo en la casa y había conseguido que volviera con un aumento de unos veinte centavos por hora.
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Señor Lothbrok.
Fanfiction1960. Athelstan, un joven criado por una familia negra, lleva un par de años trabajando en la casa de los Lothbrok. Una familia adinerada que vive a las afueras de la ciudad de Jackson, Missisipi. Su jornada se basaba en limpiar el hogar, cuidar de...